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TEXTO Y FOTOS E. DE GEA

Finales de agosto. Viviendas situadas en la huerta tradicional presentan una gran actividad. Se convierten en centros de producción alimentaria y de sabiduría popular aprovechando los productos que da la tierra, en este caso tomates de pera, maduros y con poca vistosidad para su venta fresca. Eso sí, manjares si se saben transformar y convertirlos  en conserva, sin colorantes ni conservantes.

 Un ejemplo cualquiera. Una casa rural de Formentera del Segura. Rosario Giménez y Ángeles Cayuelas, se afanan en rellenar botes de cristal reciclados con tomates de pera ya cortados. Utilizan un pequeño trozo de caña para prensarlos.

Eso sí, después  de haber sido escaldados en agua hirviendo durante 2  o 3 minutos para hacer más fácil su manipulación y que la piel se desprenda.

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Mientras tanto el esposo de  Rosario Jiménez, José Ferrándiz   prepara un fuego, alimentado con leña sobre el cual se sitúa un recipiente de grandes dimensiones de metal, relleno de agua. Una vez que la temperatura es la adecuada, cuando hierve a los 100 grados , los botes con tomate se depositan en el interior del recipiente durante 20 minutos o como se denomina “al baño María”. A partir de este momento y una vez enfriado se consigue  la conserva de tomate, sin problemas para consumirlo al menos durante tres años.

En algunos casos, según los gustos, la conserva de tomate se aliña el tomate con sal, especies u otras plantas silvestres.