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PEPE LÓPEZ

Sonia Castedo, la alcaldesa de Alicante, es muy libre de utilizar todas las armas legales a su alcance para defenderse de las varias imputaciones por corrupción de las que está acusada. Vaya ello por delante. Utilizar su embarazo y a su hija recién nacida, Carla, en esta refriega política de baja estofa era también una opción. Discutible, pero una opción. Está claro que Castedo ha preferido abrir su intimidad y la de su hija a los focos de lo público sin importarle el precio a pagar.

Leyendo hoy la doble página que le dedica el periódico local Información está claro que Carla, la pequeña, ha entrado con fuerza en el tablero en el que su madre se juega su futuro político y la reelección como candidata del Partido Popular. Y hasta es posible que haya llegado para quedarse: embarazo, parto, Carla y carrera política tienen cada vez tonos más parecidos. Son parte del mismo impúdico e imprudente guión.

No la ha puesto ahí la periodista que le hace el reportaje y le hace las preguntas. La ha metido de hoz y coz su propia madre, para más señas también alcaldesa de la ciudad de Alicante. Castedo, entre frase y frase contra Alberto Fabra, se la ve posar alegre y satisfecha con su hija casi recién nacida y no tiene reparo alguno en mezclar ambos planos -el político y el familiar- y dejarse fotografiar en una información que va mucho más allá de la pura crónica social y que entra de lleno en el discutible mundo del navajeo político de la medias verdades, de los avisos a navegantes. Pero eso sí, con una grave particularidad: la escena tiene un bebé al fondo sin posibilidad de defensa y tratar de apelar a la fibra más que a la razón. Ella sabrá lo que hace.

Sonia Castedo y su marido podrían haber optado por dejar a su hija recién nacida al margen de la pelea política y de la escena, podrían haber optado por reservarle el espacio de intimidad y privacidad al que todo bebé y todo niño tienen, en principio, derecho, podrían haber pensado que Carla no debería ser protagonista central de esa pelea, ni servir como argumento en este debate de adultos en el que un bebé es un elemento que extraña, que hace daño. Ya digo, podrían haber optado por ello, por trazar una raya entre lo público y lo privado como parece exigiría el guión de lo prudente, pero han preferido el trazo grueso. Esa es la verdad. Como de alguna manera viene ella a afirmar en el reportaje que firma Carolina Pascual: ¿Quiénes son los ciudadanos para decirle a ella lo que tiene o debe hacer?

Seguramente ahí radica el problema. Que los ciudadanos de Alicante tienen cada vez más dificultad en saber dónde termina el espacio público de su alcaldesa y el de su vida familiar y personal. La confusión de esa explosiva mezcla es de tal magnitud que puede que sea el origen del problema, de casi todos los problemas. De las fotos comprometedoras de la alcaldesa en la fiesta de los pijamas en Andorra con el empresario Enrique Ortiz de anfitrión especial, de las vacaciones en el barco del dueño y señor del Hércules C.F. y de las conversaciones sospechosas y un tanto atrabiliarias sobre planos urbanísticos que supuestamente beneficiaban los intereses del citado industrial.

Carla, ya digo, parece definitivamente ser solo, y lamentablemente, una pieza más en este tablero. Pero no una pieza cualquiera. Ya se sabe la capacidad que tiene un bebé o un niño para llenar la escena. Toda la escena. En twitter @plopez58