SI YO TUVIERA QUE REFORESTAR Rafael Moñino Pérez Agente de Extensión Agraria
“SI YO TUVIERA QUE REFORESTAR”
Rafael Moñino Pérez
Agente de Extensión Agraria
LUNES 15-06-2015
El presente trabajo es solo una reflexión sobre un tema que sigue siendo actualidad. Hablando en términos agrícolas, el famoso Tomicus o taladro de los pinos ha dejado un pajizo rastrojo en muchos montes da la comarca, rastrojo que no solo afea el paisaje sino que constituye un peligro de rápida propagación de incendios, caso de producirse. Con buen criterio, las autoridades responsables están tratando de hacer lo que pueden para limpiar el terreno y replantarlo de nuevo. Es deseable que tengan éxito en ambas empresas y no cometan antiguos errores de volver a plantar pinos como quien planta cebollino para alimentar futuras plagas de taladros cuando vuelva un año de sequía como el pasado 2014. Hasta aquí, pues, buenos deseos y parabienes para todos.
Pero, claro, no es mi intención acabar esto sin más en plan laudatorio, sino que, como dije, quiero reflexionar sobre la reforestación, y dejar bien claro desde el principio que son reflexiones, no consejos, que solo voy a decir cómo haría yo las cosas respetando escrupulosamente las ideas o proyectos que se adopten en los municipios afectados, y más todavía si cabe, cuando de por medio existe, como se dice y es normal, asesoramiento técnico. Así que, sentada esta premisa y también la de que cada cual es libre de actuar y de gastar su dinero como le plazca, pasemos al meollo de la cuestión siguiendo, para mayor claridad y con las debidas licencias, el símil que oí en cierta ocasión a un medico forense: Preguntar al cadáver. Si la pregunta es concreta y bien hecha, el cadáver responde. En este caso, las preguntas y respuestas pueden parecer simplonas o con pretensiones didácticas y pormenores de manual, pero se asume este riesgo malinterpretativo, por que en verdad solo se pretende llanamente que nos entendamos todos y sepamos de qué va.
Primera pregunta: ¿Cómo se recupera un monte después de un desastre?
Respuesta: Con una gran economía de medios y ningún dinero. Las plantas se reproducen solas si están adaptadas al medio. Visitemos el monte y veamos lo que crece en él sin ayuda humana. Veremos árboles de gran porte, otros de porte arbustivo, y también matorral diverso. Todas estas especies son, en principio, interesantes. Pero yo no esperaría a que el monte se repoblara solo, e intervendría, aunque procurando gastar lo mínimo, sin medios faraónicos ni elementos reproductivos de alto precio. Los árboles usan semillas, muy baratas por cierto, que producen ellos mismos. Pero claro, esto conlleva no tener prisa y seguir el ritmo natural, ayudando, eso sí, en lo que se deba, por que la vida humana es corta comparada con algunos ciclos biológicos vegetales, y no se trata de un campo de fútbol donde se vaya a cambiar el césped para jugar el domingo, solución realizable que entraría de lleno en la política deportiva pero que no sirve para la ocasión: Aquí no hay soluciones políticas cortoplacistas, como se dice ahora, y quienes lo pretendan así deberían hacerlo con su propio dinero para que nadie les pidiera cuentas. Nuestros montes más inmediatos, especialmente las sierras de Orihuela y Callosa, son hábitats de una especial dureza para la vida vegetal, y solo las especies muy adaptadas son capaces de prosperar en esas condiciones. Faltan en ellas, o son muy raros por esta causa, arbustos típicamente mediterráneos como lentiscos, terebintos, mirtos, brezos, etc., y entre las aromáticas (la ajedrea es una de ellas), existen especiales adaptaciones al medio que las diferencian ostensiblemente de las que viven en montes de clima más benigno, no solo por su aspecto externo sino también por su contenido en esencias. Por otra parte, cuando se habla de reforestar, entiéndase que se supone la existencia de suelos más o menos profundos, los cuales son minoritarios en el conjunto del que hablamos y cuya presencia, salvo excepciones, se reduce al somonte de algunas laderas de pendiente poco pronunciada, a pequeños valles de barrancos y al piedemonte, a veces muy estrecho, entre la desnuda peña y los cultivos agrícolas.
Segunda: ¿Qué especies interesantes para repoblar destacaríamos de las que crecen en el monte?
Respuesta: De porte arbóreo, y con carácter general, pino carrasco (Pinus halepensis), acebuche u olivo silvestre (Olea europaea), y algarrobo (Ceratonia siliqua). De tipo arbustivo, bayón (Osyris lanceolata) y espino negro (Rhamnus lycioides) (estos últimos, en condiciones favorables de suelo y umbría adquieren porte arbóreo, pues no es raro ver ejemplares de bayón de más de cinco metros de altura y espinos con más de tres metros de alto y ancho). Entre el matorral propiamente dicho, dos especies: Coscoja o chaparra (Quercus coccifera) y cornical (Periploca angustifolia).
Tercera: ¿Cómo deberíamos intervenir para lograr su implantación?
Respuesta: Siguiendo el mismo orden por el que se citan, de la forma siguiente:
Pino carrasco: Pese a su injustificada mala fama, es muy interesante por ser el único capaz de sobrevivir en las duras condiciones de nuestros montes. Quedan bastantes ejemplares procedentes de reproducción natural de los que se libraron del intenso carboneo en tiempos pasados, que por conservar la raíz pivotante o principal y explorar mayor volumen de suelo han sido capaces de aguantar la sequía y el citado Tomicus, insecto oportunista que solo tiene éxito en pinos débiles y pobres en savia. También hay masas de pinar procedente de reforestaciones en algunas zonas de umbría o exposición Norte, que por su mayor vigor han resistido la plaga de taladro.
Se reproduce por semillas o piñones, y esa es la forma adecuada de intervenir, recolectando piñas maduras antes que abran y ponerlas a secar de modo natural, o cerca del fuego para acelerar el secado. Una vez abiertas se sacuden para que suelten la semilla, la cual, una vez seca, guardaríamos adecuadamente hasta llegado el momento de sembrarlas, poniéndolas, previamente a la siembra, dos o tres días a remojo para facilitar la nascencia sobre hoyos abiertos en tierra mullida y cubierta con arena para evitar la formación de costra, regando a continuación. Se deberían sembrar cinco o seis semillas por hoyo y dejar las que nazcan durante uno o dos años, según desarrollo, para elegir luego el ejemplar más vigoroso, cortando el resto con tijera a ras o ligeramente por debajo del suelo, a fin de no mover la tierra. Esta forma de proceder sería común para las semillas del resto de especies. Las plantas deberían nacer donde hayan de vivir para no perder sus raíces originales en el trasplante, pues asombra ver, por ejemplo, un pequeño pino o una coscoja de solo 10 cm. de alto sobre una larga raíz que triplica o cuadruplica su altura, la cual se pierde en parte al trasplantarlos. En cuanto al marco de plantación, debería ser amplio, de seis a ocho metros, según calidad y profundidad del terreno, eligiendo marcos más amplios cuanto más pobre sea el suelo. Así no cometeríamos errores, pues cuando los nuevos pinos produjeran semillas nacerían nuevos ejemplares en lo claros que asegurarían la continuidad de la masa forestal.
Como época de siembra o plantación para todas las especies citadas, sean semillas o esquejes, elegiría el periodo de Enero a Marzo, y lo que no se hiciera en esos meses, mejor dejarlo para el año próximo, por que las plantas en general, y especialmente las que pueblan nuestros montes, en condiciones extremas de frío o calor entran en un estado de reposo o parada vegetativa que puede ser total o parcial. Esto es muy ostensible en los árboles de hoja caduca, que se desnudan de hojas en invierno, pero en verano también ocurre algo semejante aunque de modo menos aparente, pues con el calor el crecimiento se ralentiza o se detiene, y las hojas, en ciertos casos -el olivo entre ellos- hasta llegan a retraerse y arquearse sobre el envés o parte inferior para cerrar sus estomas y economizar agua. Y añadamos también, para remachar el clavo, que si en la parte aérea y visible de las plantas, por frío o por calor se detiene el crecimiento, otro tanto ocurre con las raíces.
Acebuche u olivo: Su reproducción natural por semillas no es aconsejable por la dificultad de germinación directa. La presencia del acebuche en los montes se explica por la intervención de algunas aves (túrdidos principalmente, y palomas), que al comer aceitunas conservan las semillas en el estómago o molleja hasta que se desgasta suficientemente su duro tegumento y les permite nacer cuando el ave defeca en lugares con posibilidades de germinación y desarrollo de la nueva planta. Por ello se recurre, como hace el agricultor, a su multiplicación por esqueje o estaca, o brotes con callo en la base separados de la peana de árboles viejos, siendo preferibles las estacas para uso forestal por sus mayores reservas dado su volumen. Para ello, bien sea procediendo de leñas de poda o de tala de olivares, se elegirían estacas de 4 a 6 cm. de diámetro y unos 40 cm. de largo, las cuales, una vez limpias de ramillas, si no es época da plantar se guardarían tumbadas en zanjas orientadas al Norte y cubiertas de tierra. Unos días antes de la plantación se pondrían a remojo para asegurar su turgencia, y se plantarían luego, en posición natural vertical, en hoyos abiertos de unos 40 a 50 cm. de profundidad de forma que quedaran a ras o por debajo del borde del hoyo, llenándolo luego con tierra lo más limpia de guijarros posible, apisonándola bien, y regando a continuación. Una vez plantada y regada la estaca, se debería cubrir el extremo con un pequeño cono de tierra para evitar que la luz directa del sol agrietase la madera, y sobre el resto del hoyo echar guijarros, grava o broza para disminuir la evaporación y conservar mejor la humedad.
Hasta la brotación de las estacas convendría vigilar la humedad del terreno por si fuera necesario dar un riego de socorro, pero una vez brotadas no sería necesario preocuparse de ellas, pues en verano entrarían en parada vegetativa como se dijo más arriba. El olivo, como saben bien los olivicultores tradicionales, responde mejor a los riegos de otoño y primavera que a los estivales. Y lo que digamos del olivo vale para el acebuche, puesto que se trata del mismo árbol con distinta apariencia.
El marco de plantación, mayor que para los pinos, debería ser por lo menos de 10 x10 metros.
Una vez nacidos los brotes solo sería necesario vigilar el riego hasta la entrada del verano, salvo condiciones extremas el primer año en rodales de suelos superficiales. No sería conveniente podarlos, pues el olivo crecería en forma de matorral ensanchándose cada vez más con fuertes y verticales varas convertibles en lisos troncos que asegurarían su permanencia. De momento, sus hojas y frutos serían de tamaño parecido a los del olivo madre, pero en las duras condiciones de nuestros montes la mayoría, o incluso la totalidad, de los ejemplares evolucionarían hacia la forma rústica de acebuche, puesto que ambas formas, como se ha dicho, son el mismo árbol y obedecen de modo reversible a la cambiante influencia de factores externos ajenos a los intrínsecos de la especie.
Algarrobo: Los algarrobos de nuestros montes (al menos los que conozco) proceden de formas cultivadas y abandonadas por el hombre, y salvo excepciones de algún ejemplar de gran tamaño, vegetan en condiciones difíciles, siendo preferibles las umbrías o exposición Norte para su mejor desarrollo. Si no se los come el ganado de pastoreo se rodean de brotes desde la base de los troncos, pero esto, por lo observado personalmente, asegura solo la conservación individual pero no su difusión a distancia, pues las vainas o garrofas que encierran la semilla son indehiscentes (no se abren), llegando a secarse totalmente y asemejarse a alargados sonajeros si las agitamos. Si a esto se suma la dureza de su tegumento o cubierta externa, se entiende perfectamente su escasa difusión natural, ya que el poder germinativo no se mantiene más allá de dos o tres años en condiciones ambientales. La reproducción se podría hacer, como en el olivo, mediante esquejes y estacas, y también por acodos enraizados, pero para asegurar, y al mismo tiempo economizar la reforestación, es preferible la semilla. Es más lento, pero el resultado es seguro, pues el algarrobo de semilla forma un poderoso sistema radicular pivotante capaz de penetrar profundamente en el suelo y encontrar la humedad inaccesible a otras especies. Tiene además la ventaja añadida de ser una leguminosa, y por ello, la capacidad de poder fijar nitrógeno atmosférico por simbiosis como el resto de plantas de esta familia.
Para provocar la germinación y nascencia de las semillas o garrofines hay varias soluciones, pero la más sencilla es ponerlas a remojo durante diez o doce días para ablandar sus duros tegumentos exteriores, y sembrarlas entonces de la forma indicada para el pino, echando varias semillas en el mismo hoyo para asegurar el resultado.
El marco de plantación, dado el posible gran desarrollo de la especie, debe ser muy amplio, por encima de 15 m., o aún mayor en suelos poco profundos.
Bayón: Esta planta crece rápido en condiciones normales, pues además de poseer clorofila y transformar como las demás los elementos que toma del suelo y aire, también es semiparásita y se aprovecha de nutrientes de raíces ajenas extrayendo su savia mediante órganos especiales. Su fruto es una baya de color rojo, y sus semillas son fácilmente recolectables en otoño e invierno para sembrarlas en la época y forma indicada.
Espino negro: Como el bayón, produce pequeñas bayas con semilla, pero para evitar pincharse las manos conviene recolectarlas con guantes. Se reproduce muy bien, al igual que el bayón, de forma natural una vez establecido.
Coscoja o chaparra: Es fácil recoger sus bellotas, guardarlas y remojarlas dos o tres días antes de la siembra. Convendría proteger del sol el hoyo de siembra en las horas de mayor exposición, bien por proximidad de alguna roca o cualquier arbusto, o cubriendo el hoyo con algo de broza o ramaje. Como en el resto de casos, se sembrarían varias bellotas juntas para elegir la mejor planta transcurrido el primer año.
Cornical: Este arbusto florece durante la mayor parte del año, excepto en verano, y produce abundantes semillas en sus vainas parecidas a pequeños cuernos. Aguanta bien la sequía y el calor, pero como ocurre con el bayón y el espino negro citados, el desarrollo es marcadamente mayor en umbrías que en solanas.
Consideraciones finales
Hasta aquí, el relato de lo que se considera más importante. Queda solo recordar que la planificación o distribución de plantas sobre el terreno se puede hacer de dos maneras: formando bosquetes o masas de una sola especie dominante sobre el resto de vegetación autónoma existente, o mezclando las especies entre sí, bien por hiladas o en aparente desorden. De modo natural ocurre frecuentemente lo primero, pues es corriente ver agrupaciones o manchas de vegetación donde predomina una especie concreta. Personalmente me inclino por lo segundo, por la mezcla de especies arbóreas con matorral intercalado, pues sus necesidades suelen ser complementarias, lo que puede ayudar a la supervivencia, respetando, naturalmente, las densidades de plantación señaladas, e incluso aumentándolas para dar cabida a matorrales y arbustos. Como se ha dicho, el algarrobo es una leguminosa, que como tal puede enriquecer el suelo en nitrógeno; el pino y la carrasca forman un sustrato bastante rico en humus en su proximidad; el acebuche y el espino pueden vivir por su cuenta en las peores condiciones, y el bayón es semiparásito y se aprovechará de lo que tenga más cerca, por lo que puede resultar una comunidad aceptablemente bien avenida.
Queda una cuestión por considerar: la leña, los troncos de los pinos secos por el Tomicus. Son, naturalmente, no solo un estorbo sino una preocupación por su especial combustibilidad en ese estado en caso de incendio. Pueden sacarse del monte o triturarlos in situ. Me inclino por lo primero por que la mayoría está en zonas a pie de monte y cerca de caminos, pues una vez convertidos en serrín más o menos grueso, lo que en principio puede parecer una bonita capa vegetal cubriendo el suelo podría producir un serio problema de déficit de nitrógeno si este material se mezclara con la tierra removida y el terreno se empapara de humedad con la lluvias, pues todo lo que estuviera bajo su influencia se vería afectado por carencias en este elemento salvo, claro está, que se incorporara cualquier abono nitrogenado para que la fermentación de la materia orgánica tuviera lugar en mejores condiciones. Los agricultores mayores recordarán, o habrán oído a sus padres, que cuando se abonaba fuertemente un huerto de cítricos con estiércol crudo los árboles se defoliaban y se perdía parte de la cosecha, recuperando el huerto su lozanía un par de años después cuando el estiércol fermentado devolvía el nitrógeno robado más su aportación propia. Y si esto pasaba con el estiércol crudo, con mayor riqueza inicial de nitrógeno por la presencia de deyecciones sólidas y líquidas del ganado, imaginemos lo que haría el serrín de madera en su lugar. Otra solución mixta a considerar sería dedicar parte de los troncos, previo tratamiento contra xilófagos, para construcción de albarradas retentoras de tierra en laderas y fondos de barrancos.
Por último, en el recurso a la maquinaria sería parco y prudente salvo en zonas accesibles y seguras donde, por su demostrada utilidad y rendimiento, pudieran evolucionar los versátiles tractores. Y en los sitios dificultosos, aunque me tachen de anticuado y retrógrado, pico y azada, o capazo y legón. Por que, según en qué lugares o circunstancias y teniendo las ideas claras, con las humildes herramientas manuales de toda la vida se pueden hacer grandes cosas. Y baratas.