San Miguel de Salinas

LA CRÍA DE CONEJOS EN HOYOS EXCAVADOS

Tomás Vte. Martínez Campillo

San Miguel de Salinas

LA CRÍA DE CONEJOS EN HOYOS EXCAVADOS

Tomás Vte. Martínez Campillo

hoyo conejo redondo: Elementos constructivos en un hoyo excavado para la cría de conejos
hoyo conejo redondo: Elementos constructivos en un hoyo excavado para la cría de conejos

La década de los sesenta del siglo XX, en consonancia con lo que ocurre en el resto de España, son años de cambios profundos en la distribución de la población de San Miguel de Salinas entre el núcleo urbano y el campo. Hasta esas fechas, las casas de las fincas del término municipal acogen una parte importante de los habitantes de este territorio del Campo de Salinas. Los propios orígenes del pueblo, allá por el 1600, se asientan en las casas de labranza y en sus pobladores, cuando varios hacendados deciden construir una ermita donde ahora se levanta el núcleo urbano.

Hasta finales de los cincuenta, las casas de labranza son unidades de producción cerrada1 con una agricultura de subsistencia, base de la economía local. Todavía en 1960, la cuarta parte de la población2 de San Miguel de Salinas vive en las numerosas casas diseminadas por el campo, y la cría de animales domésticos juega un papel importante en la despensa familiar. Gallinas para carne y huevos, pollos, conejos, algún cerdo, pavos, están presentes en la inmensa mayoría de las casas de campo y son frecuentes también en las del núcleo urbano.

Ese aporte de carne, complementario en algunos casos, exclusivo en los hogares más humildes, se ve reforzado por las actividades de caza, muchas de ellas furtivas, que tienen por objetivo al conejo, ya sea mediante la colocación de lazos, el uso de hurones o la escopeta. También la liebre y la perdiz sirven a estos fines, así como los palomares construidos en algunas casas de campo donde se crían estas aves y se capturan las palomas silvestres que acuden en busca de alimento. Algunas personas han recurrido a lagartos y culebras cuando el hambre ha apretado. El envisque ha sido otra técnica utilizada para la caza de pajarillos que, asados o fritos, han formado parte de la dieta. Caracoles guisados o fritos con tomate, y serranas en el arroz y conejo, también han sido animales incorporados como recursos alimenticios.

hoyo cuadrado: A veces se recrecía desde el borde del hoyo un muro de piedra y yeso y se colocaban palos sobre los que apoyar el espino.
hoyo cuadrado: A veces se recrecía desde el borde del hoyo un muro de piedra y yeso y se colocaban palos sobre los que apoyar el espino.

En el campo, gallinas, pollos y pavos merodeaban en libertad por los alrededores de la casa, recogiéndose a la puesta de sol en el gallinero, y los cerdos disponían de su cochiquera, a veces medio excavada en un declive del terreno. Por su parte, los conejos han sido objeto de una curiosa forma de cría en cautividad: en hoyos excavados en el suelo.

Estos hoyos, abiertos a pico y azada, se ubicaban cerca de la casa. Su forma y dimensiones eran variables: los había circulares, rectangulares y ovalados, siendo los más frecuentes los dos últimos3. Sus dimensiones se ajustaban a las necesidades familiares. La profundidad rondaba el metro y medio, con una anchura que oscilaba entre el metro y medio y los tres metros, y entre dos y cinco de longitud4.

La tierra que se extraía se amontonaba sobre el borde del hoyo formando una mota para ganar algo más de altura y tener que excavar menos, al mismo tiempo que servía para apoyar la protección. Todo el perímetro del hoyo, a excepción de unos sesenta centímetros, se cubría con ramas de espino colocadas perpendiculares al borde de tal manera que los extremos sobresalieran unos cincuenta centímetros sobre el hueco del hoyo; las colas se fijaban al suelo mediante la colocación de piedras gruesas o cubiertas de tierra. Este cercado plano de espino servía para impedir que perros, gatos o zorros pudieran acceder al interior y matar a los animales. Los sesenta centímetros libres eran la puerta de acceso, que se protegía con un zarzo tejido con soga de esparto y las propias ramas de espino sobre dos ramas de almendro. Este zarzo, al igual que el resto del vallado, se colocaba plano al suelo y se sujetaba con una piedra, siendo retirado cuando se quería acceder al fondo del hoyo bien para tareas de limpieza bien para la captura de algún conejo. Para acceder al fondo del hoyo se excavaba un escalón a mitad de pared.

En algunos hoyos, para no tener que excavar mucho y para asegurar protección a los conejos, desde el borde se recrecía un muro de piedra y yeso de aproximadamente un metro de altura5. A veces, en los de forma rectangular se colocaba un palo a lo largo del muro, algo separado de él, sobre el que se apoyaban las ramas de espino que habían de servir de barrera a los depredadores6.

El hoyo para conejos era ocupado por un macho y varias hembras. Ellos mismos solían excavar madrigueras en las que ocultarse, aunque durante la construcción del hoyo se abría una de poca profundidad con una barrena o una reja de arado, no más del largo de un brazo, en la que se refugiaban una vez cerradas las suyas y donde eran fácilmente capturados. Para el cierre de las madrigueras más profundas excavadas por los conejos se dejaba caer desde el borde del hoyo un tablacho de madera sujeto por una soga de esparto, con el que se tapaba la boca de la madriguera, quedando sujeto por dos finas estacas que se habían clavado a ambos lados de la entrada. Cada cierto tiempo había que sacar varios capazos de la tierra que los conejos extraían de las galerías.

A veces, en lugar de abrir una falsa madriguera se colocaban dos o tres tejas planas para que los conejos se refugiaran en su huida y ahí se cogían. Para el mismo fin también eran utilizadas dos o tres piedras. En ocasiones, donde el terrero era rocoso y resultaba difícil que los conejos pudiesen excavar, se les echaba en el hoyo la piña muerta del ágave o pitera desprovista de sus hojas secas y del tallo floral, que vaciaban a través de la zona seccionada del tallo seco y les servía de madriguera, donde resultaba fácil su captura llegado el caso. En medio de algunos hoyos se colocaban piedras o garbas de leña para que se refugiaran durante las horas de más sol. Incluso alguno contaba con una depresión en el centro para recoger el agua de lluvia y que no anegara las madrigueras, aunque no era extraño que tras fuertes lluvias algunos conejos perecieran ahogados7.

Los conejos eran alimentados con la hierba que se recogía por el campo, algunas de ellas secas y que durante la noche se blandeaban al ser humedecidas por el relente; también se les echaba algarrobas y alfalfa.

 Restos de un hoyo para cría de conejos en la finca de propiedad municipal “El Pallarés”, en Guardamar del Segura. A esa finca fue a vivir una familia de San Miguel que excavó dos  hoyos.
Restos de un hoyo para cría de conejos en la finca de propiedad municipal “El Pallarés”, en Guardamar del Segura. A esa finca fue a vivir una familia de San Miguel que excavó dos hoyos.

Mi agradecimiento a las personas que han buscado en su memoria la información necesaria para recuperar este fragmento de nuestra historia reciente:

D. TOMÁS MARTÍNEZ COSTA (22.02.1924), domiciliado en calle Pablo Neruda, 17. San Miguel de Salinas.

D. MANUEL FERRER GÁLVEZ (17.06.1923), domiciliado en Avenida del Mar, 3. San Miguel de Salinas.

D. FRANCISCO NAVARRETE PÉREZ (26.02.1927), domiciliado en calle Sorolla, 22. San Miguel de Salinas.

D. LUIS FÉLIX SÁNCHEZ CELDRÁN (20.11.1943), domiciliado en calle Virgen de la Paloma, 32. Torrevieja.

Asimismo a D. ANTONIO GARCÍA MENÁRGUEZ, arqueólogo municipal de Guardamar del Segura, que me mostró los hoyos de la finca El Pallarés.

1JOSÉ FERNANDO VERA REBOLLO. Tradición y cambio en el campo del Bajo Segura. Alicante, Instituto de Estudios Alicantinos, 1984. Nº 93. Págs. 97-99.

2Según el padrón de habitantes de 1960, la población de hecho en el término municipal de San Miguel de Salinas es de 2.164 personas, de las cuales 507, el 23’5%, viven diseminadas en 71 fincas rurales (algunas de ellas acogen varias viviendas en una única construcción, como es el caso de La Marquesa, o bajo el mismo nombre se engloban varias separadas entre sí y en propiedades independientes, como en Lo Carrasco). AHMSMS. Padrones y censos de población. Carpeta 188/1-9.

3En la Casa Grande había un hoyo redondo muy grande, de 4 ó 5 metros de diámetro.

4 En la casa de la tía Dorotea el hoyo de conejos era de unos 2,5 metros de ancho por 4 de largo y 1,5 de altura; alrededor de él se levantó una bardiza de cañas para protegerlo de la depredación de perros y zorros. La mixomatosis acabó con la decena de conejos que había y al infectarlo todo dejaron de criarlos allí.

5 En la hacienda de La Balsa, a unos diez metros frente a la casa, existía un hoyo circular de unos tres metros de diámetro y uno y medio de profundidad y recrecido exterior con piedra y yeso hasta un metro de altura.

6 En Villaberta, al sol naciente, frente a la casa, había un hoyo de unos tres metros de lado sin pared pero con palos alrededor sobre los que se apoyaba la leña de espino que protegía sus bordes.

7 En lo Ros había dos casas, la grande y la del tío Pascual, apodado el Chirivía, que luego pasó a llamarse del tío Navarrete (hoy desaparecida). El hoyo para la cría de conejos era cuadrado, de un metro de profundidad y tres de lado. Estaba en la punta de un bancal dando para un camino. El suelo era de piedra tosca, lo que dificultaba seguir excavando. Para darle más profundidad se recreció el borde formando una pared de piedra y yeso de 90 cm, que en el paño que daba al camino tenía una altura de 1,5 m. Las otras tres paredes tenían palos a lo largo sobre los que se apoyaba la leña de espino. Aun así un día entró un perro y mató algunos conejos. Tenía un arbellón para la salida del agua de lluvia, y varias madrigueras, algunas largas. Le echaban leña de naranjo y de olivera en el centro del hoyo para refugio de los animales.