texto y fotos Eduardo de Gea

Imagen de Nicolás Rodilla en San Miguel de Salinas
Imagen de Nicolás Rodilla en San Miguel de Salinas

Uno de los últimos ganados trashumantes que todavía llegan a la Vega Baja
Uno de los últimos ganados trashumantes que todavía llegan a la Vega Baja

Actividad tradicional milenaria. Los orígenes de la trashumancia del ganado se remontan casi a la misma aparición del hombre. En la Península Ibérica tuvo un importante auge durante Al Andalus y ya, en 1273 el Rey Alfonso X el Sabio creó la Mesta que trataba de organizar los rebaños nómadas. Aunque la trashumancia se sigue realizando los cambios han sido importantes como explica Nicolás Rodilla.

Su vida ha trascurrido entre ganados, desde que nació en 1931 hasta prácticamente la actualidad. Y es que Nicolás Rodilla Barrera de 80 años y natural del municipio de Javaloyes (Teruel) es miembro de una familia de pastores que se dedicaban a la trashumancia, un tipo de pastoralismo móvil, que se adapta en el espacio a zonas de productividad cambiante, en este caso, desde la sierra de Albarracín hasta los pastos de la Vega Baja y Elche. A los 14 años acompañado de su padre y de su hermano hizo su primera travesía trashumante con un rebaño de casi mil ovejas y apoyados con burros, que llevaban provisiones, hacia los campos de Elche y posteriormente de San Miguel de Salinas, municipio donde reside en la actualidad y donde se instaló definitivamente junto a su esposa en 1965 y tuvo dos hijos. En este momento dejo la trashumancia aunque continuó criando animales y cultivando terrenos de huerta.

Un mes andando 
Casi 30 días tardaban en llegar andando desde Javaloyes al sur de Alicante, donde pasaban los seis meses más fríos del año y hasta que volvían a su lugar de origen para pasar la primavera y el verano. Regresaban a finales de abril o principios de mayo dependiendo de la cantidad de hierba en los pastos. Nicolás Rodilla recuerda un refrán que decía: “a la Cruz de mayo a tu tierra serrano que te cante el cuco, y si no te vas pronto serrano se va con otro” en alusión a sus novias y esposas que se quedaban en su tierra para llevar la casa y cuidar la tierra. “Hacían de todo menos labrar”, señala.
“Mi padre y mi abuelo nos enseñaron y después seguimos mi hermano y yo”, relata este trashumante ya jubilado que recuerda las largas y duras jornadas de pastoreo bajo las inclemencias meteorológicas, lluvia, frío, nieve, calor, y casi sin lugares donde refugiarse. “Vivíamos una migagica a lo persona pasando muchas fatigas” señala. “Antes no había ni plástico ni nada; toda nuestra ropa era de pana y lana, y cuando llovían dos chispas todo se mojaba”.
Relata que a estos enseres se añadían el “callao” que todavía conserva, y una manta para protegerse del frío. Algunos llevaban una samarra (piel de oveja más impermeable) y el morral (bolso). “Dormíamos donde podíamos, al aire libre y a veces en alguna pequeña casa donde guisábamos”. Recuerda el paso de los ganados por El Hondo, por el puente de Orihuela y el de sillería de Rojales “que eran caminos ganaderos”. También las zonas de pastos de la sierra de Elche, del campo o de la Vega Baja donde pasaban los inviernos, como La Hoya y el Garbanzuelo de Torrevieja, la dehesa de Campoamor y las Asomadas en Orihuela, la Bernada en Rojales, Lo Monte del Pilar de la Horadada o La Balsa y Lo Quesada en San Miguel de Salinas.
Su calendario vital estaba marcado por la meteorología que se mezclaba con el Santoral Cristiano como cuando se arrendaban los pastos “de Cruz a Cruz (en referencia al 1 de mayo Día de la Cuz) o con la llegada al Bajo Segura “siempre por la Virgen del Pilar”. Recuerda como perdían muchas cabezas de ganado por las zonas que atravesaban porque sus habitantes se las robaban cuando pasaban por las puertas de las casas. “Era para comer, antes había menos maldad. Ahora Dios anda por el mundo y sin garrote”. Relata que la vida de pastor trashumante era “muy pero que muy dura”.
Lo que no sufrió la cabaña ganadera de la familia Rodilla fue el ataque de los lobos ya que en las provincias que atravesaban todos los años este animal ya había desaparecido. Otros pastores turolenses conocidos suyos si lo sufrieron en Jaén donde ” a principios de los años 60 sí habían lobos”, relata. Varios cientos de pastores trashumante bajaban todos los años de las frías tierras de Teruel hasta el Levante y Andalucía para conseguir pastos para sus ganados y poder subsistir a través de este oficio más que milenario de aprovechamiento de carne, leche y lana. Nicolás Rodilla recuerda, entre otros, a Domingo Soler Pascual natural de Sella (Teruel), padre del concejal Domingo Soler.

Proveedor de carne en exclusiva para Elche
Domingo Soler Pascual, padre del concejal de Torrevieja Domingo Soler Torregrosa, fue uno de los trashumantes turolenses que llegaron al sur de Alicante. Nació en Cella (Teruel) en 1905 y murió en Torrevieja en 1989. Empezó a trabajar con Martín Artigot en la finca Lo Monte del Pilar de la Horadada, haciendo los traslados a pie desde Teruel hasta Levante por las veredas reales. En 1952 deja Lo Monte y se instala en la finca Lo Marabú de Rojales con sus 400 reses. Tuvo relaciones comerciales con un carnicero de Elche llamado Perales que prácticamente le vendía todo su producto ganadero.

 

“Nos daba más miedo la Guardia Civil que el Maquis” Elche

Para Nicolás Rodilla lo peor de sus traslados tuvo lugar en la época de los Maquis, guerrilleros antifranquistas que se echaron al monte tras finalizar la Guerra Civil para luchar contra el nuevo régimen. “Pasemos miedo, pero no era por los Maquis si no por la Guardia Civil”. “Yo nunca hable con ellos pero sí los vi en el monte aunque sabíamos que siempre estaban cerca, sobre todo cuando íbamos por los Montes Universales (Cuenca); mi hermano sí habló con ellos”. Sobre estos guerrilleros señala que “no eran malos siempre pagaban los víveres”. Relata que la Guardia Civil “nos tenía acobardados al igual que a los vecinos de muchos pueblos para evitar apoyar a los guerrilleros”. Los agentes “se vestían incluso de paisanos para hacerse pasar por Maquis y saber quien hablaba con ellos; después los llamaban a cuartel para comprobar si los delataban o callaban”. Cada cinco días, Nicolás Rodilla y sus familiares, al igual que todos los pastores trashumantes debían refrendar la guía de trashumante (contabilizar las cabezas de ganado) ante la Guardia Civil o alcaldes para que comprobaran si faltaban ejemplares “por si los habíamos vendido al Maquis”. “El hermano de uno de los pastores que estaba con nosotros pertenecía al Maquis por eso tuvo muchos problemas”, recuerda con una memoria envidiable.