“LA EXPLOSIÓN EN BEIRUT, RESULTADO DEL ABANDONO Y LA DESIDIA GUBERNAMENTAL”.

Rafael Moñino Pérez


Al título del comentario que sigue sobre lo sucedido recientemente en Beirut he estado a punto de escribir el vocablo criminal en vez de gubernamental, su última palabra, pero dejo lo criminal para los jueces si es que alguna vez llevan a juicio a los verdaderos responsables.

Dos mil setecientas toneladas de nitrato amónico, o el equivalente a la carga de 54 grandes camiones con 50.000 kilos cada uno, es lo que dicen explotó el 4 de Agosto en el puerto de Beirut, donde se hallaban almacenados desde 2014 en precarias condiciones y sin la vigilancia adecuada, y precisamente en un país, Líbano, que, paradójicamente, según la FAO es un gran consumidor de fertilizantes, así que los agricultores comprando por su cuenta en el mercado abonos para sus tierras mientras el gobierno mantenía almacenadas miles de toneladas de valioso nitrato amónico requisadas a un barco ruso, y seguramente sesteaba desoyendo avisos, pues no me cabe en la cabeza que ningún técnico conocedor de la materia haya pasado por alto avisar más de una vez del peligro, pero no han debido hacerle caso pese a ser público y notorio que este producto ya ha causado históricamente desgracias parecidas, alguna de ellas mayor que la de Beirut, como la ocurrida en Tejas en 1947, con más de medio millar de víctimas, a la que hay que añadir otra que hubo en el mismo país en 2013. Cronológicamente, por citar algunas, han sucedido las siguientes en las fechas y lugares siguientes: 1916, Inglaterra (se oyó la explosión en Francia, al otro lado del mar); 1921, Alemania; 1947, Tejas; 2001, Francia; 2013, Tejas otra vez; y en 2015, Tranjin (China).

¿Y QUE ÉS EL NITRATO AMÓNICO?

Desde el punto de vista agronómico es el abono nitrogenado de mayor riqueza nítrico amoniacal del mercado. La mitad del nitrógeno está en forma nítrica, y la otra mitad en amoniacal, cuya suma puede estar entre el 32 y el 35% de nitrógeno total del producto comercial. Es un abono especialmente útil, pues su parte nítrica se libera enseguida y es absorbida por las raíces de las plantas, mientras la parte amoniacal se va transformando a su vez en nítrica para cumplir la misma función. También es el más higroscópico de los abonos, por lo que el mercado lo ofrece en forma granulada protegido por una capa aislante para que no se apelmace, que suele ser cal, tierra de infusorios o cualquier otro protector contra la humedad. Pero no siempre fue así, pues hace años, cuando no había plásticos, lo recuerdo como una sal cristalina envasada en sacos de yute embreados para evitar su contacto con el aire, mas como el aislamiento no era perfecto, si se alargaba el almacenaje o había cualquier pequeña rotura en los sacos se acababa convirtiendo en una masa de gran dureza que había que romper previamente para poderlo utilizar, como puede verse en una de las ilustraciones que se aportan sacadas de un manual de divulgación de abonos de la época, donde se recomienda usar un mazo de madera para deshacer los terrones de este abono, pues cualquier herramienta metálica capaz de producir chispas era peligro de incendio o de explosión.

Desde el punto de vista químico, el nitrato amónico es un potente explosivo si se dan las condiciones adecuadas para que se produzca la explosión, y lo ha demostrado sobradamente destruyendo buena parte de Beirut, haciendo de paso un cráter de 43 metros de profundidad, o sea, un agujero donde cabe un edificio de catorce plantas y, lo que es peor, matando a bastantes personas, efectos todos ellos proporcionales a la cantidad de producto que había almacenado. Se obtiene de la reacción entre ácido nítrico y amoniaco, productos ambos muy ricos en nitrógeno, y además de ser explosivo por sí mismo, el nitrato amónico también se utiliza como materia prima en la fabricación de otros explosivos. Por su parte, el ácido nítrico y sus sales están presentes en la práctica totalidad de los explosivos tradicionales, como las antiguas pólvoras negras a base de nitrato potásico, azufre y carbón, y en las pólvoras blancas o sin humo de bases simples de nitrato de celulosa, o de bases dobles de nitrocelulosa y nitroglicerina, y también en la dinamita y la trilita, por citar algunas de las materias explosivas más conocidas.

Por todo esto, que es solo el abecé de la química, y porque hasta un almacenista de abonos se hubiera echado las manos a la cabeza viendo las condiciones en que se hallaba durante años tal cantidad de nitrato acumulada en un hangar del puerto de Beirut, y conociendo que han ocurrido desgracias por explosiones de este producto en otros lugares a lo largo de la historia reciente, asombra ver hasta donde puede llegar la incompetencia, el abandono de funciones y la actuación irresponsable del gobierno del Líbano, sabiendo además que la agricultura, esa olvidada y maltratada actividad que nos da de comer todos los días a cambio de tan poco como recibe, habría resuelto el problema transformando el fertilizante explosivo en alimentos para su empobrecido país en vez de matar libaneses y destruir parte de Beirut, su capital.