“VEGETAR AL LÍMITE”

Rafael Moñino Pérez

Agente de Extensión Agraria 

Fotos.-Rafael-Moñino-PérezSÁBADO 01-10-2016Acebuches sobre pared rocosa

Para evitar la competencia y disponer de un espacio propio parece que lo mejor sea elegir lugares difíciles de habitar por los demás, y tratándose de vegetales, aprender también a administrar el agua, uno de los factores limitantes principales junto a otros condicionantes como salinidad, pobreza de suelo, temperaturas extremas, escasa luminosidad, plagas y enfermedades, etc. Es precisamente de la resistencia de algunas especies de plantas a la sequía, algo que por estas fechas tanto está afectando a las huertas suresteñas, el motivo de estas líneas, porque algunos ejemplos que nos rodean, de los que vamos a ver cuatro imágenes representativas: olivo, pino carrasco, granado y  palán palán (también llamado árbol tonto), son verdaderos paradigmas. Naturalmente, podemos observar que muchísimas plantas han logrado extraordinarias adaptaciones a circunstancias adversas, pero la mayoría de especies suelen ser de naturaleza herbácea, bien anuales, o perennes en forma de matorral, pero tiene más mérito sin duda cuando se trata de especies de tipo arbóreo, pues por su mayor longevidad están expuestas a mayor número de años y repeticiones de largos periodos de sequía, que deben superar, y que de hecho superan con éxito mediante estrategias tales como buen desarrollo radicular, parada estival, cierre parcial de estomas en horas de intenso calor, endurecimiento de tejidos, concentración de determinados compuestos solubles en las raíces, abarquillamiento o enrollamiento de hojas, abundancia de tricomas (pilosidad y otros específicos) etc., manteniendo así la transpiración a cotas mínimas adecuadas para conservar la temperatura de las hojas y partes tiernas dentro de límites vitales con el fin de evitar las quemaduras solares y la marchitez irreversible. También, ante algunos casos de difícil comprensión para los profanos en fisiología vegetal por la formidable resistencia que vemos en algunas plantas a la sequía (hablamos de plantas leñosas; los cactus parecen de otro mundo), debemos pensar que, como así sucede realmente, las estrategias citadas y otras que desconocemos por las que algunos vegetales logran resistir condiciones de sequía tan severas, se apoyan en mecanismos genéticos capaces de desarrollarlas en cuanto reciben los mensajes químicos adecuados –generalmente en forma de hormonas- que los activan.Granado sobre pared rocosa

            Comenzando por el olivo, (Olea europaea) a simple vista se identifican dos ostensibles formas vegetativas: una juvenil y otra adulta. La juvenil es la que vulgarmente conocemos como acebuche, de hojas y frutos pequeños, procedente casi siempre de semillas que, desgastado su tegumento por fricción durante su paso por la molleja de un ave, germinan a veces en lugares ten inhóspitos como las grietas de las rocas, tal cual se ve en los dos ejemplares de la foto. La forma adulta es el olivo que conocemos, de hojas y frutos de tamaño normal que solemos ver cultivado y también silvestre. La evolución de la forma juvenil a adulta solo se produce si las condiciones de suelo y humedad mejoran de forma adecuada; de lo contrario la forma juvenil se mantiene incluso durante siglos. Ambas formas son, a su vez, reversibles, o sea que si las condiciones se vuelven adversas, la forma adulta evoluciona hacia la primitiva forma juvenil, que es más resistente a la sequía; y si vuelven a mejorar, regresa de nuevo a la forma adulta, por lo que está bastante claro que este mecanismo es una baza especial, aunque no la única, que el olivo juega frente a la sequía a largo plazo. Con carácter circunstancial, también es notorio el abarquillamiento de hojas, observable a simple vista cuando aprietan el calor y la sequedad del aire. Como hecho casual y curioso hay que decir que el punto más alto de la sierra de Callosa, como atestigua el mojón geodésico del llamado Pico del Águila que se ve a su través, lo ocupaba el acebuche que se ve entre los dos montañeros de la foto; y digo que lo ocupaba, pues parece que a algún espécimen humanoide de dos patas –no se me ocurre mejor calificación- debió estorbarle y lo arrancó. Evidentemente, este acebuche, y otros que crecen sin escorrentías sobre crestas montañosas, dependen al cien por cien del agua del cielo y de la humedad del aire, y con eso se apañan.

            El segundo caso es el pino carrasco (Pinus halepensis). Se trata de la especie másolivo-pico-del-aguila-b resistente a la sequía entre la gran familia de los pinos, como prueba el hecho de ser el más numeroso que habita los montes del Sureste español hasta cotas de altitud cercanas a los mil metros. Prospera también, como los acebuches, encajando sus raíces a través de grietas rocosas, soportando altas temperaturas y sequedad atmosférica. El de la foto encontró su sitio, transportada su semilla por el viento mientras giraba vertiginosamente pegada a su sámara, sobre la parte superior de la fachada de la antigua estación de vía estrecha del ferrocarril Villena-Alcoy-Yecla (VAY), el llamado popularmente “Chicharra”, desaparecido hace casi cincuenta años, aunque hay que decir que, gracias al tejado, aparte del agua de lluvia ocasional recibe regularmente la escorrentía del rocío nocturno hacia la pared donde vive, por lo que sus problemas de sequía son llevaderos, además de que dicha escorrentía arrastra deyecciones de pájaros mezcladas con polvo atmosférico que forman un buen abono, lo que también ayuda por su parte a economizar agua, pues las plantas bien abonadas tienen esta propiedad frente a las mal nutridas. Pese a todo esto, una pared y un tejado no son lo más adecuado para vivir un pino, pero ahí está con tu tono verde oscuro rebosando lozanía.nicotiana-glauca-sobre-una-rendija-1

            El tercero, el granado (Punica granatum), lo descubrí casualmente en el monte donde se asienta el castillo de Cox hará unos cinco años, o quizá algo más, cuando los pinos pequeños que hoy le dan sombra no se la daban, pero como no tenía más de un palmo de altura no le di importancia, puesto que son muchos los árboles que nacen en cualquier parte y luego no prosperan. Vive sobre sustrato rocoso en lugar transitado, por lo que su origen pudo ser, tanto por la diseminación natural a cargo de aves frugívoras, como por la acción humana involuntaria si alguien pasó por allí comiéndose una granada, pero el caso es que ha prosperado hasta fructificar. El granado suele colonizar fácilmente taludes y linderos tanto en regadío como en secano, y tolera bien los suelos salinos, pero de ahí a vivir sobre las rendijas de las rocas, orientado al caluroso Sur mediterráneo y bajo la competencia de pinos carrascos, va un trecho, lo que demuestra una adaptación fuera de lo común para un árbol considerado como frutal.

            Y el cuarto caso, el de una planta a la que en otro escrito llamé algo así como el rey del solar, pues es en los solares que tuvieron edificios, y en escombreras, donde abundan el yeso y la materia orgánica, en los que mejor vive el llamado tabaco borde, árbol tonto o palán palán (Nicotiana glauca), que puede alcanzar los cinco o seis metros de altura, y tan ávido de yesos que se conforma con la rendija de una pared o la de las losetas de un viejo balcón abandonado. Sus semillas, al igual que su pariente el tabaco (Nicotiana tabacum), son pequeñísimas –en un gramo caben unas 14.000-, por lo que cualquier avecilla granívora, o incluso el viento, puede encaramarlas a lugares altos. En este caso hay que imaginarse, desde la nascencia, las peripecias y dificultades para el desarrollo de una plántula tan pequeña, partiendo de una semilla que no alcanza el milímetro de diámetro, hasta que sus raíces sean capaces de penetrar lo suficiente en la pared para obtener el agua que evite su desecación en días soleados y de aire seco. Pero así ocurre con este campeón  en su lucha por sobrevivir, como se ve en la fotografía.pino-carrasco-sobre-un-tejado

            Acabamos este relato con los cactus. Los hemos citado de pasada diciendo que parecen de otro mundo, y lo parecen en tanto que su estrategia frente a la sequía asemeja un prodigio de la química orgánica. Su cutícula o piel es dura y prácticamente impermeable. Durante el día, aguantando el calor, mantienen cerrados sus estomas durante las horas de máxima insolación para no perder agua; por la noche los abren, absorben gas carbónico, lo transforman en ácido málico y lo almacenan en las vacuolas celulares. Ya de día, desdoblan el ácido málico para recuperar el gas carbónico y hacen la fotosíntesis como cualquier planta verde. Y por si fuera poco, muchos de ellos se desprenden pronto de sus hojas rudimentarias o las transforman en espinas, dejando la función clorofílica a cargo de las zonas verdes de sus tallos y frutos.

            Como curiosidad añadida, el comportamiento de los cactus frente a la sequía producía antaño un singular fenómeno: Los pastores  podían observar que sus ovejas y cabras, cuando pastaban los chumberales, comían los cladodios, llamados vulgarmente palas, mejor por las tardes que por las mañanas. La causa de este comportamiento animal es que por las mañanas, las palas, debido al ácido málico almacenado durante la noche, tienen sabor amargo, pero por las tardes, tras la función clorofílica durante varias horas del día, se tornan dulces por la presencia en ellas de los azúcares formados en dicho proceso fotosintético.