A UN ÁRBOL, SIMPLE ÁRBOL

  (Elegía)

Antonio Martínez Charcos

Antonio-Martinez-Charcos

 

Formentera del Segura 17-12-2015

Del níspero que hay muerto en ese patio

que un día replantaron mis dos suegros,

quisiera fabricarme yo un charango,

por cantarle a su hija cuatro versos,

y decirle lo mucho que la amo

y que suyo seré para los restos.

Mas, temo cuando llegue yo a cortarlo

con la rabia chirriante de mis hierros,

que he de dejar un charco sobre el barro

abriendo el manantial que llevo adentro.

Cuando pienso en su fruto dulce y agrio

y su peluda piel y piñón grueso,

recuerdo aquellas tares de verano

que yo iba de visita tan contento,

en charlas con mi novia en su sombrajo

y él testigo mudo de mis besos.

Por eso hoy le escribo este epitafio

como de igual a igual, de compañeros;

que aun sabiendo que era sólo un árbol

y por fuera su aspecto un simple leño,

no siendo superior, como el humano,

también era otro ser casi perfecto.

Y aunque el son de su tono es de contralto

y puede parecer alegre y fresco,

yo habré de conseguir que suene amargo

pues la pena me afecta, y su recuerdo.

Hoy tengo bien guardado entre dos paños

un genial y magnífico instrumento

que deja al vuelo el alma cuando canto

y va por los confines con el viento.

Lo mismo que hoy mi novia está a mi lado

desde hace ya ocho lustros, si recuento,

tú habrás de reposar en mi costado

pues yo te haré sonar para los restos.

Al secarte, te has ido transformando

en un cuerpo vital, y en movimiento;

y aunque queda del tronco más de un palmo

con el cual cada día me tropiezo,

allí sienta el trasero más de un pato

y allí apoyo el capazo con el pienso,

y allí se toma el sol algún lagarto,

y allí me siento yo con mis recuerdos.

Tus raíces están bajo ese patio

porque allí te plantaron mis ancestros

y allí te quedarás invigilando

como mudo testigo sempiterno.