Intervención de Eugenio. Marco, en la presentación en Cox, el pasado jueves, del libro “Los Regadíos Medievales y su evolución histórica en el Bajo Segura

Eugenio Marco a la izquierda de la imagen
Eugenio Marco a la izquierda de la imagen

*Buenas tardes señoras y señores: Cualquier actividad tiene sus efemérides y sus anécdotas que, a la postre, suelen ser lo más 001recordado y, quizá, lo más ilustrativo. Por tanto, considero conveniente referir que yo he sido el último en incorporarme a este trabajo y que el “alma mater” es el arqueólogo Manuel de Gea, que puso el embrión en la edición nº 3 de ALQUIBLA, la revista de investigación del Bajo Segura, en 1997, con un extenso trabajo que lleva por título “LA FORMACIÓN Y EXPANSIÓN DECISIVA DE LA HUERTA DE MURCIA-ORIHUELA: UN ENFOQUE DESDE LA PERPECTIVA DE LA ORIHUELA MUSULMANA (siglos VIII- XIII)”, cuya extensión es de 62 páginas. La publicación que ahora presentamos lleva ya redactada cuatro años y, en principio, iba a ser editada por la CHS, pero al producirse el último cambio de tercio en la política nacional, con el consiguiente relevo de los dirigentes de esta entidad, le pasó como al arpa de Bécquer, “que se quedó olvidada en un rincón de un oscuro salón”; en nuestro caso, cajón. Tras ser rescatada del olvido y desechada de tientas, se procedió al peregrinaje por los santuarios oriolanos de la cultura, del que salió impresa hace ya un año, esperando el momento de despertar de su encantamiento, que ha llegado en el día de hoy, festividad de san Néstor. Manuel de Gea, como padre de la criatura y arqueólogo de profesión, era el más idóneo para haber asistido al Congreso Internacional de Riegos de Valencia, pero un compromiso familiar se le interpuso, por lo que el equipo redactor delegó en mí, “que soy el último de la fila”.
*Los autores de este libro enviamos al Congreso Internacional Regadío, Sociedad y Territorio, celebrado en Valencia el pasado septiembre, la comunicación que lleva por título: “Redes de regadío urbanas y rurales del Bajo Segura en época andalusí. Los casos del Segura y El Chícamo”. En la exposición multimedia que realicé en la sesión de “Historia y arqueología de los espacios irrigados; El agua en el islán medieval: ciudades, huertas y pastos”, concluí diciendo que “los árabes no pusieron la primera piedra, pero sí fueron los grandes impulsores del sistema hidrofluvial de riegos en el Segura y sus afluentes, sobre el que se ha desarrollado posteriormente todo el entramado reformado y mejorado que existe en la actualidad, que es de la época medieval, siendo sus artífices, como se puede apreciar histórica y arqueológicamente, la sociedad andalusí”. La comunicación citada está colgada y accesible en la web del congreso irrigatiónvalencia y la exposición multimedia en la Web: abanilladigital.com. Las vicisitudes del río-rambla El Chícamo y el aprovechamiento de sus aguas permanentes y de escorrentía, se han reflejado lo más documentadamente posible en este trabajo, en el que se destaca que el sistema de paradas y tandas continuas hasta ahora existente en la huerta de Abanilla, posiblemente sea una de las últimas reliquias arqueológicas en uso del riego a manta que quedan en España, desde al menos el siglo XII.
*El río Chícamo, también llamado la rambla de Abanilla, es el afluente más importante del Segura en la Vega Baja y el responsable hasta la década de 1960 de desastrosas inundaciones en Benferri, Orihuela, Cox, Redován y Callosa. Al margen de estos desastres naturales, debido a que el hombre invade los cauces fluviales de escorrentía, por ser terrenos muy fértiles, por los limos que se depositan, en el paredón de Benferri se encauzan sus aguas hacia Cox, Callosa y Redován. En El Escorratel tiene su inicio El azarbe de Abanilla, como así lo refiere Belluga en sus proyectos y memorias de las Pías Fundaciones, contribuyendo con ello al progreso de estas tierras. Por tanto, quiero resaltar esta relación geográfica y vecinal de Abanilla con Benferri, Cox, Callosa, Redován y Orihuela, que ha constituido un lazo de unión y dependencia desde los más remotos tiempos, pues las divisiones territoriales son un convencionalismo político. Antes de la conquista cristiana Abanilla formaba parte de la Cora de Tudmir. En 1304, por la sentencia de Torrellas-Elche, el Señorío de Abanilla, administrado por los Rocafull, quedo en el reino de Aragón, formando parte de la gobernación de Orihuela. En el siglo XV pertenecía Abanilla al arciprestazgo oriolano. La vía natural de la comercialización de los productos que se cultivaban y elaboraban en Abanilla, era a través de su núcleo de población mayoritaria más cercano, Orihuela, lo cual suscitó las quejas del Adelantado de Murcia, a la que pertenecía administrativamente. Estos lazos de proximidad han quedado patentes en el retablo de la iglesia de San José de Abanilla, realizado por oriolanos: los escultores Jacinto y Antonio Perales, así como sus pintores, doradores y carpinteros. Los músicos y danzantes de Abanilla solían participar en el Corpus de Orihuela y en otras festividades, como las de las santas Justa y Rufina, habiendo quedado reflejadas estas vicisitudes en varios legajos.
*Y, puesto que estamos en Cox presentando este libro, mencionaré la estrecha relación que en el siglo XVIII existió entre el maestro de obras-arquitecto- Benito Bolarín, miembro de la Academia de San Fernando, natural de San Fulgencio y vecino de aquí, que redactó y dirigió la construcción de un azud con sus acueductos, acequias y túneles, que recogían las aguas de escorrentía en Mahoya y regaban los terrenos de la margen izquierda del Chícamo, desde Santa Ana hasta el paraje de Mafraque y el Charco, lindantes con Benferri y La Murada. De dicho ingenio todavía quedan restos arqueológicos, incluso el azud. En estas obras también trabajaron algunos vecinos de Cox, cuyos nombres están en el apéndice 7 del libro. Abanilla, Benferri, Cox, Callosa, Redován y Orihuela, han sido una unidad de destino en cuanto al aprovechamiento de las aguas de escorrentía, antes de la llegada del Transvase, lo que le hace merecedor a este río-rambla llamado El Chícamo, de figurar en los anales de los riegos del Bajo Segura. El plano que ilustra la portada de esta publicación, corresponde al sistema de riego de boqueras de la rambla de Abanilla-Benferri, en la segunda mitad del siglo XVIII. Antonio Luis Galiano Pérez, cronista oficial de Orihuela y miembro del comité de redacción de este libro, pronunció una conferencia que lleva por título “Abanilla en las crónicas oriolanas”, cuyo texto se publicó en la revista de fiestas del año 1990. Entre otras cosas, reflejó la existencia en el Archivo de la Catedral de Orihuela de un mudamiento de 1644, “del azarbe de Abanilla”. Con motivo de esta charla, tuve ocasión de conocer a Antonio Luis Galiano Pérez.
Haciendo una ligera observación de los árboles genealógicos, se constata en la cuenca del río Chícamo los vínculos familiares existentes, cuyo ejemplo lo confirman los siguientes apellidos: Almarcha, Cartagena, Están, Rocamora, Rubira, Riquelme, Salar, Tristán y un largo etc. Y aprovechando que estamos en Cuaresma, referiré que en pretéritos tiempos, cuando las aguas de nuestros ríos afectos, el Segura y el Chícamo, no estaban contaminadas, abundaban los peces y croaban las ranas. Respecto a estos anfibios cabe destacar que en el siglo XIX y hasta casi mediados del XX, era normal el consumo y la comercialización de sus ancas. El afamado cocinero francés, Escoffier, las incluía como exquisitez en sus menús. Decía “que se podían consumir en Cuaresma, porque se consideraban pescado”. Es posible que esta costumbre culinaria la trajeran los árabes.
*Dicen que corregir es de sabios. Por lo tanto, aprovecho para advertir de la existencia de algunas erratas, que se irán publicando en la revista digital “La Crónica independiente de la Vega Baja”, que dirige Eduardo de Gea Cayuelas. Por ejemplo: En la página 73 pone que la distancia entre Orihuela y Abanilla, por el camino viejo, es de 25 Km, cuando debiera decir 16 Km; en los mapas sólo vale la escala gráfica, que no la numérica, puesto que han sido reducidos de sus originales; y algún desliz más que iremos notificando como “fe de erratas”.
*Quiero agradecer a Manuel de Gea Calatayud, a Rafael Moñino Pérez y a Patricio Marín Aniorte, el que me hayan dado la oportunidad de participar en este trabajo, lo cual fue una sorpresa para mí, por mi modesto caché y por aquello de que “nadie es profeta en su tierra”; y mucho menos en La Palestina Murciana, donde el que se mete a redentor termina “crusificao”. Citaré lo que dijo Rabindanat Tagore: “Agradezco no ser una de las ruedas del carro del poder, sino una de las criaturas que son aplastadas por ellas”. Quizá en esto radique la postrera gloria de los navegantes que no se dejan embaucar por los cantos de espurias sirenas. Referiré, porque viene a cuento, lo que le dijo el trovero palmesano José Mª Marín a don Ramón de Campoamor: Soy piedra que a la terrera/ cualquiera me arroja al verme. / Parezco escombro por fuera, / pero llegando a romperme/ doy mineral de primera.
*Ha sido para mí un honor y una grata experiencia, el haber tenido la oportunidad de asistir como ponente al citado congreso internacional de Valencia, con el tema de este libro, puesto que con ello se ha catapultado a la internacionalidad la historicidad de los riegos de la Vega Baja del Segura y su afluente El Chícamo. Quiero mostrar mi personal agradecimiento a la entidad editora y a las patrocinadoras, donde siempre suelen haber las excepciones que confirman la regla. Con esto se contribuye modestamente a la mayor gloria histórica de nuestros terruños. Y aunque dice el refrán que el agua pasada no mueve molino, sí que suelen ser las aguas pasadas una buena referencia y ejemplo para los molinos y los molineros del futuro, por ser fruto de la experiencia, que es la madre de la ciencia. Cabe citar al respecto lo dicho por mi paisano y amigo Al-Rhamiz, autor del libro “Mahoya y su historia”: “El Chícamo es un río sin agua, que sólo arrastra historias trituradas por el molino del tiempo”.
*Con la lectura de esta publicación que ahora presentamos disfrutarán del ayer, pues ya lo dijo Sócrates: “los pueblos que olvidan su pasado están obligados a repetirlo”. Ningún tratado de historia suele ser definitivo, pero sirven para que otros continúen indagando y mejorándolo; son un eslabón más de la cadena que enlaza el ayer con el hoy y con el mañana. Señoras y Señores, de mi parte, muchas gracias por su asistencia y por la atención prestada, lo cual puede ser interpretado como signo de su interés por esta publicación.