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El presidente del Consell, Alberto Fabra, tiene otra vez la oportunidad de soltar amarras con la alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo. Su nuevaimputación por corrupción le da la oportunidad de hacer lo que dice que ha hecho con otros imputados de su propio partido pero nunca hizo: obligarla a dimitir. Si no lo hiciera así es muy posible que, ahora sí, su destino político acabe amarrado al del barco a la deriva en el que va la propia alcaldesa y al que conduce a la ciudad de Alicante.

Cada minuto que Sonia Castedo siga encadenada al sillón de la Alcaldía de Alicante no será ya responsabilidad solo de ella. Al menos no la principal responsabilidad. Castedo no quiere irse, eso es evidente, pero su partido y su presidente autonómico, Alberto Fabra, son y parecen desde ya los colaboradores necesarios de que ella siga manchando la imagen de una ciudad. Ellos, y solo ellos, tienen la llave para romper este círculo infernal en el que andan Alicante y sus ciudadanos.

Que Castedo no se irá si no la empujan es cada día más evidente. Espera que la echen para mostrar sus cartas. Como lo es que su permanencia en el cargo supone un doble maltrato para una ciudad y sus gentes ya de por sí muy castigados por la situación social y económica. La desvergüenza política de una persona y la enfermiza incapacidad -pese a la gravedad de las pruebas y las conversaciones telefónicas intervenidas por la Policía- de ver y asumir su responsabilidad, y la complicidad de un partido, que tiene pánico a su reacción, van aquí de la mano. Se retroalimentan. La una no sería posible sin la otra.

Castedo acaba de sumar una segunda imputación –la primera es por la tramitación del Plan de Urbanismo- por presunta corrupción urbanística. Y ahora a cuentas del Plan Rabasa, situación en la que ya que comparte honores y privilegios con su mentor, el exalcalde Díaz Alperi, y con su empresario de cabecera y más que amigo de viajes y compadre de francachuelas, el empresario Enrique Ortiz. La gravedad de las acusaciones en uno y otro caso no dejan lugar a dudas de que la situación de Castedo es judicial y políticamente insostenible. Castedo tiene derecho a defenderse, faltaría, pero no a seguir ensuciando la imagen de una ciudad, no a hacerlo desde el sillón de mando al que sigue amarrada y amenazando a su partido.

Lo que aquí está en juego no es su honor, que también, sino la imagen de una ciudad, y eso debería estar por encima de Castedo y del PP. Y como es difícil pensar que la alcaldesa vaya a entenderlo y a actuar en consecuencia –en el envite se juega el todo o la nada-, al menos sí que parece exigible una reacción en este sentido a las siglas políticas que la cobijan.

Dijo Alberto Fabra recientemente en una entrevista que si Sonia Castedo seguía imputada cuando se atisben las elecciones municipales, esa situación sería incompatible con la de ser candidata. No parece que a estas alturas de la partida esto sea ya suficiente sino quiere ser él y su partido cómplices del destino judicial y político de la alcaldesa de Alicante.

Dijo y presumió también Alberto Fabra de haber limpiado su grupo en las Cortes de imputados desde que accedió al cargo (había 11 y quedan 2, apuntó), pero es esta, otra vez, una verdad a medias. El verdadero relato no parece que sea precisamente ese. Él –Alberto Fabra- y su partido solo han actuado cuando los jueces les han ido señalando el camino, cuando las sentencias, las evidencias y las pruebas de corrupción –ahì están Rafael Blasco, Hernández Mateo, Díaz Alperi…- eran tan incontestables que sus alfiles manchados de corrupción iban ya cayendo como piezas inservibles.

La pregunta que se deduce de lo anterior es esta: ¿Es Castedo ya, hoy mismo, tras esta nueva imputación, uno de estos naipes caídos? Ahora, con ella, tiene Fabra la oportunidad de hacer lo que dice que hace pero no ha hecho hasta aquí: pedirle su inmediata dimisión. Marcar territorio político. Decirle que si sigue de alcaldesa, que seguirá, que, al menos no lo haga manchando las siglas de un partido, el PP, y dejarle claro también que una ciudad –Alicante- no se merece tanto maltrato. Y sobre todo durante tanto tiempo. Pues lo que investigan jueces y policías, lo que se dilucida aquí es el urbanismo a la carta patrocinado por ella y Alperi y éstas trapacerías como quien dice no son de hoy, de ayer, ni de anteayer. Son, pásmense, hechos de hace seis, ocho y diez años. Demasiado tiempo para no darse cuenta de qué estamos hablando. En twitter @plopez58

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