Esta entrevista fue realizada semanas antes de que José Alexis Martínez abandonara Sierra leona por culpa del virus del Ébola

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Texto E. DE GEA

Siguiendo los pasos africanos de Leo Messi e Iker Casillas,  la Villa de Madina en Sierra Leona acoge a prácticamente la única persona blanca de la zona: José Alexis Martínez Martínez, vecino de  Formentera del Segura. Desde hace dos meses este joven de 36 años e ingeniero mecánico de profesión, es uno de los componentes de la “Fundación Leo Messi. Elegí crecer”, una ONG que trabaja para reducir la mortalidad infantil en el marco de un programa sanitario-nutricional donde se da alojamiento a decenas de mujeres por semana y abastece de medicamentos y alimentos a cientos de niños en estado de desnutrición.

Sierra Leona es uno de los países más pobres del mundo. En Madina, situado en la la región  de Kambia, hace unos años el portero Iker Casillas inauguró un campo de futbol, por llamarlo de alguna manera, y Leo Messi colabora activamente con su dinero.

“Vine por curiosidad, para ayudar en todo lo posible a estas personas y me he llevado muchas sorpresas” señala por vía telefónica Alexis Martínez. Entre ellas, indica, “lo felices que son. Me impresionó mucho lo felices que  con lo poco que tienen se apañan, lavan la ropa a mano, cocinan con leña  y la comida se basa sobre todo en arroz blanco; lo peor es la sanidad y la higiene por eso estoy aquí colaborando en lo que puedo”

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Este joven de Formentera reconoce que está viviendo una experiencia “dura, muy dura”. Entre otras cuestiones  porque no puede comunicarse con nadie debido al idioma. “Hablan un inglés muy mal pronunciado que no entiendo. Y claro,  el idioma local, el limba, tampoco lo hablo”.

Hasta el próximo mes de noviembre permanecerá en este alejado punto africano. Sobre si volverá explica que “decidirá en su momento”.

 

En la Fundación Leo Messi, es uno de los encargados del mantenimiento  del centro médico o como bien dice “más parecido a un tambalache” donde el frigorífico para guardar medicinas “no funciona”, señala.

Sus tareas van desde desinfectar el lugar, hasta limpiar los aseos o participar en la distribución de medicinas o en el comedor.

El centro solo cuenta con una hora de energía eléctrica al día, de 19.30  a 20.30  horas proveniente de un generador de gasolina .

En Madina, se carece de agua potable. La que se utiliza proviene de pozos, aunque Alexis Martínez la bebé embotellada que le cuesta 60 céntimos, una precio astronómico para los habitantes de la zona. A modo de ejemplo la cocinera del centro cobra 50 euros al mes.

“Carreteras tal y como las conocemos aquí, en esta zona de África no existen; son caminos de tierra intransitables en época de lluvias” explica. Por ello, para desplazarse a las aldeas más lejanas que tienen que atender,  a unos 50 kilómetros,  “los viajes son muy pesados; llueve mucho hay muchos baches y grandes charcas” indica vía telefónica.

Explica que está viviendo un choque cultural muy fuerte, viviendo sensaciones  contrapuestas. “Es muy duro. Echo de menos por ejemplo ver el telediario cuando estoy cenando, y otras pequeñas cosas que en España no se le da valor”.

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Su ánimo varía según el día. Dice sentirse un poco solo pero en definitiva asegura estar bien, tanto de salud como de moral .

Su quehacer diario como las de sus vecinos  se guía por la luz solar.  “Aquí la gente vive con el sol. Nos levantamos cuando sale y nos acostamos cuando se esconde. “Tener una bombilla en una casa en un lujo”

Alexis Martínez rompe con los cánones de nuestra sociedad donde, nadie o casi nadie se mueve  si no es a cambio de un sueldo. Él, corre con todos sus gastos personales y trabaja en la ONG a cambio de  alojamiento y comida. Una comida basada casi al 100% de arroz blanco mezclado  con hojas de patatas y aceite de palma : “A veces le doy dinero a la cocinera para que me compre en el mercado de Madina  pollo o pescado”

Comparte sus tareas con el resto de personal del centro, un médico, una enfermera, el coordinador y la cocinera . Debido a la falta de medios, no puede aplicar sus conocimientos de ingeniero mecánico para hacer un poco más agradable la vida de los habitantes del lugar. “Tengo muchas ideas que podría aplicarlas en el futuro cuando conozca bien la zona y se cuente con medios” indica

Se siente muy feliz cuando recorre en su labor humanitaria poblados lejanos a bordo de un todoterreno. “Muchos niños se asombran al ver una persona blanca, nunca han visto ninguna; juego con ellos, les hago fotos, me enseñan la aldea y se asombran al ver mi pequeña radio” explica.

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