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El alcalde de Malagón (Ciudad Real), Adrián González (PP), ha demostrado ser buen lector del Lazarillo de Tormes y del tiempo en el que unos comían y otros miraban: “Aquí siempre ha habido familias que han pasado hambre”, ha dicho. Y debió decirlo tranquilamente, sin inmutarse, como quien afirma algo así como “Yo siempre tomo un café después de comer”. Es su respuesta a la petición de apertura de los comedores escolares para que algunos niños de su pueblo puedan hacer al menos una comida caliente al día.

Algunos de los compañeros de viaje de este aprendiz de lazarilloen otras comunidades lo ven igual de claro: “Si abrimos los comedores escolares estigmatizamos a los niños y damos mala imagen”, han afirmado sesudos responsables desde varias comunidades gobernadas por el Partido Popular. Y se supone que, como González, lo dicen también sin ruborizarse y como respuesta alSOS de la Defensora del Pueblo, Soledad Becerril, de su propio partido, para hacer frente a la pobreza infantil en verano, cuando cierran los colegios.

En la película estadounidense The Hunger Games (Los Juegos del Hambre), una de las más taquilleras de todos los tiempos, de gran éxito entre la juventud americana y basada en el best seller del mismo nombre de Suzanne Collings, vemos un mundo organizado en comunidades que viven en condiciones de miseria y explotación gobernadas por unas élites privilegiadas que a su vez están rodeadas por la abundancia y con todo tipo de derechos, incluido el de disponer de la vida de los habitantes de las propias comunidades que gobiernan. Para evitar la rebelión de las masas hambrientas se organizan todos los años un gran festejo, unos Juegos del Hambre. Cada comunidad elige a un representante que deberá luchar encarnizadamente por sobrevivir: solo uno lo logrará. El resto acabarán matándose entre sí. Una manera de atajar el problema.

Curiosamente en estos últimos días cuatro informes (Cáritas, Unicef, INE y Fundación Bancaja) han dado a conocer exhaustivos datos en los que se advierte que la pobreza en España, la infantil y la otra, no para de crecer, ha venido para quedarse y ya es estructural. Estos datos terroríficos son siempre mucho peores en la Comunidad Valenciana. Aquí la falta de proteínas forma parte de nuestra piel. El lazarillo habita entre nosotros, podemos mirarle a los ojos, está en nuestros barrios, en nuestras calles.

Así las cosas, se ve que algunos prebostes han debido aprovechar estos días para releer la novela picaresca española por excelencia. Tanto que se atreven a hacer bromas con ella (“Aquí siempre ha habido familias que han pasado hambre”), pero debe suceder también que aún no ha llegado a sus manos la novela de Suzanne Collings. Estamos de doble enhorabuena. Se ríen en nuestras narices pero (aún) no han dado la orden de que empiecen los Juegos. De decirnos claramente lo que piensan: que el problema se arreglaría si empezáramos a despedazarnos entre nosotros. En twitter @plopez58