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Los dos pecados de Alejandro Soler por Pepe López

¿Debería volver el exalcalde de Elche Alejandro Soler a los cargos en el PSOE tras ser absuelto por el juez de los delitos de amenazas y malos tratos contra su exmujer? ¿Debería haber declarado Alejandro Soler en caliente –veinticuatro horas después de conocer la sentencia- que es partidario decambiar la Ley Contra la Violencia de Género para (se supone) evitar casos como el suyo? Son dos preguntas complicadas, espinosas, de difíciles y polémicas respuestas porque afectan de lleno a la ejemplaridad exigible a los cargos públicos y que, por tanto, van más allá de la esfera personal. Por eso están traídas aquí. Por la parte pública.

Empecemos por la segunda cuestión –los cambios en la Ley– y ya llegaremos a la primera. Alejandro Soler como ciudadano particular tiene hoy, sentencia en mano, todo el derechos a sentirse victima de una ley que, ahora y cuando le afecta a él, le parece injusta, pero no parece que pensara eso mismo cuando era alcalde de Elche. Pero eso, creo, no le da ningún derecho a pedir públicamente que se debería cambiar la norma. Al menos no como excargo público. Este es su primer pecado. Hacerlo en caliente y por razones estrictamente personales.

Si habíamos quedado que los cambios en las leyes no se deben hacer –ni, se supone, pedir- en caliente, ¿entonces, a cuánto de qué vienen ahora sus palabras? Lo que ha hecho Soler es, con la lógica distancia necesaria, lo mismo que como cuando los familiares y allegados de las víctimas de crímenes horrendos, de atentados terroristas, etc., piden el endurecimiento de la Ley y hasta la pena de muerte. Soler ha hecho lo mismo. Da por supuesto que su exmujerse ha valido de unos supuestos agujeros negros en la Ley de Violencia de Género y de los resquicios de la norma, para ir a por él, pero olvida que la actual legislación ya contempla preceptos legales seguramente suficientes para perseguir y castigar las denuncias falsas.

Si él tiene alguna base y datos para considerar que ha podido ser víctima de algo parecido es su obligación y está en su derecho en denunciarlo, como sería la obligación de la Fiscalía –que, recordémoslo pedía para él 28 meses de condena- en hacer lo propio. Pero la sentencia no dice eso, la sentencia dice que no han podido probarse los hechos, y nuestro marco legal establece que no se le debe condenar a nadie sin las pruebas suficientes, y a la vista está que las pruebas presentadas contra él no le han parecido suficientes al magistrado que ha dictado sentencia.  

La segunda cuestión, política y socialmente más relevante, es si no se ha precipitado Soler, y el PSOE parece aceptar, en pedir y anunciar que este va a ser reincorporado a todos sus cargos excepto a la portavocía de la Diputación donde seguirá previsiblemente David Cerdán tras de que aquel se apartara hace más de un mes de todos sus cargos al abrirse juicio oral. 

Si en el ámbito personal Soler tiene a día de hoy todo el derecho a pedir que se le restituya su honor mancillado, una mínima coherencia del partido que patrocinó esta legislación que trata de perseguir una de la mayores lacras de nuestra sociedad (más de 700 victimas mortales en diez años, y cientos de miles de vícitmas más…), habría aconsejado dejar pasar una tiempo prudencial antes de anunciar esta vuelta a la normalidad.

Precipitar su regreso como parece se va a hacerlo y hacerlo de la forma como lo ha anunciado el propio Soler que se va a hacer, es muy probablemente dar argumentos a quienes defendieron, defienden y seguramentge defenderán la existencia de un altísimo numero de denuncias falsas de mujeres contra sus maridos, compañeros, etc. –lo que no se compadece en ningún caso con la realidad ni con la estadística-, que son los mismos que ven en la Ley actual un amparo legal a una (supuesta) especie de persecución contra los hombres. Son los mismos que han aprovechan hechos como el presente para cargar en las redes sociales contra el Feminismo como movimiento, lanzándo todo tipo de insultos, el más suave de ellos es “feminazis” y que, en definitiva, solo son una muestra más de lo que la propia Ley trata de perseguir.

Por eso, lo que ha hecho y dicho Soler no solamente no debería haberlo dicho como responsable político, si no que además es muy probablemente un absoluto dislate. Este es, a juicio de uno, el segundo pecado del exalcalde de Elche. Haber confundido la persona con el cargo y tratar de valerse del segundo para beneficiar al primero. Y, en este caso y muy posiblemente, compartido por quienes en su propio partido le acompañan en este recorrido. A veces, la ejemplaridad también es esto. En twitter @plopez58