“ARBORICIDIO CONTUMAZ”

Rafael Moñino Pérez
Agente de Extensión Agraria 

Fotos.-Rafael-Moñino-Pérez

Jueves 26-10-2016

Hace menos de un mes se publicó en este periódico bajo el título “Vegetar al límite”, entre otros asuntos, la aparentemente feliz singularidad, aunque lo de feliz ha desaparecido, de la existencia de un pino carrasco sobre el tejado de la vieja estación de vía estrecha del Chicharra en Villena, edificio abandonado a su suerte y cuyo único valor dinerario será seguramente el del solar. El texto se acompañaba de una fotografía del pino que ya es historia, como historia son otros casos similares en muchos pueblos.olivo-pico-del-aguila-b-3
Este hecho, y el que contaré de otros lugares, sugiere que a veces, cuando se descubre, o simplemente se señala algo que está a la vista pero que pocos reparan en él, lo mejor sea callarse y disfrutar a solas de su contemplación como si fuera un cuadro robado para deleite propio, pues, de causa a efecto, menos de un mes ha bastado entre la publicación de la existencia del pino y su desaparición -“temprano madrugó la madrugada, temprano estás rodando por el suelo” (como dijera en otra ocasión y motivo Miguel Hernández)-. En la tala de árboles, cada pueblo tiene su particular historia, como podrá ver cualquier vecino que mire para adentro. El progreso, la mecanización, el transporte, exigen sus sacrificios. La desaparición de olmedas, alamedas y morerales a ambos lados de las vías de comunicaciones nacionales y comarcales se explica por la estrechez original de los caminos carreteros que las motivaron y por el peligro para circular con automóviles, pues cualquier salida accidental de la vía por despiste o avería terminaba inevitablemente colisionando contra sus troncos. Pero el casco urbano es distinto. Está pensado, o al menos así lo creo, para vivir, para circular, no para correr motorizados a gran velocidad. Por eso, aprovechando hace años una mesa redonda sobre Medio Ambiente -debería mejor llamarse Medio Natural- convocada por un ayuntamiento de mi comarca de trabajo, a la que fui invitado, protesté por la tala de los últimos olmos que quedaban al final de la principal arteria urbana de la localidad. Un concejal asistente justificó el hecho diciendo que los olmos eran viejos y que estorbaban a las viviendas hasta meterse por los balcones. Hubo que recordarle a este buen hombre que los ciento diez anillos de crecimiento que tenían los troncos cortados (y que él no se había molestado en contar) demostraban que los olmos contaban con ciento diez años de edad, y que esos años, considerando la longevidad media de nuestros olmos, aplicados a la especie humana sería como llamar viejo a un mozo de 30 años.

olivo-pico-del-aguila-sin-acebuche-3-1En cuanto al estorbo causado a las viviendas, se le dijo que eran precisamente las viviendas las que estorbaban a los árboles, puesto que fueron plantados allí más de cien años antes de que éstas se construyeran; y también se le recordó que otro ayuntamiento de la misma localidad, años antes, había cortado algún árbol de gran fuste para ver mejor los desfiles festeros. Pero volvamos a nuestro pino del Chicharra: Como individuo, no significaba gran cosa; existen muchos miles de pinos con mejores perspectivas de futuro de las que tiene vivir sobre un tejado, pero tenía algo a su favor: la singularidad del lugar de nacimiento. También, en Callosa de Segura, coronando los 568 metros de la cima de su sierra, junto al vértice geodésico -téngase en cuenta lo escarpado de esta sierra y que partimos desde casi el nivel del mar para escalarla- había un olivo acebuche de más de un metro, el que se ve entre dos montañeros en una foto publicada también en La Crónica el pasado día 1 de este mes, olivo que en la otra ya no está, como puede apreciarse por la limpia visión del mismo vértice geodésico. Tampoco importaba mucho. En esta sierra, y en la mayoría de nuestros montes, viven miles de acebuches, algunos de ellos pluricentenarios, pero ese ejemplar destacaba entre los demás por la singularidad de crecer a mayor altura que el resto de árboles de la sierra, y han sido precisamente las singularidades de ambos árboles, pino y acebuche, la causas de su muerte: Se ve que estorbaban, como a algunos
en otras cuestiones estorba que alguien ajeno a ellos destaque, por lo que tratan de igualar a todos por abajo. Manos y cabezas hay a las que irían mejor calcetines por guantes y alpargatas por sombreros.