EN CORTÍSIMO Y POR DERECHO: “SETECIENTOS MEDIOS TERRESTRES Y VEINTE AÉREOS”

El Cojense

e.p.

JUEVES  09-08-2018

Al contrario que otras veces, estaba decidido este verano, a dejar pasar las habituales estupideces de los pazguatos locutores de turno, especialmente de la radio, pues la televisión hace muchos años que la voy dejando de lado para dedicarme a ocupaciones más adecuadas al bien del intelecto, pero las palabras con las que en una emisora ha comenzado hoy, 8 de Agosto, las noticias sobre el incendio de Luchente la locutora (en este caso pazguata), me han soliviantado: “Setecientos medios terrestres y veinte aéreos”, ha dicho. Y tan tranquila. Después ha hablado un capitán piloto sobre las dificultades del manejo de los aviones según la orografía del terreno, y también, hace unos días, por los incendios en Andalucía, el encargado de la cosa se refería a las aeronaves intervinientes en la lucha contra el fuego. Bueno: Ya sabemos de qué va el asunto, y también que los setecientos medios terrestres y los veinte medios aéreos no eran fracciones numerales equivalentes respectivamente a trescientos cincuenta enteros terrestres y diez enteros aéreos, porque, gramatical y aritméticamente hablando, eso y no otra cosa expresa lo que ha dicho con tamaña estupidez.

            Pero no voy a perder el tiempo esta vez explicando al memo (o mema) de turno lo que significan los medios y los efectivos que con tanta soltura y bobería manejan, ni la forma correcta de tratarlos sin patear el idioma como ellos hacen, para mejorar su lenguaje. No se lo merecen. Porque hay dos clases de ignorantes: los inculpables que no han tenido oportunidad de ir a la escuela -merecedores por ello de nuestro respeto y consideración-, y los que habiendo pasado por las aulas -y seguramente obtenido un título académico- han transitado por ellas sin contaminarse lo más mínimo, como se descubre en cuanto abren la boca.

            Esta plaga, que también incluye a bastantes políticos, y que con altibajos se padece todo el año, es especialmente agresiva en verano, pues, además de medios y efectivos incluye inmisericordes calcinaciones e inundaciones de geografías de todas clases (a las mías no les pasa nada; siguen incólumes en los estantes de la librería) y puntos álgidos a granel (¿sabrán, acaso, lo que significan álgido y calcinar?).

            Por último, y sobre todo en el lenguaje político, está el miedo a decir las cosas claras y por sus nombres. Del incendio de Luchente, al parecer, se sabe perfectamente la causa: el rayo de una tormenta seca. Conozco bien este fenómeno por haberlo visto hace años: no uno, sino tres incendios casi simultáneos en la cresta de un monte, separados por unos cientos de metros entre sí, pero llovió después y se apagaron. Más cuando se producen varios incendios sin tormentas (hasta treinta hace poco en el Algarve portugués), y a veces hasta por la noche, esos son provocados por asesinas manos humanas, y así hay que decirlo salvo que se prefiera pasar por estúpido diciendo otra cosa para contentar a la clientela, como tampoco se puede llamar presunto asesino al que, como dibujó en una de sus viñetas Antonio Mingote, le clava a otro un presunto cuchillo en la espalda. Ya está bien de tonterías. En los montes, ni en los días más secos y calurosos se dan de modo natural temperaturas capaces de quemar nada, ni se causan incendios por arrojar colillas aunque lo diga la Dirección General de Tráfico y nos multe por ello.