CRISTIANOS Y MOROS: FABULACIÓN Y REALIDAD

DEL ORIGEN ET COMO COMENÇARON LAS FIESTAS DE MOROS ET CHRISTIANOS QUE AGORA SE ZELEBRAN

RAFAEL MOÑINO

SÁBADO 24-10-2015

IMG_20151022_164207

 

Don Gil de Altacollexa e Melgarejo resçibió al mensaxero ca le embiaba Omar Alhamar, cabdiello que era de las huestes sarrazenas, et le oyó fablar con arta pazienzia, mesura e sossiego, cosa ca raras veces solía fazer.

Fabló, pues, el mensaxero et dixo el mensaxe ca traía en la seua memoria (et que también portaba escripto en foja de papel manque leer non sabía), ca dezía lo mesmo de otras vezes, o sea ca los christianos avian de rrendirse et entreuar la plaça et la cibdad et su alfoz a los fijos de Mahoma guiados por su gran cabdiello Omar Alhamar, que Alá guarde, et que de no fazello sería alongado el cerco, et los que non fueren muertos por la sedía et la fambre lo serían por las catapultas e por las zimitarras e por otras armas de filo, et sus cuerpos avían de ser clauados en palos et arrastrados, et las mugeres ultraxadas et offendidas sobremanera.

Ansí desta guisa fabló el mensaxero moro, et muchas otras cosas dixo con altanería e soberbia, et con verbo offensivo a vezes,  magüer que esperaba le fuera cortada la su cabeça commo era costumbre facer a los mensaxeros portadores de malos mensaxes, que ge la cortaban, et por eso fabló a plazer e sin regomello.

Oyólo Don Gil de Altacollexa e Melgarejo con grand comedimiento, como se ha sennalado, et ansí le dixo al mensaxero: -Non es bueno guerrear sin tasa por las muchas muertes e calamidades que se produzen en las nuestras et las vuestras mesnadas, con grande llanto de madres et de esposas por los suos homes, fijos et maridos, et de otras parentelas, et contribuyentes a las rreales arcas, et en prueba dello cata que non voy a darte al verdugo commo es costumbre, et tornarás a tu sennor con este otro mensaxe ca le dirás bien dicho de palabra et por lletra del escriuano, ca escriuirá lo que sigue: “De parte de Don Gil de Altacollexa e Melgarejo, sennor de las muy christianas huestes ca pelean e liçan con grand valor et coraxe: Ca veyendo ca son artos ya los villanos et los lugareños de entrambas partes de la frontera de razzias, correrías, algaradas et toda clase de tropelias, saqueos e pillaxes, ora por huestes moras, ora por christianas, ora por bandas de malfechores, et de morir gentes a yerro et a fuego, et de non haber et gustar esquilmos de tierras et de ganado asaz tranquilos, et de ir a caer con empréstidos a garras de usureros, con grande mengua de la fazienda para satisfazer el prescio de soldadas a paxes e mesnaderos, et en cargo a estas raçones et a otras ca os dirá el vuestro vasallo, ca os enbío vivo en prueba de mi gran generosidad et buena fe et nobleça, sin cortalle la seua cabeça, magüer ca fuera mi primera intención facer tal cortamiento quando vile ante mí, et sin que vierédeis baxo el mío gesto ardite de debilidad e floxedad alguna, antes bien, la fortaleça demostrada en las esforçadas lides abidas agora e que ovo siempre, os ruego seades servido de catar las siguientes raçones e ofertas ca yo, Don Gil, os propongo:

Ca en tierras fronteriças e neutrales se erixa plaça de armas et se faga simulada fortificazión almenada fecha de palos e materiales non offensivos et dannosos para facer de broma lo que de veras facemos, o sea, cavalgar et guerrear sin dolo una vez por anno, et confraterniçar et yantar luego de desfilar las mesnadas al son de annafiles, duçaynas, trompetas e atambores, et con grande folgança e bayles e músicas luego, et baxen e vingan de las aldeas vezinas moços et moças et quantas gentes pluguieren a zelebrar festexos, banquetes e xolgorios, et, por fin, confraterniçar ambas tropas et villanos cumplidamente commo nunca vióse.

Otrosí, os propongo que, si bien os paresce, vos e yo fagamos de embaxadores en la voz de los nuestros rreyes et soberanos, ca los Cielos guarden, et lleuaremos embaxadas asaz rrespetuosas et bien adereçadas de dichos cavallerescos et de verbos biensonantes ca sirvan de exemplo a toda grey de mesnaderos, villanos, plebeyos et canalla, et non caeremos en baxeças propias del lenguaxe de follones et malandrines com se suele a vezes quando el noble es lleuado de la yra et olvida la seua nobleça.

Otrosí, ca seyendo cumplidas las embaxadas e dichos, fagamos a turno el asalto a la fortaleça con espadas, zimitarras et lanças todas ellas de canna et de cuero bien sobado ca non fagan danno, et cargaremos catapultas e lombardas con paxa sin enzender, et non con piedras et casquixo com se suele, et en vez de azeite irbiendo se arroxará por almenas et barbacanas agua limpia ca non faga otra cosa ca moxar e lauar las huestes, ca buena falta han de ello, magüer ca algún mesnadero repudie tan desusada limpieça. Et tomada ca sea la fortaleça serán colgados della los pendones del bando venzedor a turno, et ansí fasta el siguiente anno será rrespetada la paz por ambos exércitos.

Es finado el mensaxe ca yo, Don Gil de Altacollexa e Melgarejo, signo, sello, et os enbío a espera de cumplida respuesta en prudente plaço.”

Luego de dalle el mensaxe, Don Gil dixo al mensaxero: -Sodes llibre. Podedes marchar.

Ende ansí se fizo, pues partido ca fue a toda priesa el mensaxero, con la lizión bien aprehendida et con grande contento de no ser muerto por los christianos, lleuó a su sennor Omar Alhamar con grand presteça el mensaxe, et puso tantissimo empenno e coraçon, et fue tan grande valedor de la idea de Don Gil ca el cabdiello moro non solo acogió ende bien las raçones del christiano sino ca encomendó a sus mexores xuglares et homes aveçados a verso et romanze ca escriuiesen en rrimas bien rrimadas las embaxadas ca abían de dezirse entrambos cabdiellos, de tal guisa ca la fabla fuera arto rrespetuosa et cavalleresca, et moviera a la concordia para exemplo de presente et de los tiempos por venir.

Et ansí començaron las fiestas de moros et christianos, manque non debieron durar mucho, pues muy luego, desaparescidos Don Gil y su amigo Omar, tornaron a guerrear con grande tesón et fiereça según dizen e quentan los libros ca escriuieron los escriuanos para ser leydos et conoscer los fechos pasados.

 

                                  (Omnia mendacium est)

 

 HABLEMOS EN SERIO

 

La parodia anterior, con su castellano plagado de arcaísmos de tinte medievalista, no pasa de ser lo que sugiere el latinajo final entre paréntesis, que traducido por libre, con la advertencia de que el autor no está muy impuesto en la lengua de Virgilio, quiere decir:”Todo esto es una gran mentira”. Y es que, en honor a la verdad, hay que coger el asunto con pinzas para tratar de justificar históricamente algunas celebraciones de supuestos hechos históricos, valga la redundancia, como sucede con las fiestas de moros y cristianos, especialmente en el Levante español, que es donde mayor arraigo popular tienen.

También hay que ser prudente con las leyendas y no mantener a ultranza lo que no se puede demostrar con documentación contrastada, máxime cuando la situación y condiciones sociales de la época no eran en absoluto propicias a los hechos celebrados y, más aún, cuando la Arqueología aporta materiales que sugieren opiniones contrarias a la validación de los mismos. Y añádase también que la reiterada escenificación de leyendas con apariencia de veracidad -alguna documentadamente falsa con fecha y autor conocido- sin las debidas aclaraciones, puede conducir al ridículo cuando, aceptadas sin reservas por el común en fuerza de la costumbre, acaban impregnando estamentos superiores, como se ha visto en algún caso. En otras, por su especial aureola onírico-mágica no es necesaria la aclaración, pues el vulgo las entiende y asume como pertenecientes al mundo ficticio; pero, insistamos, las que prescindiendo de elementos mágicos implican en su ficción sucesos con intervención de personajes históricos de carne y hueso arrostran el peligro de confusión y ser aceptadas como reales.

El asunto de las luchas entre los cristianos levantinos y los invasores árabes nos recuerda en cierto modo el popular chiste que cuenta lo de la constitución de Suecia adoptada por cierto país africano recién llegado a la independencia. Fue, de todas las constituciones europeas, la que más les gustó, pero resultó un rotundo fracaso por falta de suecos que la pusieran en práctica. Algo así ocurrió aquí: que no había cristianos en nuestro territorio regional para luchar contra los árabes. Decir esto puede parecer extraño, pues algunos cristianos había, ya que hay constancia de sedes episcopales, con titulares o no, en Valencia, Cartagena, Denia, Játiva, Elche y, posiblemente, Elda, según se desprende de las actas sinodales toledanas de la época, pero de ahí a suponer una población levantina cristianizada luchando contra el invasor media algo más que un trecho. La sede ilicitana, al parecer la más antigua, se estableció, de modo impreciso entre el siglo V y el VI, y no se puede hablar de un cierto grado de cristianización hasta bien entrada la segunda mitad del siglo VI, cristianos que estaban representados por pequeños núcleos urbanos en torno a las sedes episcopales, gente por lo general culta y acomodada: El pueblo llano, esencialmente rural, de naturaleza ibérica y aculturación romana, todavía estaba apegado a sus creencias y prácticas paganas, con las naturales tensiones entre los hispanorromanos y la dominación visigoda imperante que actuaba como dueña y señora en el plano politico-social. El mundo ibérico, contra lo que parece, no concluyó con la implantación de la romanidad. No se olvide que, rozando ya el siglo IV, el Emperador Teodosio tuvo que decretar la prohibición de cualquier manifestación de culto pagano, mas como sucede con los decretos que atañen a las prohibiciones sobre asuntos de fe, la gente debió seguir, y de hecho siguió según los testimonios arqueológicos, bastante tiempo con sus prácticas en secreto al margen de la religión oficial, caso similar, un milenio más tarde, a la actitud de los moriscos frente al cristianismo después de la Reconquista, circunstancia denunciada ante el rey Felipe III nada menos que por el propio obispo de Orihuela fray Andrés Balaguer respecto de los recién expulsados moriscos del territorio de su diócesis en 1609, particularmente de los de Cox, protegidos y consentidos especialmente por su señor feudal. Medio siglo antes, cuando la creación de la diócesis de Orihuela por Pío IV, el gran problema era que la inmensa mayoría de la población era morisca, llamados también “nuevos convertidos” por Felipe II, e “indígenas mahometanos” por Navarro Botella, lo que quiere decir llanamente que después de tres largos siglos transcurridos desde la reconquista por Jaime I el problema morisco seguía en plena vigencia. Se puede, pues, afirmar con bastante seguridad que la mayoría de nuestros antepasados iberos pasaron del paganismo al Islam sin solución de continuidad, pues contaron con la ventaja de ver aliviada su situación de dependencia rayana en la esclavitud respecto de los visigodos para pasar a un estado social de mayor libertad y consideración. Naturalmente, pudieron sentirse más a gusto con esta nueva religión liberadora, probablemente de mayor entidad que el politeísmo que practicaban, y no debió hacerles mucha ilusión lo que nosotros entendemos por Reconquista.

En las tres versiones del tratado de capitulación de Teodomiro, debidas a al-Dabbi, al-Himyari y al-Udri, se recoge el privilegio de que no se quemarían las iglesias de los cristianos ni se les prohibiría el culto de su religión, pero ello no es más que la aplicación de la doctrina coránica para “las gentes del libro”, los al-Kitab cristianos y judíos seguidores de la Biblia, tratamiento bien distinto al reservado a los dariyin o idólatras, auténticos parias privados de personalidad y cualquier derecho jurídico, puestos en la disyuntiva de convertirse o perecer. Las consecuencias que se siguen de esto son fáciles de entender a la vista de las expeditivas disposiciones coránicas respecto de los habitantes de los territorios conquistados: conversión, capitación o muerte; es decir: o te conviertes, o pagas impuestos por no convertirte, o te cortan el cuello. En el tratado de capitulación de Teodomiro, que no olvidemos fue muy ventajoso para él y los suyos dadas las circunstancias, se especifica lo que habían de pagar tanto los ciudadanos libres como los esclavos que persistieran en su religión, así que la conversión al Islam de la población, en su mayoría rural y proveniente del paganismo, debió ser masiva, si no al principio por lo que atañe a Orihuela, en la que gracias al tratado quedó solo una guarnición musulmana puramente testimonial, pudo serlo en la inmediata centuria.

Entre moros y cristianos

En lo tocante a las luchas entre moros y cristianos, primero en la invasión de 711 y luego en la reconquista castellano-aragonesa seis siglos más tarde, sin entrar en criticismos por cuestión de batallas, todo apunta a que no corrió demasiada sangre. Teodomiro, un visigodo despabilado y astuto, gardingo del rey Egica, impidió unos diez o doce años antes un desembarco bizantino en las costas suresteñas, y como tal jefe militar presentó batalla a los invasores musulmanes, siendo derrotado al primer envite, cosa nada extraña dado que gran parte de sus tropas eran iberos medio romanizados con muy poco interés en lograr una victoria que no iba a cambiar su situación de ciudadanos de segunda o tercera clase. Ante esta situación, y demostrando unas extraordinarias dotes negociadoras, convenció a los invasores de que él era dueño y señor de un reino que ocupaba la parte oriental de la Oróspeda (prácticamente el Sureste español), con capital en Aurariola (Orihuela), logrando el famoso tratado a cambio de pagar impuestos y rendir vasallaje al califa de Damasco. Dos generaciones después las cosas empeoraron por la natural codicia de los musulmanes que sucedieron a los firmantes del tratado, pero sin necesidad de batallas, y cuando vino lo que podríamos llamar el cambio de régimen con la llegada de Jaime I de Aragón y su yerno castellano-leonés Alfonso X El Sabio, los musulmanes estaban tan divididos con las autonomías de entonces, los reinos de taifas, que la conquista del antiguo territorio de Teodomiro fue poco más que un paseo militar.

Entonces, ¿no hubo batallas entre moros y cristianos? Naturalmente que las hubo, pero precisamente en la región española donde mayormente se celebran con festejos tuvieron  escasa importancia, pues no se olvide que, previamente, el pacto de Alcaraz, por el que se entregó la taifa murciana al infante Alfonso X, facilitó mucho las cosas y la resistencia no fue todo lo dura que hubiera sido en otras circunstancias. Unos veinte años más tarde, la insurrección mudéjar de 1265-66, en la que participaron también Callosa y otros pueblos de la comarca, no dejó de ser un episodio menor en el conjunto de una situación opresiva general de los nuevos señores sobre la población musulmana del territorio, situación consentida o descuidada por un rey a quien llamaban Sabio y aprovechada por el reino nazarí granadino para azuzar la rebelión general. Esta insurrección, por cierto, terminó en este territorio como el rosario de la aurora en cuanto aparecieron las tropas aragonesas en auxilio de las castellanas, circunstancia que aprovecharon los pacificadores para cobrarse el servicio expoliando la comarca y llevándose como botín toda clase de riquezas, ganado y esclavos.

 

Entre cristianos

Donde sí hubo de verdad guerra, y lo que vulgarmente se dice sangre, sudor y lágrimas, y no se rememora con folclorismos que tampoco tendrían sentido por lo luctuoso de los hechos, fue un siglo después por la guerra entre castellanos y aragoneses, representados respectivamente por Pedro I El Cruel y Pedro IV El Ceremonioso, llamada por ello la guerra de los dos Pedros. Fue una guerra total por tierra y mar, implicando a la población civil en sus trece largos años de duración, ya que Orihuela y su comarca fueron lo principal del teatro de operaciones. Hasta gentes del común, pese a estar exentas del servicio militar por enfermedades o achaques, fueron movilizadas, algunas cazadas en auténticas levas por calles y plazas por los alguaciles. Apellidos como Ballester, Sánchez, Biosca, Valero, Ruiz, Crespo, Carbonell, Desprats, Vilar, Sirera, Martí, Segura, March, Esteve, García, Romeu, Coloma, Ferrer, Burguera, Palomares, Cerdá, Moñino, Segarra, Moliner, Agullana, Martínez, Botella, Guardiola, Pons y Chinchilla estuvieron entre los tocados por la mala suerte.

Los oriolanos, cercados por los castellanos y perdido el castillo de Callosa como último baluarte que les quedaba fuera de Orihuela, en voz del cronista “…vinieron a tanta miseria que se comían ratas, pergaminos, perros y gatos, y hasta carnes humanas de los enemigos que mataban”. Una vez rendida la plaza, del perdón del vencedor fueron excluidos “todos los que en la guerra se habían mostrado muy contrarios, y los que más se señalaron en la defensa, porque de los que pudo haber a sus manos, a unos hizo quemar y a otros ahogar en el río y a otros jugar a la ballesta, y a sus mujeres e hijas hizo dar a feo ayuntamiento”. Y menos mal que la población civil que quedó no fue pasada a cuchillo como sucedió en otros lugares también tomados por la fuerza. Triste es reconocerlo, pero hubo una crueldad terrible entre cristianos, aunque la mayoría de la población comarcana era mudéjar y morisca descendiente de la sometida un siglo atrás. Está visto que en esto de las guerras civiles somos maestros. Desde la de los dos Pedros acá podemos contabilizar varias en suelo español, y la última, quizá la más cruel, parece que algunos estén empeñados torpemente en recordárnosla constantemente como argumento político.

A lo práctico.

Pero volvamos al presente. La gente quiere divertirse celebrando algo, y cuanta mayor fastuosidad lleve aparejada, mejor. Las llamadas fiestas de moros y cristianos, altamente participativas y con algo más de un siglo de historia en algunas de nuestras poblaciones, están actualmente en franca expansión. Nada que objetar. El motivo es estupendo para disfrazarse de caballero o de soldado medieval cristiano o moro, con anacronismos notables tanto en comparsas como en vestimentas, aditamentos y personajes: Bandoleros andaluces con trabucos, rifeños con espingardas, romanos, americanos, grupos tropicales, majorettes, y otros sacados de no sé dónde, son trasladados de época y desfilan unas veces con jolgorio y otras con grave solemnidad por nuestras calles, en las que no desentonarían el Guerrero del Antifaz de bracete con la Armengola fumándose un veguero de a palmo y dándole tientos a una botella de whisky. Además, como en cualquier fiesta que se precie hoy día, también se montan barracas o cuartelillos con altavoces atronadores que parecen estar diseñados especialmente para fastidiar al vecindario. Esto es lo que hay. Y si toca divertirse, hagamos fiesta y divirtámonos aunque sea poniendo el pueblo patas arriba.

Pero justificar ciertas diversiones por motivos históricos es algo muy diferente.

 

 

 
 
 
Bibliografía:
-Juan Bautista Vilar. Orihuela musulmana.
-Juan Bautista Vilar. Los siglos XIV y XV en Orihuela.
-Enrique A. Llobregat Conesa. Un cuarto de siglo de investigación histórico-arqueológica en tierras de Alicante.
-Enrique A. Llobregat Conesa. La provincia cartaginense: Evolución y ciudades. (Alebus, nº 6. Cuadernos históricos del valle de Elda).
-Enrique A. Llobregat Conesa. Teodomiro de Oriola.
-Juan Carlos Márquez Villora. La cristianización pre-islámica de las comarcas alicantinas. (Alebus, nº 6. Cuadernos históricos del valle de Elda).
-Julio Valdeón Baruque. Alfonso X El Sabio.
-José María Navarro Botella. El primer sínodo de Orihuela. 1569.
-Memorial del obispo de Orihuela, fray Andrés Balaguer Salvador, dirigido al rey Felipe III el 3 de Noviembre de 1609 sobre la situación de los pueblos de moriscos de su obispado. (Archivo general de Simancas, signatura E-214).