Cuenta un viejo chascarrillo que en lo alto del palo mayor de un buque, por encima de la cofa del vigía, colgaba un loro con su jaula. El barco tuvo una vía de agua y comenzó a hundirse, y ante el espectáculo de pánico y angustia de la marinería y el pasaje por el naufragio el loro les chillaba desde arriba: “-¡Joderse, joderse!”. Pero cuando la cubierta del barco desapareció de su vista, y sucesivamente el resto de palos y velamen del navío hasta llegar a sentir el nivel del mar lamiendo el piso de su jaula, acabó exclamando: “-¡Todos nos joderemos!”. Este viejo cuento me lo ha recordado la situación de los emigrantes africanos pretendiendo pasar de cualquier modo, jugándose la vida -algo que para ellos es una constante desde que salen de sus países-, por el túnel bajo el mar que une el continente europeo desde Calais a Inglaterra, pues en este caso, franceses e ingleses -sobre todo el gobierno de su graciosa majestad- piden árnica al resto de Europa cuando la marea migratoria les llega al piso de sus doradas jaulas (¿les suena de algo esta petición tantas veces hecha por España y otros países mediterráneos?). No se olvide que de los países nórdicos, especialmente de los escandinavos, salieron los rubios vikingos para saquear los territorios del Sur, primero a vela y remos, y luego con modernos ejércitos y compañías multinacionales hasta hoy. Ahora les devuelven la visita invasora y se quejan, y puede que desde su particular óptica no les falte razón, por que en vez de rubios y guapos con posibles, estos son incordiantes morenos hambrientos y pedigüeños. Recuerdo a este respecto que la ayuda que ofreció Inglaterra en su momento al problema de los barcos cargados de africanos que se dirigían a la isla italiana de Lampedusa fue de carácter militar para que no lo consiguieran, con lo que a los emigrantes solo les quedaban dos opciones: dar la vuelta y volver a sus lugares de origen (solución imposible que no precisa explicación) o hundirse en el mar, como viene sucediendo.
Sería de esperar que ahora que se afeitan en seco por no remojar sus barbas cuando veían desde lejos lo que ocurría en las costas mediterráneas, apreciaran el problema en su verdadera magnitud, por que a esta gente que les llega solo les acucian dos cuestiones principales sobre todas las demás: Hambre en unos casos, y la certeza en otros de que si no abandonan sus casas y buscan refugio fuera morirán en sus países a manos del señor de la guerra de turno, así que, aunque el loro albiense nos venga jodiendo a los españoles desde inmemorial con el asunto de Gibraltar, y el francés nos vuelque y queme impunemente los camiones ante la presencia indiferente de su gendarmería, como el rencor no forma parte del contenido de mis alforjas, por mi parte, árnica que no falte a los que ahora la piden y antes la negaron.