De vez en cuando, como si se tratara de una especie de Guadiana recurrente, aparece en la radio o en la prensa escrita el listillo que, cuando se ocupa de la crónica de un suceso luctuoso en el que intervienen armas de fuego, no se conforma con los datos escuetos que sobre ellas facilitan las fuerzas del orden y saca de su caletre lo que buenamente se le ocurre para, de alguna manera, tratar de personalizar su trabajo, o simplemente alargarlo para ocupar más espacio; y la verdad es que lo consigue, pero para mal, pues con ello solo suele mostrar su ignorancia sobre temas que, unas veces por su complejidad, y otras por no dedicar unos minutos a informarse sobre lo más elemental de ellos, acaban, como veremos a continuación, en el ridículo. Esta vez, que no es la primera ni la segunda, ha sido sobre el calibre de las armas de fuego.
Digamos primero que la nomenclatura que explica el calibre o diámetro interior del cañón de las armas de fuego no es difícil de entender. El de las armas de cañón estriado, en Europa se mide en milímetros, y en el mundo anglosajón, sobre todo EEUU, en su equivalente de centésimas o milésimas de pulgada, a veces con un ligero redondeo que no afecta al buen entendimiento. Para las armas de cañón liso (escopetas de caza) rigen otras normas, en las que no entramos ahora por innecesario.
Según se desprende de la investigación policial, en el asesinato de dos jóvenes en el pantano de Susqueda se usó una pistola. Después, en la casa de un familiar del principal sospechoso se encontró una pistola del calibre 22, arma que, según la policía, era descartable porque su calibre era diferente al de la munición empleada en el crimen. ¡Ah!, pero la mención de este calibre, por lo que parece, encendió una lucecita en el desnortado cerebro del cronista –y digo desnortado con cierta benevolencia- para añadirle enseguida los correspondientes milímetros y convertir el pequeño proyectil del 22 en un tarugo de plomo que no cabría en el trabuco de Luis Candelas. En otra ocasión, hace años, el desnortado de turno hizo lo contrario con una escopeta de caza, pues al añadirle también sus milímetros al calibre nominal del arma, el 12, redujo inconscientemente en siete milímetros el diámetro real del interior de su cañón. Pero, insisto: El asunto de los calibres, como se dijo arriba, no es difícil de entender; basta con buscar algo de información y entretenerse un poco en leerla para no hacer el ridículo tontamente.
Y si como dice el refrán, vale más una imagen que mil palabras, para que comparen tamaños les incluyo una fotografía que he preparado con siete cartuchos de los más conocidos, entre los que hay dos del calibre 22, (22 centésimas de pulgada), uno corto y otro largo, los más corrientes, que resultan ser los más pequeños, aunque muy usados en España en cualquier campo de tiro deportivo. A continuación se explica la fotografía advirtiendo que después de la palabra Calibre se anota su número en centésimas de pulgada del sistema anglosajón, y luego su equivalencia en milímetros.
Nº 1: Calibre 22 corto = 5’6 milímetros Ø
Nº 2: Calibre 22 largo = 5’6 milímetros Ø
Nº 3: Calibre 25 = 6’35 milímetros Ø
Nº4 : Calibre 32 = 7’65 milímetros Ø
Nº 5: Calibre 38 = 9 milímetros Ø
Nº 6: Calibre 44 = 11’13 milímetros Ø
Nº 6: Calibre 45 = 11’43 milímetros Ø
El 22 corto, por su escaso retroceso, se usa casi exclusivamente en la modalidad olímpica de Pistola Velocidad. El 22 largo se emplea indistintamente en armas cortas y largas. Pero, ¡ojo!, que pese a su débil apariencia tiene un gran poder de penetración, pues un amigo mío recibió una vez un disparo de una carabina mientras recolectaba aceitunas, la cual, contraviniendo varias leyes, usaba un imprudente cazador de tordos en un olivar. La bala le atravesó el abdomen perforándole varias veces los intestinos y se detuvo a la salida en la correa que sujetaba sus pantalones. No murió gracias a que enseguida recibió asistencia médica y fue operado, pero lo pasó bastante mal. También, con una pistola de este calibre fueron asesinados en 1980 los marqueses de Urquijo.
Y como curiosidad para los cinéfilos de películas de tiros, el cartucho más potente de la foto es el marcado con nº 6, el 44 magnum, popularizado por el revólver del actor Clint Eastwood en la saga de Harry “el sucio”. También es utilizado en armas largas para caza mayor.