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CATRAL 17-07-2017

El Cabezo Pardo, que en los mapas del siglo XVIII aparece como ·Cabezos de la marjal, es el conjunto de promontorios que hoy sirve de encrucijada divisoria de los términos municipales de San Isidro, Albatera y Granja de Rocamora. En la mayor parte de la cartografía actual, no obstante, el paraje se cita como “Cabezos de los Ojales”, probablemente heredero del nombre de uno de los azarbes de drenaje excavados en el siglo XIX al pie de estos cerros, y que ya aparecía mencionado con este nombre en algunos planos del Instituto Geográfico y Estadístico que datan de la época en que se construyó el apeadero ferroviario de Albatera-Catral, en 1884. Dentro de ese conjunto, sin embargo, destaca el denominado “Cabezo Pardo”, que con sus 63 metros de altura constituye el relieve más prominente.
La investigación y estudios de campo han sido llevados a cabo por JUAN ANTONIO LÓPEZ PADILLA y Mª TERESA XIMÉNEZ DE EMBÚN SÁNCHEZ, de la Universidad de Alicante y en este trabajo nos hacen disfrutar de un tema atrayente para todos los que sentimos la Vega Baja y que alumbra nuevas expectativas en el estudio del Argárico en nuestra comarca.

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En los mapas del siglo XVIII, el conjunto de promontorios que hoy sirve de
encrucijada divisoria de los términos municipales de San Isidro, Albatera y
Granja de Rocamora, aparecía consignado como “Cabezos de la Marjal”. En la
mayor parte de la cartografía actual, no obstante, el paraje se cita como
“Cabezos de los Ojales”, probablemente heredero del nombre de uno de los
azarbes de drenaje excavados en el siglo XIX al pie de estos cerros, y que ya
aparecía mencionado con este nombre en algunos planos del Instituto
Geográfico y Estadístico que datan de la época en que se construyó el apeadero
ferroviario de Albatera-Catral, en 1884. Dentro de ese conjunto, sin embargo,
destaca el denominado “Cabezo Pardo”, que con sus 63 m de altura s.n.m.
constituye el relieve más prominente.
Hace aproximadamente 4.000 años, la
Hace aproximadamente 4.000 años, la cima del Cabezo Pardo fue ocupada
por un grupo de personas (seguramente todas ellas parientes: abuelos, padres,
hijos, hermanos…) que se estableció allí junto con sus rebaños, dispuesto a
explotar los ingentes recursos que ofrecía el entorno lagunar del cabezo para
una comunidad de campesinos como ellos.
EL CABEZO PARDO EN LA PREHISTORIA Y ÉPOCA MEDIEVAL
E n los mapas del siglo XVIII, el conjunto de promontorios que hoy sirve de
encrucijada divisoria de los términos municipales de San Isidro, Albatera y
Granja de Rocamora, aparecía consignado como “Cabezos de la Marjal”. En la
mayor parte de la cartografía actual, no obstante, el paraje se cita como
“Cabezos de los Ojales”, probablemente heredero del nombre de uno de los
azarbes de drenaje excavados en el siglo XIX al pie de estos cerros, y que ya
aparecía mencionado con este nombre en algunos planos del Instituto
Geográfico y Estadístico que datan de la época en que se construyó el apeadero
ferroviario de Albatera-Catral, en 1884. Dentro de ese conjunto, sin embargo,
destaca el denominado “Cabezo Pardo”, que con sus 63 m de altura s.n.m.
constituye el relieve más prominente.
Hace aproximadamente 4.000 años, la cima del Cabezo Pardo fue ocupada
por un grupo de personas (seguramente todas ellas parientes: abuelos, padres,
hijos, hermanos…) que se estableció allí junto con sus rebaños, dispuesto a
explotar los ingentes recursos que ofrecía el entorno

Aquellas gentes pertenecían a lo que en terminología arqueológica conocemos
como Cultura de El Argar, surgida en el Sureste de la Península Ibérica en los
inicios de la Edad del Bronce. Las tierras de la desembocadura del Segura
conformaban el límite oriental del territorio argárico, pues éste jamás llegó a
extenderse al norte de la Sierra de Crevillente.
Por los restos de comida que se han conservado sabemos que en los
alrededores de lo que hoy es San Isidro podían cazarse corzos, ciervos, linces,
jabalíes y castores y capturar una gran variedad de animales acuáticos –meros,
lisas y doradas en la costa y en las lagunas próximas tortugas de agua, anguilas
y barbos. El paisaje que rodeaba el poblado estaba dominado por tamariscos,
acebuches, lentiscos y cañaverales.
El Carbono 14 indica que las primeras casas de Cabezo Pardo se
construyeron hacia 1950 a.C. En su interior se disponía de todo lo necesario
para el día a día: un hogar para cocinar, molinos para elaborar la harina, tinajas
para almacenar agua y víveres y una amplia vajilla de cerámica para consumir
los alimentos. Hacia 1800 a.C. el poblado se destruyó, aparentemente a causa de
un gran incendio. Sobre las ruinas de las casas anteriores se levantaron nuevos
edificios organizados en calles que rodeaban una gran manzana central en la
que posiblemente había un amplio edificio que pudo haber servido de taller
comunal. Una tradición típicamente argárica es el enterramiento de
determinados individuos en tumbas situadas en el interior de las casas. En
Cabezo Pardo se han hallado dos: en una de ellas –tumba 1– se depositó el
cuerpo de una mujer adulta, y sobre él se colocó parte del esqueleto de un
hombre; en otra –tumba 3– se enterró el cadáver de un niño recién nacido
depositándolo en el interior de una tinaja de cerámica.
Los datos indican que la aldea fue abandonada hacia 1550 a.C., sin que
existan evidencias de una destrucción violenta. Este fenómeno, detectado
también en muchos otros asentamientos argáricos contemporáneos, parece
estar relacionado con una profunda crisis social que en torno a esas fechas se
dejó sentir en todo el territorio de El Argar.
Tras este episodio, el Cabezo Pardo permaneció deshabitado durante un
larguísimo período de tiempo, que podemos estimar en algo más de 2.200 años.
Con toda probabilidad, a su alrededor circularon gentes íberas y debieron
asentarse poblaciones hispanorromanas, que sin duda también transitaron
ocasionalmente por su cima, pero sin llegar nunca a fijar su residencia
permanente en ella. Sin embargo, con el ocaso del mundo tardoantiguo y la
Cuadernos Historia de Catral / Nº 40 3
desaparición del estado visigodo todo cambió, y el Cabezo Pardo se tornó
nuevamente en un lugar atractivo para vivir. Sobre los restos destruidos y
completamente abatidos de la aldea prehistórica, se levantó una pequeña alquería
islámica de época Emiral (siglos VIII-IX d.C.), cuya antigüedad le otorga un especial
valor para el estudio y conocimiento del desarrollo del mundo rural en la Vega Baja
del Segura. Tras el salto a la Península del ejército árabe desde el norte de África
bajo las órdenes del comandante Tariq y el gobernador Musa en el año 711, la
expansión del mundo islámico fue imparable. En el año 713 se celebrará el conocido
“Pacto de Teodomiro” entre el noble visigodo de la zona y ′Abd al-′Aziz Ibn Musa.
Gracias a una referencia conservada del autor árabe Al-Udri, se tiene constancia
de la celebración del matrimonio entre la hija del noble Teodomiro y Adb al-Yabbar b.
Nadir, un miembro del yûnd egipcio, el cual parece estar presente en nuestro área de
estudio desde mediados del s. VIII. Entre la dote que recibió la joven para el enlace
se encontraban dos alquerías propiedad de su padre, y que ahora pasarán a formar
parte del patrimonio de la pareja. Las alquerías mencionadas fueron al-qarya Tall Al-
Jattab y qarya Tarsa, siendo la primera de ellas identificada con nuestro yacimiento
(Gutiérrez, 1995, 53-62)1. La identificación del yacimiento de Cabezo Pardo con la
alquería de Tall al-Jattab, dio pie desde el principio a interpretar el conjunto como
una explotación de carácter agrícola, algo que las excavaciones de estos últimos
años han confirmado.
El Cabezo Pardo forma parte de un conjunto de cabezos, Los Cabezos de los
Ojales, integrado por cinco cerros. En todos ellos se han podido localizar restos
vinculados a la que sería una alquería de hábitat disperso en la que se instalaron, de
forma diferenciada, complejos domésticos, posibles espacios de estabulación y
áreas destinadas al almacenamiento. Tras una década de excavaciones ordinarias
dirigidas desde el Museo Arqueológico de Alicante, se han podido registrar varios de
estos conjuntos, destacando especialmente los correspondientes a un amplio
complejo arquitectónico de tipo modular vinculado al desarrollo de las actividades
domésticas, un amplio espacio de almacenamiento, en este caso instalado en el
cerro del Cabezo Pardo sobre el que fuera un antiguo yacimiento de época argárica y
una pequeña área de actividad artesanal, cuya funcionalidad aún nos es difícil
desvelar.
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