Sin ánimo de ser reiterativo, ni nada de eso, que no hay que cansar, solo recordad que este país es o parece cada vez un país más raro. Tan raro como que dos titiriteros lleven ya seis días en la cárcel por el grave crimen de representar una obra de teatro. Y, puestos a recordar, también decir que sigue adelante el juicio a los “ocho de Airbus”, sindicalistas a los que la Fiscalía pide ¡hasta más de ocho años! de cárcel por cabeza por el no menos grave delito de haber participado en piquetes informativos durante la huelga general. Y, metidos en harina, recordémoslo también, que hay más de 300 compañeros sindicalistas suyos aguardan en el hall de la justicia anti-sindical por procesos similares.
Todo eso ocurre mientras y al mismo tiempo que una talRita de nombre y Barberá de primer apellido, ella sí, auténtica titiritera del descaro y la desvergüenza política, ya saben aquella misma que decía que los bolsos tipo Louis Vuitton que se iba encontrando en su despacho, entraban dentro de las buenas costumbres y la buena educación de la buena gente con la que se trataba, la misma a la que su cohorte de concejales, asesores y exconcejales señalan como la gran reina del desmadre valenciano, sigue encerrada, encastillada, envuelta tras un visillo de sepulcral silencio, pero, eso sí, por voluntad propia y sin que nada ni nadie le impida salir a dar la cara. Y, más grave aún, sin acudir a su puesto de trabajo en el Senado del que, a buen seguro, sigue cobrando.
