LA SAGRADA FAMILIA Y LA PALMERA

Escrito por El Cojense

MIÉRCOLES 13-12-2023

El Nuevo Testamento nos cuenta la huída de la Sagrada Familia a Egipto por temor a los deseos asesinos de Herodes contra “el rey de los judíos que acaba de nacer” (Mateo 2, 2), según palabras de los magos del Oriente cuando éstos le visitaron para preguntarle por el suceso. De los cuatro evangelistas, sólo Mateo y Lucas mencionan el nacimiento de Jesús, y Mateo es el único que nos habla de la llegada y adoración de los magos, la huída a Egipto y la matanza de los inocentes, a lo cual dedica íntegro el capítulo 2 de su evangelio, por lo que la Sagrada Familia no pudo volver a Nazaret hasta que desapareció el peligro tras la muerte de Herodes. Lucas complementa el relato con las aportaciones que después veremos. Mas, aún así, la narración es corta y no nos dice nada de las peripecias sufridas por José y María con el Niño en su viaje a Egipto, pero si contemplamos los mapas de la época y medimos algunas distancias, podemos sacar varias conclusiones ilustrativas de las dificultades que debió pasar la Sagrada Familia desde su salida de Nazaret, antes del nacimiento de Jesús, hasta su llegada a Egipto y su posterior regreso a casa. Pensemos que, pese a su naturaleza divina, no se le evitaron sufrimientos, pues el viaje comenzó con un matrimonio cuya mujer estaba a punto de parir, siguió luego con un niño muy pequeño, y se vieron obligados a recorrer más de ochocientos kilómetros por caminos de todas clases, ligeros de equipaje, y con medios de transporte que suponemos tan precarios como uno o dos borriquillos.

Tampoco, lógicamente, se menciona en ningún texto evangélico la palmera y su relación con la Sagrada Familia, porque tal relación solo es una fábula, inspirada tal vez por el aspecto y particularidades fisiológicas y vegetativas de esta planta, como después veremos. Por ello, separando el grano de la paja, hablaremos primero de lo que dice la Biblia, y después de la bonita leyenda de la palmera, ampliamente ilustrada en este caso, y doblemente bonita porque nos las contaban, siendo niños, nuestras madres y abuelas.

Para las citas bibliográficas, mapas, cálculo de distancias y nombres de ciudades por las que se supone debieron pasar, se han utilizado las que ofrece la decimoquinta edición de la Biblia de Nácar-Colunga (BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS. MADRID. 1964).

Viaje de la Sagrada Familia

El matrimonio vivía en Nazaret, y por edicto de César Augusto viajaron hacia Belén para empadronarse (Lucas 2, 1-5). De Nazaret a Belén hay 120 kilómetros en línea recta, distancia que en la práctica no es real porque no se puede viajar así por los caminos, pero vamos a dar primero de esta manera todas las distancias según los mapas, y después calcularemos aproximadamente el trayecto real recorrido.

Entre Nazaret y Belén se halla Jerusalén, y es probable que pasaran por la capital para visitar el templo, o simplemente para descansar y aprovisionarse, aunque también pudieron pasar de largo por si se acercara la noche y quisieran llegar antes a Belén, que está a diez kilómetros de Jerusalén, y en lo que invertirían unas dos horas.

San Lucas (2, 7) nos dice que, una vez nacido Jesús, María envolvió a su hijo en pañales y le acostó en un pesebre por no haber sitio para ellos en el mesón. También cuenta Lucas (2, 8-19) la adoración de los pastores tras comunicarles un ángel el nacimiento del Niño, detallándoles que lo encontrarían en la ciudad de David envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Pero tras la visita y adoración de los magos, si leemos a Mateo (2, 12-14) se deduce que, inmediatamente a la despedida de los magos, José partió con María y su hijo desde Belén hacia Egipto, y precisamente de noche para ganar tiempo y evitar la acción de Herodes, pero no parece que, dando las citas evangélicas por indudables, esto sucediera precisamente así, de forma tan escueta, ya que los evangelistas narran los hechos -esto es dogma de fe-, pero las circunstancias que los rodean nos sugieren también los lugares, formas, plazos y momentos en los que debieron desarrollarse; aunque en este caso el asunto se complica porque Lucas (2, 22) también nos dice: “Así que se cumplieron los días de la purificación, conforme a la Ley de Moisés, le llevaron a Jerusalén para presentarle al Señor”. O sea, que hay un nuevo elemento a considerar: el de la purificación de la mujer hebrea después del parto; y en las notas al pie de la misma página bíblica se nos aclara que Lucas engloba dos cosas: la presentación del Niño en el templo, y la purificación de su madre prescrita en el Levítico. Una hojeada al capítulo 12 de este libro nos dice que la mujer que tenga un hijo será impura durante siete días…, y que “ella quedará todavía en casa durante treinta y tres días más en la sangre de su purificación”. Es decir: cuarenta días de reclusión total hasta salir a la calle. Y esto en lo que respecta a que lo nacido sea precisamente varón, porque si es hembra, la purificación supera los dos meses.

A la vista de esto, se produce la natural confusión sobre dónde pudo estar la Sagrada Familia durante la cuarentena siguiente al parto, a la que siguió la presentación de Jesús en el templo y su rescate mediante dos tórtolas o pichones por tratarse de gente humilde. Pero esta confusión es solo aparente, porque Lucas (2, 21), antes de citar la purificación de la Virgen, nos habla con toda normalidad de la circuncisión del Niño y de que le pusieron por nombre Jesús. Y si volvemos a Mateo, veremos que cuando habla de los magos que llegaron del Oriente no dice que fueran reyes, ni que sus nombres fueran Gaspar, Melchor y Baltasar, ni que llegaran coincidiendo con los días del nacimiento de Jesús, ni que lo adoraran estando en el pesebre -como así lo hicieron los pastores según nos cuenta Lucas (2, 16)-. Mateo (2, 9) dice de los magos concretamente: “Después de oír al rey, se fueron, y la estrella que habían visto en Oriente les precedía…”. La estrella, pues, les guió hasta donde estaba Jesús, “y entrando en la casa (2, 11) vieron al niño con María, su madre, y de hinojos le adoraron…”. Resumiendo: Los magos estuvieron en Belén por indicación de Herodes; entraron en la casa donde estaban María y el niño (no se cita el pesebre); se postraron y adoraron a Jesús; le ofrecieron regalos, y se volvieron a su país por otro camino sin decir nada a Herodes; y seguidamente, José salió hacia Egipto con su familia a toda prisa. Estos son, volviendo a lo dicho más arriba, los hechos fundamentales; y tanto la exégesis bíblica como el sentido común sugieren que la Sagrada Familia permaneció en Belén, a escasa distancia de Jerusalén, cumpliendo lo prescrito por la Ley mosaica como dice Lucas (2, 22-24), y que para cuando llegaron los magos ya debía tener Jesús un año o más de edad, como se desprende del mandato de Herodes de matar los niños de Belén (Mateo, 2, 16) “de dos años para abajo”, según el tiempo que con diligencia había averiguado de los magos que podía tener Jesús, pues si Jesús hubiera sido un recién nacido no hubiera sido necesario ordenar la muerte de niños de hasta dos años. La Biblia, no estará de más insistir en esto, no es un tratado histórico: se fundamenta en la fe en Dios Uno y Trino, Creador y Salvador, y en su enviado, Jesús, el Único Hijo de Dios; lo demás, es accesorio. Nosotros, por nuestra parte, celebramos conjuntamente cada año el Nacimiento de Jesús y la Adoración de los Magos, dos hechos fundamentales de nuestra fe, y el que ambos hechos fueran o no simultáneos en su momento, no tiene mayor importancia.

Retomando el relato, la Sagrada Familia viajó a Egipto. Y para desplazarse, lo más coherente es que se dirigieran desde Belén a Gaza (72 Km.); desde allí, bordeando la costa mediterránea para evitar el desierto del Sur, llegarían a Rinocolura (74 Km.); de Rinocolura, a Pelusio (111 Km.), ciudad colindante con el delta del Nilo. A partir de aquí, lo más probable es que, recorriendo unos 15 Km. más, se establecieran en alguna ciudad o aldea del delta, próxima al lugar que hoy ocupa El Cairo.

La suma de distancias en línea recta entre ciudades desde Belén a Egipto nos da un total de 272 Km., pero, como se dijo más arriba, andando por caminos, entre curvas y vericuetos atravesando zonas montañosas, podemos calcular un incremento del recorrido de, por lo menos, un 20%, así que el viaje entre Belén y el lugar de residencia en Egipto pudo ser de unos 320 Km. En cuanto al número de jornadas necesarias, dados el lento paso asnal y las delicadas condiciones de una familia con un bebé a cuestas, no creo que recorrieran más de veinticinco o treinta kilómetros diarios, por lo que en el viaje debieron invertir unos diez días.

Desaparecido Herodes, el regreso desde Egipto a Nazaret les pudo suponer más de 400 Km., en el que emplearían unas dos semanas, así que, sumando a todo lo anterior el trayecto inicial de 140 Km. reales desde Nazaret a Belén, antes de nacer Jesús, para empadronarse, y en el que tardarían unos cinco o seis días, la Sagrada Familia tuvo que viajar sucesivamente de un lado para otro, en precarias condiciones, durante un mes aproximadamente, recorriendo en total unos 860 kilómetros.

Hasta aquí, lo que nos cuenta la Biblia, según mi particular apreciación, sobre los viajes de la Sagrada Familia. Veamos ahora la legendaria segunda parte.

Leyenda de la palmera

Mi madre, como otras tantas de la época, me contaba de palabra y cantando una especie de romancillo sobre la leyenda de la palmera. La cancioncilla decía que la Sagrada Familia iba camino de Egipto huyendo del rey Herodes. Durante el viaje, los viajeros interactuaban con los agricultores que trabajaban sus tierras junto a los caminos, siendo la Virgen la única que hablaba con ellos preguntándoles cosas. El diálogo, con dos agricultores que sembraban, era más o menos así:

-Labrador, ¿qué estás sembrando? –preguntó a uno-.

-Señora, yo siembro piedras -respondió-.

-Pues si siembras piedras, cantos se te vuelvan –dijo la Virgen-.

Naturalmente, en castigo a su mal carácter, al día siguiente, el bancal era todo un cantizal.

Y, más adelante, preguntó a otro agricultor:

-Labrador, ¿qué estás sembrando?

-Yo siembro trigo, Señora,

para comer este año.

-Pues, si estás sembrando trigo,

mañana ven a segarlo.

Por supuesto, se produjo el milagro, y el agricultor segaba el trigo al día siguiente. Pero mientras lo hacía, llegaron los esbirros de Herodes y preguntaron al segador si había visto pasar un matrimonio con un niño, a lo cual respondió éste:

-Sí, señor, sí que los vi,

estando sembrando trigo,

pasar por aquí.

Lo cual desconcertó a los perseguidores, que siguieron su camino pensando que el segador les mentía, o que estaba loco.

Finalmente, cuando los de Herodes estaban a punto de alcanzar a los fugitivos, éstos vieron una palmera y se pusieron junto a ella. La Virgen dijo entonces:

-¡Oh, palmera; cúbrenos!

Y la palmera les cubrió con sus hojas, quedando, como recuerdo del milagro, la letra O grabada en los huesos de los dátiles.

La leyenda es bonita, y fácil de imaginar si nos fijamos en la foto de la palmera que ilustra este escrito, pues las palmeras, si no se podan, de modo natural inclinan hacia abajo las hojas más viejas, llegando hasta tocar el suelo si su tallo no es muy alto, creando así un espacio interior entre el tronco y las hojas que puede servir de escondite a personas y animales. Y si añadimos a esto que el embrión de su semilla parece una O por su forma redondeada, ya tenemos completa la explicación del prodigio. A mí, lo confieso, siempre me gustó esta leyenda.