“FUSIL PISTOLA”

Rafael Moñino Pérez

 Desde que el hombre comenzó a usar armas de fuego portátiles siempre trató de lograr la manera de aumentar la cadencia de fuego de las mismas. Las operaciones de recarga de las armas primitivas, consistentes en la introducción de la pólvora y el proyectil por la boca del cañón, el atacado con la baqueta, el cebado de la cazoleta con una pequeña cantidad de pólvora cuya ignición debía provocar, a través del oído de la recámara, la del interior del cañón, y el encendido del cebo con una mecha para producir el disparo, llevaban demasiado tiempo, y además con el inconveniente de tener que hacer todas estas operaciones en posición de pie, postura que en caso de guerra se convertía en blanco u objetivo fácil por su inmovilidad ante el enemigo, lo cual hacía necesario en ciertos casos la presencia y colaboración de un piquero armado de lanza y espada para defender al mosquetero mientras éste recargaba su arma.

            Entre las varias tentativas para disminuir tales inconvenientes estaba la de fabricar armas con varios cañones para dispararlos sucesivamente, y una de las más ingeniosas y raras que conozco para la época, hacia el año 1500, es la de un híbrido de fusil y pistola, con tres cañones de fusil y cuatro cañones de pistola, éstos alojados en la culata, con las bocas de fuego en dirección opuesta a las de los de fusil, para cuyo uso había necesariamente que darle la vuelta al arma desde su posición normal, haciendo verdad el dicho de poder salir el tiro por la culata si alguna chispa de pólvora ardiente procedente del disparo de uno de los cañones de fusil, o quizás una accidental brasa de la mecha, encendía la pólvora de alguno de los de pistola. Naturalmente, esta combinación no pasó de ser una excentricidad; fue fabricada en el norte de Italia, y que se sepa solo se construyó un ejemplar, casi seguro que por encargo de algún magnate caprichoso, dado el larguísimo trabajo de elaboración manual que suponía para un armero con los medios mecánicos de entonces.

            En cuanto al uso efectivo de este tipo de arma, necesitaba irremediablemente del concurso o ayuda de otra persona portando la mecha, seguramente un criado, pues el tirador solo podía apuntar y disparar correctamente, por sí mismo, el cañón superior del fusil apretando el resorte o gatillo que acercaba la llave con la mecha a la cazoleta, puesto que a los dos cañones de fusil restantes, más a los cuatro de pistola, había que darles fuego de forma manual requiriendo ayuda, ya que no es posible apuntar debidamente mientras al mismo tiempo se busca dónde aplicar la brasa de la mecha sin apartar la vista del blanco, amén de tener que sujetar el fusil con una sola mano con peligro de la integridad del tirador, salvo que creamos como ciertas algunas tonterías a cargo de John Wayne en sus películas de vaqueros cabalgando y disparando un rifle con una sola mano (con cartuchos de fogueo, por supuesto, sin retroceso). Por ello, y sobre todo por el precio, las armas antiguas de un solo tiro, muchísimo más baratas y manejables por su peso, eran las que usaba tanto la gente del común como la soldadesca, ya fueran de mecha, de chispa, o de pistón, que todavía se usan estas últimas en la arcabucería festera y en algunas modalidades de tiro olímpico y deportivo de avancarga.

            Las características del arma de las fotografías (1) son las siguientes: Es un fusil corto, dado que su peso con tres cañones hubiera sido excesivo en tamaño normal. Su longitud total es de 64 cm., y del cálculo de medición de imágenes resulta que los cañones de fusil miden 34 cm., y los de pistola 14 cm. La caja de madera es muy completa, pues abarca totalmente la longitud del arma, pero la culata propiamente dicha solo mide 17 cm., lo que nos puede parecer muy corta, y de hecho lo sería si el tirador la apoyara sobre el hombro para disparar, pero los fusiles de la época se apoyaban sobre el pecho con el debido almohadillado para amortiguar el retroceso sobre los huesos del tórax, ya que de esta manera los tiradores tenían a la vista tanto el frente como los elementos de disparo, es decir, la cazoleta y, sobre todo, la mecha, que había que conservar encendida con sumo cuidado por el peligro que supone manipular la pólvora al mismo tiempo. El calibre de los cañones de este fusil es de 9’5 mm., algo escaso para los fusiles de la época y tiempos posteriores, pero suficiente para que no abulten y pesen demasiado, y los de pistola son de solo 8 mm., con el inconveniente de tener que usar proyectiles distintos en la recarga. Esta diferencia entre calibres, que no beneficia en nada las prestaciones del arma, parece un simple capricho, pues si observamos la culata veremos que hay espacio de sobra para alojar cañones de pistola de igual calibre que los del fusil sin apenas aumentar su tamaño, con lo cual mejorarían su poder de parada y simplificarían la recarga.

La pólvora: Tratándose de armas antiguas, no me resisto a mencionar la pólvora que las hacía funcionar, esa vulgar y antigua mezcla de nitrato potásico, carbón y azufre, cuyo inventor permanece anónimo. Se dice, y hasta se asegura, que fueron los chinos. Puede ser, pero no hay datos verdaderamente fiables que lo demuestren. También se atribuye al monje alemán Bertold Schwartz, pero lo más probable es que llegara a España de manos de los árabes y desde aquí se extendiera por el resto de Europa. Como su primer uso fue artillero, empezó llamándose hacia 1320 pulvis catapultarius (polvo de catapulta), y más tarde, en el latín elegante del Renacimiento, nitratos pulvis, o sea, polvos de nitrato, y missiles ignes (enviados por el fuego) a los proyectiles. Por ahí, en alguna parte donde se arriman ascuas a sardinas propias, podrán leer ustedes que los chinos la inventaron 2.000 años antes de Cristo, que el monje Bertoldo la introdujo en Europa, y que los primeros en usarla fueron ingleses y franceses en 1346, pero hay un hecho indudable por lo bien documentado, y es el de que su primer uso militar en Europa tuvo lugar en Orihuela en 1331; luego en Tarifa en 1340, y después en Algeciras en 1342. Jerónimo Zurita, cronista de Aragón, al referirse a la campaña del reino de Murcia de 1331, escribe: … “ y puso en aquel tiempo gran terror una nueva invención de combate: que entre las máquinas de guerra que el rey de Granada tenía para combatir llevaba pelotas de fierro que se lanzaban con fuego (2).

                Tiene también la pólvora de salitre, carbón y azufre una notable cualidad: su estabilidad a lo largo del tiempo. Es, como se ha dicho, una mezcla, no una combinación, por lo que cada uno de sus componentes sigue conservando sus propiedades individuales hasta que se prende fuego a la mezcla y reaccionan químicamente entre sí con gran producción de gases y calor. Sus integrantes son minerales, pues el nitrato potásico es una sal mineral, y el azufre y el carbón, dos elementos químicos de la tabla periódica.Y de su inalterabilidad como mezcla bastará decir que algunos fusiles de chispa existentes en el Museo del Ejército, procedentes de la Guerra de la independencia contra Napoleón, que permanecen accidentalmente cargados desde entonces, son capaces de disparar su carga si son cebados. De las pólvoras modernas, el tiempo dirá. Su composición es orgánica y compleja, y pese a los agentes estabilizadores que se les incorporan, su propia naturaleza nos dice que están muy lejos de igualar la estabilidad de la pólvora negra tradicional.

            Volviendo al supuesto origen chino, en algún tratado (3) se dice que el primer uso de la pólvora tuvo lugar en el fusil de bambú llamado hou ch’iang, consistente en una caña de bambú ahuecada donde una carga de pólvora disparaba bolas de arcilla. Por supuesto, el autor o autores de tales afirmaciones no probaron jamás tal artilugio, pues de haberlo hecho no hubieran quedado en condiciones de escribir tonterías, ya que, aunque las pólvoras antiguas eran de mala calidad, las presiones en la recámara de cualquier arma de fuego antigua como escopetas, arcabuces o fusiles están por encima de los cuatrocientos kilos por centímetro cuadrado, es decir, cuatrocientas atmósferas, así que ya me dirán para qué sirve el bambú, del que, por cierto, sí se fabrican cañones con los que juegan niños y mayores para hacer ruido, pero no con pólvora, sino explosionando gas acetileno (de carburo) o con bencinas. En las armas actuales, con las pólvoras modernas llamadas blancas o sin humo –que no son blancas, pero así se llaman para distinguirlas-, las escopetas de caza alcanzan presiones de 700 Kg./cm2.; cualquier fusil militar, o pistola con munición parabellum, ronda los 2.500 kg./cm2.; y algunos rifles de caza mayor con munición magnum alcanzan los 3.500 kg./cm2.

            Finalmente, permítanme la inmodestia de dar un consejo, fruto de largos años de experiencia como cazador y tirador olímpico: Si alguien tiene algún arma antigua, líbrese de hacer experimentos, pues con las pólvoras negras actuales, mucho mejores y potentes que las antiguas, puede llevarse un buen susto; y si se trata de pólvoras blancas, ni lo sueñe, pues su arcabuz, escopeta o pistola se puede convertir en metralla entre sus manos y cara.


(1)Vladimir Dolínek. Enciclopedia ilustrada de las armas de fuego antiguas. Aventinum Nakladatelstvi, s. r. o. Praga, 1998.

(2) Jerónimo Zurita, cronista de Aragón. Anales, ed. Madrid, 1853. Lib. VII, cap. XVI.

(3) Wilkinson, F. Les armes à feu et leur historie. Ed. Princesse (trad. del inglés). Switzerland, 1977.

Las citas (2) y (3), así como otra información complementaria, han sido tomadas del libro Tratado histórico de las armas, de J. E. Casariego. Ed. Labor, S. A. Barcelona, 1982.