“DE NUESTROS EXCESOS Y EGOISMOS”

  (elegía)

Antonio Martínez Charcos

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En medio de este inmenso revoltijo

que es esta laberíntica maraña

en que este Mundo hoy se ha convertido

tan lleno de mentiras y de trampas,

de cánticos sirénidos y ofidios

que venden humos negros por las plazas,

no siempre elige uno en su camino

la opción que le conviene y más le agrada

ni quién su compañero y su vecino

ni quién rige sus pasos en la marcha,

pues suelen presentarse mil motivos

que a veces al humano sobrepasan.

Mas, es el corazón, por su capricho

y falta de razón y de templanza

quien toma decisiones y albedríos

por mor de libertad no bien usada

y embiste con la fuerza de un novillo

llegando al corvejón su mete pata

y aguanta el gran dolor del desatino

aun yendo en detrimento de sus lágrimas.

Es luego de la marcha de los nimbos

que portan tras de sí las lluvias ácidas

y los truenos lejanos de alto ruido

y los rayos que queman las entrañas,

que admiramos la fuerza del Altísimo

al ver el nuevo sol en lontananza

y entendemos, entonces, por descuido,

que el Hombre es una brizna de la paja,

como un gran torreón hecho en palillos

y un gran rey de cartón de espada falsa

que en el suelo se quiebra en mil añicos

si una brisa süave se levanta.

Al ver al Cristo Rey con esos pinchos

en lo alto de su testa coronada

siendo el Dios Supremo, el Uno y Trino,

el Dios de los Ejércitos con alas,

que incluso se hizo hombre redivivo

y aquí bajó a esta Tierra por salvarla,

comprendo la altivez del individuo

y la mucha soberbia que le aplasta

pues devuelve el favor con egoísmos

y le niega el amor y hasta las gracias

olvidando que es Él el juez divino

que dicta si condena o si nos salva.

Una brecha, igual que un precipicio,

tan grande que le cabe una montaña

que ha hecho nuestro orgullo y snobismo

y parte en la mitad a nuestras almas,

transitamos inermes al peligro

de dar un paso en falso hacia la nada

y meternos en ese remolino

y en la eterna espiral de los apátridas

que andan sin amor ni rumbo fijo

ni perro que le ladre ante la Parca.