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-“Mi familia era franquista y yo empecé a conocer al abuelo cuando un novio comunista me abrió los ojos”

-“Mi abuelo, Rafael Altamira, le dejó claro a Franco que no volvería del exilio mientras un traidor a la República estuviese en el poder; y no volvió”

-“Yo no renuncio a que en Alicante o El Campello pueda haber algún día una casa-museo Rafael Altamira y una estatua en su memoria”

-Pese a su gran prestigio internacional como humanista, jurista e historiador hoy en día no hay ni una sola estatua a su memoria en todo el país

-“Hoy casi todos citan a Rafael Altamira, lo han hecho Aznar, Zapatero, hasta el Rey, pero esto ha sido una labor de cuarenta años”

-“Fraga Iribarne fue el ejecutor del silencio impuesto por el régimen a la figura y la obra de Rafael Altamira”

-“Hoy se habla tan mal en muchos sitios porque posiblemente no hemos aprendido a escuchar al otro”

-“En el teatro no solo hay que escuchar con los oídos, hay que escuchar también con el mundo de atrás, porque ahí atrás ocurren muchas cosas”

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OLYMPUS DIGITAL CAMERAEntrevista realizada por el Observatorio de Mayores y Medios de Comunicación de la Universidad Permanente de la Universidad de Alicante y MAYMECO de la UPUA

ALICANTE 29-07-2016

Rafael Altamira fue un gran hombre. Alicantino y uno de los grandes. Eso, afortunadamente, hoy muchos lo saben y conocen pese al silencio impuesto por la pesada losa de la dictadura. Lo que muchos no saben es que, en parte, lo es gracias a una mujer, su nieta, Pilar Altamira, criada en cuna franquista pero que un día y, como ella misma confiesa y tras conocer a un novio comunista, “abrió los ojos” y pensó que mejor que médico era seguir los pasos del abuelo. De retazos de la obra y las vidas entrecruzadas de ambos personajes -abuelo y nieta- está hecha esta entrevista.

Pilar, usted nunca vio a su abuelo Rafael Altamira, en persona y, sin embargo, ha dedicado gran parte de su vida a ser como una especie de albacea de su memoria capaz de atraer a las generaciones siguientes a su obra y a su figura. ¿Cómo sucedió que una persona que quería ser médico decidiera que su camino iba a ser el de perseguir los pasos de su abuelo?

Bueno, pues yo esa pregunta me la he hecho también a mí misma muchas veces y realmente creo que es que ahí, de alguna forma, han funcionado los genes Altamira, que son interesarse por todo lo que sea el conocimiento y el saber. Entonces, de joven, yo tenía mis compañeros, todos muy científicos ellos, y resulta que luego les hablabas de teatro o de música y no tenían ni idea. Eso a mí es algo que me asombraba porque yo decía, bueno, pero si es que nos tendríamos que remontar a nuestros grandes maestros que fueron los del mundo griego y ahí es que la ciencia y las artes iban absolutamente unidas. Entonces, no se porqué luego hemos hecho esta especialización cada vez mas fuerte que a mí me horroriza. Ahí empieza todo.

Un día le oímos comentar que en Méjico, donde su abuelo falleció y pasó sus últimos años, alguien le dijo esta frase: “Aquí, en Hispanoamérica sabemos bien quién fue Rafael Altamira, pero es en España donde quizás no se conozca como lo conocemos aquí”.

Bueno, esa frase en realidad no me la dijeron en Méjico, me la dijo el embajador de Méjico en España, que es muy buen amigo mío y siempre que he organizado presentaciones y reediciones de libros del abuelo lo he hecho allí, en la sede de la Embajada, y fue allí donde me lo dijo: “A mi -me comentó- me parece maravilloso, pues tu aquí estás pisando Méjico, porque esto es nuestro terreno, pero yo creo que donde debes volcarte es en tu país, porque aquí en Méjico y en Argentina en general se le conoce, pero el gran desconocido es en España por desgracia”.

¿Debió ser duro escuchar estas palabras, no?

Sí, sí, claro… y eso a mi me dio me dio un buen empujón para todo esto; porque, por supuesto, es cierto yo viajaba mucho a América y un día vi que me tenía que dedicar a moverlo en España. Esto es algo que los especialistas tanto de historia como los juristas me riñen cada vez que lo digo.

En pocas palabras y para quienes aún desconocen su obra ¿quién fue Rafael Altamira?

Cualquiera que estudie derecho o que estudie historia, quieras o no, se va a encontrar con Rafael Altamira, porque es que son sus libros de texto y es toda una inmensa labor; en la historia, por ejemplo, él fue el quien reformó la enseñanza de la historia. Él dio una serie de datos y de indicaciones para hacer el nuevo estudio y el acercamiento a los textos históricos; y como jurista pues claro, es que era inmensa su figura ¿no?

También aquí en España ha habido excepciones, gente que sí le reconoce el alcance intelectual de su obra…

Sí, claro. A mí, recuerdo que en una ocasión Gregorio Peces Barba me dijo: “Mira Pilar, fíjate la categoría que tendría tu abuelo, que era casi el único intelectual español que era recibido en todas las Cortes europeas con honores de Jefe de Estado”. O sea, más no puede ser ¿no? Y entonces, claro, a mí eso me satisfacía mucho

Miles y miles de kilómetros por medio mundo tras los pasos del abuelo, de su obra, de su reconocimiento…

Sí, he recorrido medio mundo; mucho por Sudamérica y Centroamérica, he ido mucho también a Holanda y a La Haya, porque allí él vivió 14 años como juez. Allí en La Haya hay una gran placa en la casa donde él vivió y luego dentro del Palacio de la Paz, pues claro también constan los jueces, porque él fue juez permanente desde que se abrió el Tribunal Permanente de Justicia Internacional y, además, él fue el encargado de redactar los estatutos porque él ya venía potenciado por la Sociedad de Naciones; y estuvo también en toda la gestación de la Sociedad de Naciones. Y de todo eso derivó el que fuera incluso propuesto para el Nobel de la Paz

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Tantos años de lucha y esfuerzo para sacar a flote su memoria. ¿Ha merecido la pena?

Sí, sí… Es un sí rotundo. Un sí rotundo. Ahora mismo yo creo que ya no hay congreso, ni publicación, ni nada donde no se nombre a Rafael Altamira. Mira, si es que lo ha nombrado Aznar en un discurso, lo nombró Zapatero, lo ha nombrado el Rey. Es como un comodín, valga la redundancia. Hay que decir un ejemplo de tal, pun, ahí está Rafael Altamira, aunque luego no le hagan ni caso.

¿Por qué hoy Rafael Altamira, una persona nacida en la segunda mitad del siglo XIX, debiera ser conocida y reconocida?

Bueno, yo creo que a poco que se contemple su trayectoria es mas que evidente esto, porque es un hombre que fue muy notable en España como mano derecha de Francisco Giner de los Ríos por ejemplo y como todos los impulsores de las reformas que hubo con el regeneracionismo, pues ahí la sombra de él es muy alargada; de ahí se proyecta a Europa, con todo lo del Tribunal Permanente de Justicia Internacional de la Haya y después América. América para él era un gran amor el que tenía a ese continente.

Si continuamos con la huella política que dejó su abuelo, ¿cuáles sería sus aportaciones más relevantes al diseño de la política europea?

Pues mira yo creo que los fundamentales son los que he mencionado así un poco por encima antes y que son la resistencia pacífica, porque para él eso era importantísimo; y en destacar los valores humanos, los derechos humanos, los derechos civiles, todo lo que implicaba eso que nos viene desde la Revolución Francesa de la libertad, la igualdad y la fraternidad pero llevado a la política. Él fue también el que diseñó en los mapas de Europa todos los límites de los Balcanes y todos estos países que fueron apareciendo. Esa era, creo, su principal preocupación, el que hubiera paz, que se fuera justo y se fuera fraterno con los países mas necesitados

Las fronteras, siempre las fronteras, como armadura de estabilidad y como germen de conflictos.

Si, lo de las fronteras era muy importante para él, pero sobre todo esto que digo, el que todo eso fuera hecho mediante la paz.

Rafael Altamira se tuvo que exiliar en varios países a lo largo de su vida, lo que sin duda fue doloroso, pero quizás lo más doloroso de todo fuese el no poder volver a su país.

¡No, no, no es que no pudo!. Pudo, pero no quiso volver. Esa es una diferencia muy notable, porque Franco le mandó dos veces emisarios para pedirle que volviera a España. Porque, claro, cuando vino el franquismo inmediatamente pues fue suspendido de todo lo habido y por haber y como me contaba Carlos Berzosa, el anterior rector de la Complutense que, claro, es que la orden que vino al Rectorado de la Complutense inmediatamente fue que tal señor, tal señor, tal señor y tal otro, fueran, ¿como se llama esto?, expedientados y expulsados de sus trabajos. Y ahí fue una perdida enorme para la universidad española porque los que le sustituyeron fueron a dedo, gente franquista, muy poco preparada, muy inferiores a los que habían antes.

Entonces, según lo que cuenta, fue él quien decidió no volver…

Él, inmediatamente, que empezó la guerra civil y se bloqueó España y nadie podía salir ni entrar y entonces él como tenía pasaporte diplomático, él sí se pudo ir. Aún no estaba Franco, estaban llevando los asuntos en la junta esta de generales que estaba establecida en Burgos y él fue directamente a Burgos y dijo: “Oiga, yo tengo que salir de España porque mi trabajo esta en el Tribunal de La Haya, y tengo que ir a trabajar, además tengo pasaporte y valija diplomática”. Y le dejaron porque además empezaron a llegar telegramas de todos los países en el sentido de que el señor Altamira tenía que salir. Y allí estuvo hasta que llegaron los nazis.

Ahí empieza el largo camino del exilio, ¿no?.

Sí, sí, claro… Y cuando vinieron los nazis se tuvo que ir a Francia; y cuando llegaron allí también, pues ya se fue a Lisboa y de Lisboa a América.

Volvamos a lo de Franco y su negativa a regresar…

Esto me lo contaba a mí mi padre. Y aunque en las fotos le vemos muy serio, pero tenía también un carácter muy fuerte y realmente cuando le manda Franco esos dos emisarios, con el segundo ya perdió los papeles y le dijo: “Haz el favor de decirle al general Franco que yo con alto dolor de mi corazón no voy a volver a mi patria mientras esté en el poder una persona que es un traidor a la Republica, porque él ha jurado fidelidad a la bandera republicana y la ha traicionado”.

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¿Y qué sucedió a partir de ese momento?

Claro, claro, la respuesta segunda fue tan dura que inmediatamente se ordenó eliminar toda su memoria de cualquier sitio y se ordenó que se le borrara de todas las enciclopedias. Todo esto el que lo hizo fue Fraga Iribarne, que estaba entonces de ministro de Educación. Y, claro, cuando me dicen bueno es que, claro, las juventudes de hoy día es que ni de oídas les suena ese nombre, digo yo ¿como les va a sonar? ¡Si ni lo han leído en un libro de estudio!

¿Prueba de este olvido impuesto es que parece que no hay ninguna estatua de Rafael Altamira en toda España?

No, no la hay. Lo que hay son miles de calles. Calles hay un montón, pero esculturas, no. Yo quise conseguir que la hubiera aquí, en Alicante, que es donde me parece que la tiene que haber. Y pienso que tarde o temprano lo voy a conseguir. Y luego en Madrid, que en Madrid ya he estado reunida con Manuela (Carmena) y la alcaldesa está encantada con la idea. Claro, ¡por algo ella es jueza también! Y vamos a ver si se consigue en alguno de estos lugares. Pero calles, sí, calles y grupos escolares tiene muchos por toda España, y aquí concretamente en la provincia de Alicante hay cinco.

Y en Alicante, ¿dónde la ve?

La veo ahí enfrente, sí; en los jardines éstos (se refiere al Parque Canalejas, pues la entrevista tiene lugar en la Sede de la UA en Alicante). Pero también hablé con la Diputación y me decían que en los jardines de la Diputación, y allí tampoco estaría mal. Yo ya tengo ofertas de algunos escultores que quieren hacerla. El ultimo que me ha escrito, que es buenísimo, me decía: “Bueno, ¿pero cuál es la pega para no hacerla?”. ¡Pues el dinero! Por lo menos ese es el argumento que me esgrimen siempre. Pero bueno, si ahora hay el método este del crowdfounding y todo eso, pues vamos a seguir en ello ¿no?

Volviendo al terreno de las ideas de su abuelo. ¿Podría hacer un breve resumen de su ideario sobre la justicia social y los derechos de los pueblos?

Él decía siempre que sus dos grandes maestros habían sido Joaquín Costa y Giner de los Ríos, y es cierto. Entonces, en la línea de la justicia social que preconizaba Joaquín Costa en cuanto a la justicia en los campos, en la distribución de las riquezas y de los espacios, ahí entra también todo esto tan alicantino del Tribunal de las Aguas. De hecho, para escribir el libro del derecho consuetudinario de la provincia de Alicante se pateó la provincia, fue pueblo por pueblo viendo qué necesidades había, qué eran secanos, qué eran regadíos, qué eran tal, qué eran cual y luego también qué necesidades sociales tenía la masa del pueblo, en qué circunstancias estaban.

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Parece que otra de sus preocupaciones eran los derechos de la mujer y las minorías…

Sí, sí. Él hizo una labor enorme también en la defensa de la mujer, en devolverle el papel que tenía que ocupar. Y aquí se unió mucho a él Emilia Pardo Bazán. O sea, los dos estaban de profesores y dando cursos y haciendo cosas en el Ateneo de Madrid y ahí hicieron una labor enorme, enorme, con el tema este. Luego, la defensa también de muchas formas de clases étnicas. Una amiga judía, muy famosa, me escribió y me dijo que le había cogido un amor enorme al abuelo porque era el único intelectual que hace una defensa razonada y pensada de los judíos. Y es verdad que lo tiene en uno de sus libros. Y luego de la cultura árabe, exactamente igual. O sea, él no hacía distinciones de una forma y de otra.

También en el terreno de la educación fue campo abonado para él…

Cuando le nombraron director general de Primera Enseñanza, ¿cual fue su primera disposición?, pues subir el sueldo a los maestros. Él decía que no se puede pedir a un señor que no le llega casi ni para comer, que encima esté ahí al pie del cañón, que dé buenas clases, que haga no sé que. Primero, que esté dignamente pagado y después ya pediremos. Ese tipo de cosas eran las que a él le preocupaban.

Contar con buenos maestros y buenos referentes para avanzar y mejorar como sociedad, algo tan necesario también hoy en día…

Hombre, yo creo que sí es este un tema muy importante. Hace años yo hice un master sobre el trabajo biográfico, y ahí aprendí muchísimo, porque hay una serie de etapas que están marcadas en el desarrollo de cualquier ser humano y hay, hay momentos en los cuales sí necesitas tener un referente. ¿Quién no se acuerda de algún maestro de la escuela? O, a lo mejor, yo en mi casa era una tía abuela mía que me enseñó muchísimo, humanamente hablando… Yo creo que para él fue muy enriquecedor tener esos referentes, esos maestros como Joaquín Costa y Giner de los Ríos.

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Y parece ser que parte de lo que hizo después vino de los “consejos” de estos maestros…

Si es que Giner… El abuelo en un principio quiso ser literato y se puso a escribir Cuentos de Levante y estaba feliz así, escribiendo, pero llega a Madrid a la Institución Libre de Enseñanza y Giner de los Ríos va y le dice: “No, no, usted es un historiador, usted déjese de escribir”. Y lo dejó. Y se metió a historiador. Incluso en una ocasión que le dice el abuelo, porque ellos tenían una confianza como de padre a hijo, le dijo es que tenía por aquí alguna novieta -por Campello o por ahí- es que estoy enamorado, porque tal y cual y don Francisco le dijo: “Altamira, ni hablar, usted casarse ahora, ni hablar; porque tiene mucho trabajo que hacer”. Y entonces, en ese momento, no se casó.

En el prólogo que hace José Luis Villacañas a su libro Diálogos con Rafael Altamira podemos leer estas lúcidas palabras: “Ojalá los recuerdos y con fotos como éstas -se refiere a una foto de sus abuelos en el propio libro- podamos recuperar algo del alma que hemos perdido de la forma más estúpida persiguiendo el vago sueño de convertirnos en nuevos ricos. ¿Estamos condenados a solo querer luchar por ser nuevos ricos?

Sobre eso diré que en casa tenemos un lema que es: siempre positivo, nunca negativo. Así pienso yo con respecto a esto. Que el que las cosas sean difíciles, que cuesten y que parezca que no vas a tener respuesta, mira tú, sigue, sigue, y sigue, porque es como vamos a avanzar.

No es mala filosofía esa…

A mí, las cosas que he conseguido, que he conseguido muchas realmente, claro, que, han sido cuarenta años de trabajo, pero he conseguido mucho, ha sido porque nunca decaigo. Si crees en lo que haces tienes que seguir y al final te encuentras con que da resultado.

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En el mismo libro recoge unas palabras del abuelo y que son éstas: “¿Que has hecho tú porque tu patria sea mejor cada día, más rica, más culta?” y que casi nos llevan y nos recuerdan la famosa frase que John Fitzgerald Kennedy cuando dijo aquello “No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate lo que puedes hacer tú por tu país”.

Bueno, a mí catedráticos de la Universidad de California me han dicho incluso que Kennedy tomó esa frase del abuelo. Y yo dije, anda, fíjate, cómo nos copian. Sí, sí, porque es una pregunta muy fuerte y muy exacta, muy directa al corazón. ¿Tú, de qué hablas? Sí, tú… ¿has hecho algo? Pues él realmente lo dijo porque cuando le hablaban de patriotismo esos que iban presumiendo de patriotas y que muchas veces, en efecto, no habían hecho nada por su país, y él les hizo esa pregunta: ¿Qué has hecho tú por tú país, por mejorar algo, por mover algo?

Su abuelo vivió en Alicante en sus primeros años. ¿Cree que esta ciudad le ha dado reconocimiento suficiente? ¿Es posible aún pensar que algún día se pueda levantar aquí una casa museo a su memoria?

Pues yo creo que hay espacios, por ejemplo la Universidad, donde no se le ha olvidado. Y, bueno, tenemos los cursos de verano, también está la cátedra Rafael Altamira, que, creo, no se ha movido nunca nada y desde esa cátedra se hubiera podido hacer mucho más y eso no se ha hecho…, pero bueno, yo no quiero reprochar nada a nada, pero a nivel oficial, pues, pues no ha tenido una dimensión tan grande.

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¿Y la casa-museo?

¿La casa museo? Sí, sí, es una excelente idea, yo la quería haber puesto en El Campello, en la casa que ellos vivieron, la que era la finca de mi familia en Ca’Terol, que era una casa preciosa y ahí hubiera sido una casa museo divina. Pues resulta que esa casa fue asaltada, según me ha contado el que era antes el cronista de El Campello, por un grupo, una horda de falangistas. Y resulta que rompieron la cancela de la puerta del jardín, se llevaron cosas, tiraron libros por los suelos… bueno, una cosa bastante horrible. Y después, cuando ya el abuelo tuvo claro que no iba a volver a España, le dijo a mi padre que la vendieran. Pero ahí lo que tendría que haber ocurrido es que el alcalde de entonces la hubiese comprado, la hubiera comprado el Ayuntamiento y se hubiera dedicado a casa-museo y eso habría dado montones de cosas y se habría organizado ahí algo como tiene Azorín o tiene Miró o tiene cualquiera de esta tierra. Y eso, la verdad, no se hizo.

No hace mucho se acaban de celebrar en Alicante y El Campello los actos del 150 años del nacimiento de su abuelo. ¿Qué balance hace?

Muy bueno, muy bueno. Nuevamente la Universidad ha apoyado el cien por cien y tengo que decir que a Jorge Olcina (director de la Sede de la UA) hay que hacerle un monumento también, ya de paso, porque es un encanto de persona, pero aparte de eso de una efectividad enorme. Y luego, toda la gente que ha trabajado ahí, María Marco y muchos otro, para montar la exposición. Y sí, estoy muy, muy feliz y muy contenta de haber trabajado con todos ellos. Y luego, en El Campello igual. En fin, que están haciendo todo lo que pueden con mucho amor.

Además de todo lo que hemos hablado de Rafael Altamira, a nosotros nos interesa también su figura. Actriz, bióloga, escritora, profesora…, aunque nos da la sensación de que siempre quiere estar en segundo plano. Empecemos por su infancia.

Humildad señores, humildad… Yo es que eso me da mucha vergüenza, me da muchísima vergüenza. Mi madre murió cuando yo tenía un año y entonces mi padre se volvió a casar y mi madre, que es una buena persona, yo no la voy a criticar pero, claro, no es una madre, y además como en casa un poco, en este caso casi con mala suerte, la que destacaba era yo y mi padre me adoraba, y era su hija predilecta y entonces esto pues provocaba un poco de celos. Entonces yo estaba acostumbrada a trabajar un poco a la sombra, para no destacar demasiado y empeorar la situación.

Eso explicaría en parte su carácter…

Como ejemplo de esto que comentamos, cuando yo hice la reválida tuve premio extraordinario en Madrid, que en mi instituto fue la única matrícula de honor que hubo, pues yo venía a casa con una vergüenza, porque pensaba que en casa mi padre se va a poner loco de alegría, pero el resto del personal no sé. Yo iba con mi premio como el que iba a una cosa mala ¿no?. Eso ha sido un poco una tónica de mi vida, pero vamos que yo tampoco soy tonta, quiero decir que sé para lo que valgo, para lo que no, y lo que he hecho más o menos bien, y lo que me falta todavía por realizar.

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Hablemos ahora de su relación con Alicante. ¿Cómo lo ve? ¿Cómo cree que ha cambiado?

Pues el amor por Alicante es herencia también. Porque, claro, por Alicante en mi niñez yo casi no había venido y no conocía ni El Campello y ya cuando empecé a trabajar con todo lo del abuelo, que esto fue muy divertido porque, porque, claro, yo estaba criada en un ambiente franquista, mi madrastra es absolutamente franquista y mi padre pues, bueno, muy a lo que diga su mujer, y entonces, entonces era cuando yo me creía todo lo que me contaban; una niña con ocho o nueve años, pues me decían que Franco era buenísimo, y yo me lo creía, que todos los países del extranjero nos odiaban y nos perseguían, porque tal, porque cual, yo me lo creía todo y tuvo que ser más adelante cuando tuve un novio que era comunista, y éste fue el que me dijo: ¿Pero, tú te crees todo eso, Pilar? Digo: claro, si me lo dice mi padre. Yo lo que decía mi padre iba a misa, claro. Y este me dijo: pues no es así bonita, esto no es así y entonces yo dije: bueno, pues, ¿a ver si tiene razón y esto no es así? Y entonces y a partir de ahí es cuando empecé a leer lo del abuelo y es cuando dije: caray, ¡qué señor!. Oh, esto es maravilloso, y fue entonces cuando me dije pues me tendré que acercar a su tierra. Él habla además con tanta pasión de su terreta. Y fue así como empecé a venir por aquí.

O sea, que no venían a la finca de El Campello

Nunca, nunca, porque es que mi padre y mi madre no querían venir y por eso digo que yo he tenido muchas batallas que luchar contra viento y marea, pero eso es muy bueno porque te hace luchadora y te hace decir: a mí esto me importa un pito. Y voy adelante, voy adelante, y se acabó. Y entonces a mí eso sí me funciona así en todo.

Comentemos ahora uno de sus libros, La palabra olvidada. En él habla de la importancia de cuidar más la palabra y la oratoria en la educación, en la vida política y social. ¿Tan mal vamos de discurso hoy?

Mal, no, fatal. Yo sufro mucho por eso. Estuve muchos años dando oratoria en una escuela de teatro en Madrid a los jóvenes actores y la verdad es que te vuelves ya con una deformación profesional que cuando voy al teatro o pongo la radio o veo la tele y escucho cómo hablan, digo: ¡pero qué horror¡ Es que no saben hablar, no saben hacer pausas, no saben la importancia que tiene el silencio. Cuando tú has dicho algo, tienes que esperar a que eso llegue al corazoncito del que escucha y luego sigues, pero no puedes hablar ta-ta-ta-ta. O sea, que el habla no es una máquina de reproducir sonidos pues las palabras son los arquetipos de todo lo que existe. Eso lo digo en el libro y lo mantengo, y entonces cuando das su verdadera importancia al habla, que es además, esto lo he dicho siempre, siempre, en todos los seminarios que he dado sobre la palabra, que es lo que nos coloca en la cumbre de la evolución. Es lo que diferencia al hombre del resto de seres vivos, que emiten otros sonidos pero no hablan.

¿Qué más se podría hacer desde la escuela en nuestro país para mejorar esta situación?

Creo que en la escuela habría que empezar a hacerles a los niños que reciten en voz alta y que el profesor que esté formado, claro, que les corrija; e igual en los adultos. Y además todo eso te va a servir en la vida real, te va a ser útil pues desde para hablar con tu novio, para pedirle aumento de sueldo al jefe, para muchas cosas, tienes que estar haciendo teatro constantemente.

En el mismo libro habla de la necesidad de escuchar como forma de conocimiento ¿Escuchamos poco?

¿Por qué tantas veces vemos en los medios cómo se superpone una palabra a la otra? Porque no se deja terminar al otro, porque no le estás escuchando. Es como si no interesara nada lo que el otro está diciendo. Parece como si cada uno quisiera soltar su speech y nada más. En las clases de la Escuela siempre empezábamos el primer trimestre con la escucha, aprendiendo a escuchar. No puede ser que te lances a hablar sin antes haber aprendido a escuchar. Esto, claro, entra dentro de la disciplina del teatro, donde tienes que aprender a escuchar con todo el cuerpo, no solo con los oídos; porque ahí te entra la percepción, tienes que saber el mundo de atrás, por ejemplo, un mundo que desconocemos y que tenemos muy olvidado y “atrás” ocurren muchas cosas. Y entonces tienes que tener orejas en la espalda también y percibir un poco todo lo que te está rodeando. Eso es importantísimo, y una vez que tienes esa base ya puedes empezar a trabajar con la palabra hablada.