2006

ALMAJARAS O SEMILLEROS TRADICIONALES

Rafael Moñino Pérez

Agente de Extensión Agraria

Rafael Moñino escribe este artículo con motivo del proyecto de reconstrucción de una almajara en terrenos municipales de Rojales situados junto al museo etnológico de la huerta. En la iniciativa etnológica participará el propio autor, la red municipal de Museos de Rojales dirigida por Manuel de Gea y el Parque Social Agropecuario Huerta Viva de Rojales .   

IMG_20160223_185745ROJALES 23-02-2016

Es como si volviéramos unos años atrás, cuando la ladera de la sierra de Orihuela en el Rincón de Bonanza era un extenso semillero de hortalizas protegido del frío con bardas de caña común, tallos de maíz y mantos de cisca, las típicas almajaras -especialmente de pimiento, tomate y berenjena- antes que lo ocuparan los cítricos. Otro tanto sucedía en otros pueblos aunque en menor escala pero a tenor de las necesidades, viveros cuyo producto se destinaba para venta al público. También muchos pequeños agricultores, si disponían de tiempo y agua constante, los construían para producirse su propia planta.

            Estas almajaras, llamadas también hoyos en el argot vulgar, se instalaban entre Enero y Febrero, con tiempo suficiente para que a finales de Abril o mediados de Mayo estuviera desarrollada la planta para su trasplante, naturalmente, a raíz desnuda. Hoy, huelga decirlo, se planta con cepellón previa siembra en alvéolos de bandejas de poliestireno expandido y otros materiales, sistema que algunas empresas tienen altamente mecanizado en instalaciones para producir millones de plantas con muy poca mano de obra.IMG_20160223_185838

            Pero volviendo al tema objeto de este trabajo, las almajaras tradicionales, el sistema de producción constituía lo que en términos técnicos significa instalar un semillero de cama caliente, es decir, aprovechar el calor de fermentación del estiércol para ayudar a proteger las plantas del frío y favorecer su desarrollo, y digo ayudar porque la principal defensa contra las heladas nocturnas era la barda de cañas forrada de cañotes de maíz, paja larga, sacos viejos o cualquier material disponible, complementada con los mantos de cisca frontales que se colocaban al atardecer y se enrollaban al salir el Sol. La barda adoptaba una posición inclinada hacia las almajaras para protegerlas mejor, posición que se lograba a medias entre la clavazón inclinada de las cañas sobre un surco de cabecera, que luego se cubría con tierra, y la colocación de tirantes sujetos a estacas exteriores a las almajaras, como se ven en la foto.

            Para preparar el terreno de la almajara se vaciaba, hasta la profundidad de un palmo, un rectángulo -de ahí el nombre de hoyo que también se le daba- de dimensiones variables, pero alrededor de tres metros de largo por algo más de un metro de ancho a fin de poder hacer cómodamente las labores de aclarado y escarda, a veces ayudándose con un tablón colocado como puente sobre los caballones laterales. Este hoyo se llenaba, hasta más de su mitad, de estiércol reciente de cuadra para aprovechar, como se dijo más arriba, su calor de fermentación. Sobre este estiércol se ponía otra capa más delgada de estiércol fermentado y cribado, donde una vez allanado y alisado, se depositaba la semilla, la cual se cubría ligeramente con una fina capa del mismo estiércol fermentado. Finalmente, el conjunto se cubría con una delgada capa de gravilla (chinarro en términos vulgares) para fijarlo durante el riego, que no era de pie sino por aspersión con regaderas de cinc (no se conocía el plástico) en semilleros familiares, o con manguera provista de boquilla de ducha de finos agujeros, riego que se hacía diariamente al caer la tarde. La disposición de las almajaras, salvo excepciones, era perpendicular a la barda, como se aprecia en la foto y esquemas adjuntos.

         IMG_20160223_190007   Los cuidados de cultivo, aparte del riego diario, eran sencillos. A poco de nacer las plantas se aclaraban (labor de espionar, en lenguaje vulgar) y se escardaban las malas hierbas a medida que era necesario. También se abonaban con abonos minerales, uno de los cuales, el nitrato potásico, se usaba disuelto con el agua de riego a dosis de un par de cucharadas soperas por metro lineal de almajara, regando después con un poco de agua sin abono para lavar las plantas.

            La orientación de las almajaras era, por supuesto, Norte-Sur, para aprovechar mejor la acción solar del medio día sobre las plantas y la protección que ofrece la barda del viento septentrional.

Fotos y dibujos del autor