Luvia en la huerta de la Vega Baja el pasado mes de septiembre.foto EDG
Luvia en la huerta de la Vega Baja el pasado mes de septiembre.foto EDG

“UNA INYECCIÓN EN VENA”

ANTONIO MARTÍNEZ CHARCOS

Antonio Martinez Charcos

          ( romance )

¡Por fin nos llegó la lluvia
a esta seca tierra nuestra!
¡Hoy lloran con ansia viva
dos mil millones de estrellas
y ese llanto son las risas
de mucha gente en mi tierra.
Nuestros pulmones reviven
con otra atmósfera nueva
y a los “cacharros” del aire
al fin damos una tregua,
pues sienten ya nuestros huesos
un dolor que les molesta.
Nueva vida, nueva savia,
se incorpora a nuestras venas
y nos llevan en volandas
haciendo corta la espera
pues sin agua nunca hay vida,
sin agua: es la muerte cierta.
La gran calima reinante:
polvo rojizo y arena,
asfixiante, sahariana,
que ha mucho tiempo que acecha,
por el empuje del agua
ya se ha ido a hacer puñetas
y ya se lavan los coches,
los tejados y las rejas.
Los bancales de patatas,
verduras y berenjenas,
ya se han visto por fin libres
de arañas y palometas,
de larvas de mil gusanos
y redondas cochinetas.
Nuestros huertos polvorientos
que pintan, que amarillean,
por efecto de esta lluvia
se han puesto verdes….negrean,
y le salen nuevos tallos:
recambio de ramas secas.
La tierra, que ya está enferma,
el agua la regenera;
la alimenta y fortalece,
y nueva vida le inyecta

empujando a lo profundo

a esa sal que la revienta
y a tantos insecticidas
que la drogan y envenenan.
Bandas de pájaros trinan
y alegres revolotean
y con sus picos, de agua
de nuevo el buche refrescan.
Por los caminos del campo
caracoles se pasean,
y un ligero rastro blanco
en el suelo se refleja
mientras arrastran su cuerpo
con una cadencia lenta,
sin prisa pero sin pausa:
“el tiempo no les afecta”.
Por el legado del “moro”:
conducto, llamado acequia,
pasa rauda y quisquillosa,
corriendo que se las pela,
un agua turbia, preciosa,
que es llanto de las estrellas;
que es alimento y vida:
un placer en toda regla.
Sin ella, estamos perdidos,
y el día que falte ella,
nos llamaremos desierto
en vez de llamarnos vega;
pues se secaría el río
y también la vida nuestra;
seca y negra nuestra sangre,
secas, tiesas , nuestras venas.
¡Mira bien que el Hombre es agua
aunque de carne parezca!
¡Agua limpia, no nos falles!
¡que no falte tu presencia!
¡Danos siempre tu alegría!
¡Visítanos con frecuencia,
que quiero morir de risa
mientras lloran las estrellas!