Otro punto de inflexión en la credibilidad.Por MIQUEL GONZÁLEZ. Delegado de El MUNDO en Alicante
Por MIQUEL GONZÁLEZ. Delegado de El MUNDO en Alicante
ALICANTE 14-03-2015
El PP se ha decantado por Asunción Sánchez Zaplana como candidata a la Alcaldía de Alicante. Le deseo lo mejor, pero, sobre todo, le deseo, si es alcaldesa, que ponga fin a esa especie de ciclogénesis que comenzó en junio de 2011 y significó el inicio de la apertura en canal de las vergüenzas de la ciudad. Ese fatídico verano de 2011 conocimos los atroces contubernios en yates y viajes para controlar el urbanismo de la capital. Y asistimos, con mucha pena, cómo su brazo financiero, la Caja de Ahorros del Mediterráneo, se caía cuál castillo de naipes sin que nadie llorara por ello. Más bien, en ambos casos, empezó una especie de síndrome de Estocolmo para intentar salvar los muebles de aquello que se podía salvar; ajusticiar lo que no se pudo en su momento e, intentar controlar en un futuro, lo que viniera para que no nos pillara otra vez con el pie cambiado.
Y se preguntarán: ¿qué tiene esto que ver con el nombramiento de Asunción Sánchez Zaplana? Simplemente, la credibilidad del relato de los hechos que se han sucedido durante estos tres años. Posiblemente, su epílogo haya sido el titular «Valor será el candidato del PP», que desde la calle Doctor Rico nos ofrecieron el pasado sábado. Y no porque su director, Juan Ramón Gil, firmante de esa información, se equivocara, que puede, como cualquier profesional, porque si sólo fuera ese desliz, sería un simple borrón en su dilatada y brillante trayectoria.
Ese día marcó otro punto de inflexión, otra enmienda a la totalidad a ese relato de los hechos que arrancó en junio de 2011. El titular se parecía más al anhelo de un grupo de intereses que a la propia realidad y deseo de las bases del PP de Alicante. A pesar de que podría haber acertado, el énfasis en la presentación les delató, como en otras cosas, en las que han querido confundir deseos y realidad, cobrarse rencillas personales o mantener pactos fraguados en Vistahermosa. Y sólo hay que refrescar un poco la memoria para ver cómo han finalizado muchas de las hipótesis que se plantearon al inicio de este cuatrienio fatídico para la ciudad de Alicante.
Al juez que instruye el caso Brugal, Manrique Tejada, le cayó una somanta de palos por haber solicitado la imputación de Sonia Castedo sin haberla citado a declarar, porque no podía, ya que estaba aforada y debía hacerlo el TSJ; dar crédito a la teoría de la ex alcaldesa de que no había caso porque no había aumento patrimonial; minimizar el caso Rabasa -hoy con varios imputados- y responsabilizar después por igual a PP y a PSOE, cuando los socialistas (los implicados ya están fuera del partido), a día de hoy, no tienen ningún imputado; despreciar el caso Lucentum, pese a que un concejal ha acabado condenado por ello -el caso Mercalicante, en el que también se esfumaron seis millones de euros, ocupó ríos de tinta-; elevar a cuestión de Estado una denuncia por supuesta usurpación de identidad vinculada al candidato socialista, Gabriel Echávarri, todo por no plegarse a los intereses de Doctor Rico; o insistir en hacernos ver que la llegada de Ikea a Alicante es como los Reyes Magos, pese a que lleva incorporado un pelotazo y hay que salvarlo para que Enrique Ortiz no quiebre. Ahí queda esa retahíla de ejemplos de cómo la realidad ha acabado por minar la credibilidad de aquellos que han pretendido reescribir este cuatrienio negro de Alicante a su manera, intentando hacer de justicieros de aquellos que no rindieron pleitesía o de servidores a cambio de monopolios feroces. Insisto, podrían haber acertado con Valor, pero el reguero que han dejado eran tal largo, que era difícil perderles de vista.