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La cobardía de Fabra, los silencios de Ripoll.Por Pepe López

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VIERNES  21-11-2014

Alberto Fabra sigue dando muestras de su cobardía política. Fuerte con el débil y débil con el poderoso. Se atreve ahora a quitar a José Joaquín Ripoll del Puerto de Alicante porque sabe que es un cadáver político sin posible resurrección. La misma energía que ha usado ahora es la que le faltó para no nombrarlo cuando ya estaba imputado en Brugal. Eso hay que recordarlo para ser justo con él. Por eso el relevo anunciado hoy solo puede ser visto como un mero acto de propaganda política. Nada que ver con la lucha contra la corrupción ni con las líneas rojas que el president utiliza a conveniencia.

Recordemos que José Joaquín Ripoll tuvo casi todo el poder. Vicepresidente con Eduardo Zaplana en Valencia y virrey de Alicante a través de la presidencia de Diputación (2003-2011) cuando los vientos valencianos empezaron a torcerse para él. De su gestión en Alicante, un mérito sí tuvo Ripoll. Desde el Palacio de La Avenida de la Estación disfrutó de paz. Supo granjearse el beneplácito y la mirada cómplice de muchos medios de comunicación y periodistas locales a través, claro, de una generosa inversión publicitaria. Tú me das y yo miro para otro lado. Tu me financias y yo hago como que no veo. Así fue firmada aquella paz nunca escrita ni contada pero de la que muchos hablaban con extrañeza en privado. Desde el presupuesto de Diputación se compraron implícitamente silencios y se forjaron complicidades inconfesables.

Pero si hemos de ser sinceros no fueron solo los medios, también la oposición socialista fue domesticada. El mismo dinero que servía para acallar críticas periodísticas servía para silenciar voces políticas discrepantes. Eran los tiempos en los que ser diputado provincial era casi lo mejor que le podía pasar a uno. Los que lo disfrutaron bien podrían dar testimonio de ello. Hay nombres. Muchos nombres. Buen sueldo, poco trabajo.

Ripoll sin presupuesto ya no es nadie. O casi. Fabra le ha dado dos años de prórroga en el Puerto. Se supone que era una forma de comprar su silencio, de hacer menos traumática su jubilación y, también, de ayudarle en las estaciones de paso hasta que –si así sucede- acabe dando cuentas  en un tribunal de cómo se gastó parte de aquel dinero de los ciudadanos que a tantos hizo tan felices en un tiempo en el que en Diputación de Alicante parecía no pasar nada. Al menos que se supiera y se contara. En twitter @plopez58