EL DISTINTO TRATAMIENTO DE LAS AGUAS SUBTERRÁNEAS EN LOS PLANES HIDROLÓGICOS DEL JÚCAR, SEGURA, DUERO E ISLAS BALEARES

por Francisco Turrión. Hidrogeólogo

El río Madera, afluente del Segura, a la altura de la Venta del Pescador. La Toba, Jaén.

Como resumen de este artículo, podríamos decir que, en los nuevos planes hidrológicos del Júcar y Segura, la escorrentía subterránea es la variable del ciclo hídrico que se minora (hasta incluso la mitad como en el caso del Segura) para forzar los balances hacia los “números rojos” y el déficit de agua. Para ello, se aplican procedimientos engañosos (Plan del Segura) o conceptos erróneos (Plan del Júcar).

El “mal estado cuantitativo”, término con el que se califica a algunas de sus masas de aguas subterráneas (acuíferos), con el perjuicio económico que ello supone, sobre todo en las zonas rurales; no tiene, en mi opinión, fundamento científico. Y ello, básicamente por dos razones: porque frecuentemente se confunden los conceptos “pozo sobre-bombeado” con “acuífero sobreexplotado” o lo que es lo mismo, “la parte por el todo”; y porque, al no reconocerse la existencia de acuíferos superpuestos (y que ya definiera el IGME allá por los años 70 del siglo pasado, en exhaustivos estudios ahora olvidados) se mezclan datos de niveles piezométricos de pozos perforados en diferentes acuíferos y que se encuentran a distintas profundidades. El “totum revolutum” así formado, es atribuido al más superficial, que es el único que se considera. Estos razonamientos sirven, al menos también, para el Plan del Guadiana.
Los embalses subterráneos y las Islas Baleares
 
Algo que parece haber sido una directriz seguida en la elaboración de los Planes Hidrológicos peninsulares (que no en los insulares), es ignorar la existencia de “embalses subterráneos” y las posibilidades que éstos tienen para crear empleo, por ejemplo en la agricultura o en la industria, utilizándolos de forma sostenible. Los diferentes estudios del IGME antes citados[1], cubicaron unos 100.000 hm3 de agua almacenada en estos “otros embalses” de la cuenca del Segura y de los que ya no se habla, porque, y según esa presunta consigna, el agua subterránea infiltrada a los largo de los años en ellos no se queda, sólo “entra y sale”.
Donde los trasvases no son posibles, como pasa en las Islas Baleares, el estudio de las aguas subterráneas parece que se ha hecho más “pacíficamente”, lejos de las influencias de estos lobbys. Y allí, por ejemplo, se habla con total naturalidad y rigor de los “embalses subterráneos” y de las variaciones mensuales del agua que éstos almacenan.
Así, cuando la prensa balear dice que “han aumentado los recursos hídricos” de la isla de Ibiza (ejemplo real de primeros de octubre[2]), se refiere sólo al nivel de llenado de los acuíferos. En cambio, cuando escuchamos esa misma noticia, pero sobre la península Ibérica, el Ministerio de Agricultura sólo nos habla del agua acumulada en los pantanos y embalse superficiales. ¿Es que en los acuíferos de la “piel de toro” no hay también agua almacenada?
Según esos extensos y rigurosos estudios del IGME de los años 70 si, y hasta 100.000 hm3 en la cuenca del Segura, por poner sólo un ejemplo. Volumen éste equivalente a 200.000 campos de futbol llenos de agua y cien veces más agua que el que acumula todos sus pantanos.
Pero esos “otros embalses” y esos otros estudios hidrogeológicos vienen sido ocultados a la opinión pública y fueron sacados del proceso de planificación hídrica a finales de los años 80, coincidiendo con el “traspaso de poderes” que trajo la Ley de Aguas en esta materia, desde el Ministerio de Industria (Ingenieros de Minas, Geólogos y sondistas) al de Obras Públicas (Ingenieros de Caminos y grandes constructoras).
Para encajarlos en la “nueva forma de planificar” que se imponía con ese cambio, estos embalses subterráneos superpuestos, que es aquellos meritados estudios del Júcar y Segura se denominaban: Carretas, Colleras, Chorro, Gallinera-Cabañas (los cuatro del Jurásico), Quesada-Benejama (del Cretácico Superior), Numulítico (Terciario: Eoceno-Oligoceno) y Pontiense (Terciario: Mioceno), fueron cuarteados, troceados y sustituidos por otros nuevos con nombres geográficos que hacían alusión al valle bajo el que se encontraban o a la sierra cercana que los bordeaba; y reducidos a un solo acuífero único en la vertical sin reservas de agua, donde todos sus recursos renovables anualmente se drenan exclusivamente a los cauces superficiales y donde apenas se reconocen transferencias laterales entre ellos.

Dos modelos distintos de ciclo hídrico para dos cuencas vecinas.

El vigente Plan del Segura, al igual que el anterior, se basa en un modelo de ciclo hídrico exótico y único en el mundo, una versión de ciclo natural del agua reducida y “jibarizada”, en la que todo el agua subterránea infiltrada anualmente en su cuenca acaba en el propio cauce del río o en sus afluentes.
Un esquema en el que no hay ningún flujo profundo de ésta, desde las montañas hasta el mar, sin pasar por esos cauces. En él toda el agua subterránea es fluvial y todos los recursos de agua, que se infiltran en sus 63 masas de aguas subterráneas, acaban siendo únicamente drenajes al río Segura y a sus afluentes.
De los tres conceptos que obliga a calcular el Apartado 2.4.2 de la Instrucción de Planificación[3] (Escorrentía Superficial, Escorrentía Subterránea y escorrentía Total), éste sólo calcula uno, la superficial, a la que hace coincidir con la total. ¡Tema resuelto!Y para ello, “dejar para otro día” el multiplicar los 25,93 mm que calcula para la Infiltración o recarga anual exclusiva de los acuíferos “no drenantes al río Segura” por los 19.025 km2 de superficie de la cuenca. Y donde debería decir 493 hm3 anuales de trasferencia subterráneas al mar, dice, sin argumentarlo, “93 hm3”; justo 400 hm3/año menos. ¡Así sí que salen déficits de agua! En la Figura 1 se explica esto.

Figura 1. Al multiplicar la recarga en los acuíferos que no se drenan en manantiales y cauces, y cuyas sus aguas se pierden en el mar, por la superficie de la cuenca (algo que no hace el Plan del Segura y si el del Júcar) sale a la luz un valor de 493 hm3 anuales de aguas subterráneas. Por este mismo concepto, el Plan sólo reconoce, sin argumentarlo, 93 hm3, exactamente 400 menos. Obsérvese como estos 25,93 mm de recarga no pueden incluir ya el otro agua subterránea que si se drena en manantiales y cauces (31,39 mm), porque el primer valor es ya menor que el segundo.
Este modelo es diferente al de los planes hidrológicos del Júcar e Islas Baleares; al del Libro Blanco del Agua[4], o al que tiene publicado el USGS en su web[5], e incluso con una adaptación para niños[6].

En ellos, siempre se dibuja un flujo subterráneo profundo al mar, desconectado de ríos y humedales y procedente del agua de lluvia infiltrada en las montañas del interior de la cuenca.
Para saber cuánta agua subterránea trasporta este flujo profundo hasta las plataformas marinas anualmente, basta con restarle a la Precipitación media de la cuenca: la Evapotranspiración Real y el agua que discurre por los ríos y las ramblas costeras. Esa “X” también son recursos naturales propios de la demarcación con los que hay que contar y que también habrá que asignar a las distintas masas de aguas subterráneas. Pues la Escorrentía Subterránea tiene dos componentes: ésta que acabamos de ver y la fracción del agua fluvial que procede de la descarga de manantiales (según el IGME, el 60% del caudal de los ríos Júcar y Segura es de origen subterráneo).
El Plan del Júcar, y a mi juicio con total honestidad, muestra mediante gráficos que se le van al mar todos los años 442 hm3 (ver Figura 2). Pero dice que esa agua subterránea se queda en la línea de costa y en humedales costeros. Por tanto, entiende que no debe contar con ella como recursos disponibles adicionales a los que ya bajan por el río Júcar. En consecuencia, también reduce la Escorrentía Total aprovechable a, simplemente, la Superficial.
Este planteamiento contradice lo expuesto por expertos hidrogeólogos en distintas publicaciones. Citamos, a modo de ejemplo, la titulada “Acuíferos Kársticos Costeros. Introducción a su Conocimiento” (Fernández Rubio, et al; 2003)[7]. Para el caso concreto de la demarcación del Júcar, señala los dos ejemplos siguientes: la descarga de entre 100-200 hm3/año de agua subterránea al mar a través de la Sierra de Irta, entre las poblaciones de Peñíscola y Alcocéber y procedente de la Sierra del Maestrazgo; y el del acuífero costero de Benissa (Alicante), donde se produce un drenaje submarino de entre 13 y 45 hm3/año.
Figura 2. Esquema de los componentes del ciclo hídrico en el Plan del Júcar. Fuente: Plan del Júcar 2009-2015 (Anejo 2).
Por tanto y visto lo anterior, parece evidente que estos otros 442 hm3 anuales de aguas subterráneas, que la cuenca del Júcar pierde en el mar, deben considerarse también como ingresos naturales propios;y esto el Plan del Júcar reconoce que no se ha hecho. Se ha reducido la escorrentía total a únicamente una fracción de la superficial, como hacía el del Segura, aunque allí de forma más enrevesada.
Pues bien, incluyendo estos volúmenes también como recursos subterráneos propios y considerando únicamente las medidas en “piezómetros representativos” (no afectados por bombeos propios o próximos), como dice la Instrucción de Planificación, mucho cambiarían los índices de explotación y las presiones sobre determinadas masas de aguas subterráneas. Pasando, algunas de ellas, de “mal estado cuantitativo” (no nuevas concesiones) a un estado normal (que si permite nuevas concesiones y autorizaciones de pozos de menos de 7.000 m3/año).

Los acuíferos inferiores en el Plan Hidrológico del Duero.

En el caso concreto de la cuenca del Duero, se detectan avances novedosos en la planificación hidrológica en España, aunque éstos sean habituales en el resto del mundo. Y es la incorporación del concepto de acuíferos inferiores y superiores diferentes en la misma vertical del terreno y normas para poder otorgar concesiones en uno o en otro, limitando la longitud de las perforaciones en el primer caso, y obligando, en el segundo, a cementar el espacio anular de la perforación en contacto con la masa de agua subterránea superior que no es el objetivo.

Concretamente, define 12 superiores y 52 inferiores. Lástima que este mismo criterio no se haya empleado en el resto de demarcaciones, pues el trabajo quedó prácticamente hecho a finales de los años 70 y 80 por el IGME, ADARO e IRYDA en buena parte de España, como ya se ha dicho antes.Los acuíferos confinados y los piezómetros “representativos”.

A la hora de representar gráficamente la evolución en el tiempo de las masas de aguas subterráneas, se observa un error común en muchos Planes Hidrológicos (Júcar, Segura y Guadiana, por ejemplo). Y es el de considerar el comportamiento de un acuífero como si de un pantano o embalse superficial se tratara. Y así, gráficas en “dietes de sierra” descendentes se interpretan como vaciados de acuíferos (sobreexplotación) y se consideran más válidas éstas que las que muestran, para el mismo acuífero y escala de tiempo, oscilaciones estacionales en el entorno de una línea horizontal.
Esto se debe a que el piezómetro de control es pozo de bombeo cíclico o está cerca de un campo de pozos que bombean frecuentemente dentro de un acuífero confinado. La variable hidrodinámica que controla el bombeo en ellos, no es la Porosidad Eficaz, sino el Coeficiente Almacenamiento (hasta 10.000 veces menor en acuíferos calizos kársticos).
Esto hace que los bombeos cíclicos diarios produzcan pequeños descensos piezométricos al final de cada uno de ellos que no se recuperan totalmente en el siguiente ciclo de parada. Estos descensos residuales[8] diarios, se van acumulando en el descenso del nivel piezométrico de los pozos de bombeo.
El efecto genera gráficas descendentes en dientes de sierra que rápidamente ascienden hasta el nivel inicial (incluso de varios años atrás) cuando el pozo permanece parado varios meses o años seguidos.
Este efecto local desaparece cuando nos alejamos del foco de bombeo varios cientos de metros generalmente. Los piezómetros alejados de estas perturbaciones puntuales de la superficie piezométrica, si muestran la situación real de la masa de agua subterránea a lo largo de los años, al no estar afectados por dichos bombeos, y pueden considerarse “representativos” a los efectos de la Instrucción de Planificación.
A mi modo de ver, urge una revisión de los piezómetros que se han utilizado de referencia de la sobreexplotación de acuíferos, en los distintos Planes Hidrológicos, para determinar si son o no representativos de la masa de agua considerada “en mal estado cuantitativo”.
 
Conclusiones:
Se puede decir que, en mi opinión, los déficits hídricos y presiones decretadas sobre algunas masas de aguas subterráneas, no son tales. Se basan en ocultar (Segura) o sacar (Júcar) la escorrentía subterránea de unos 400-500 hm3 anuales, que se pierden en el fondo del mar, de los balances hídricos y no considerarla también como recurso natural propio de la demarcación hidrográfica que se deben asignar también a las distintas masas de aguas subterráneas. Tal error es contrario a la Instrucción de Planificación, así como el de utilizar piezómetros afectados por bombeos como referentes del mal estado cuantitativo de algunos acuíferos. También el de ignorar el agua acumulada en los embalses subterráneos superpuestos en el balance de las masas de aguas subterráneas.
Y todo ello, dando por buenos los datos medios de las variables meteorológicas y los modelos climáticos que figuran en los distintos Planes. Pues, por lo visto en el del Júcar y Segura, no proceden de la AEMET, como prescribe la Instrucción de Planificación en su Anexo VII, sino de modelos matemáticos de particulares (como los de Cabezas et al., 2000; Ruiz, 2000; o Estrela y Quintas, 1996).
¿Objetivos de todos estos errores?
 
A mi modo de ver dos. Por un lado, el de ir cerrando la puerta del agua pública subterránea a los ciudadanos (que no a las multinacionales que gestionan el agua municipal privatizada, a las que si se les da acceso, por ejemplo para regar decenas de hectáreas de jardines), impidiendo nuevas autorizaciones y concesiones; y por otro, justificar con estos falsos déficits de agua, la necesidad de acometer más obra pública (trasvases, presas, canales y desaladoras). Al mismo tiempo, se mantiene un clima en la opinión pública favorable a esta tesis y de paso, se encarece el recibo del agua urbana año tras año sin excesivo rechazo social, ya que “el agua es escasa”.
[1] Básicamente estos estudios son cuatro: Evaluación Preliminar de los Recursos Hidrogeológicos de la Cuenca del Segura (1.968); Estudio Hidrogeológico de la Comarca Cazorla-Hellín-Yecla (1.972); Estudio Hidrogeológico del Alto Júcar-Alto Segura (1976) y el Estudio de las Reservas de los Embalses Subterráneos de la Unidad del Prebético de Murcia (1990). Dichos estudios fueron realizados en colaboración por los extintos Instituto Nacional de Colonización e IRYDA, la empresa nacional ADARO y por el IGME. Desde finales de los años 80, la investigación hidrogeológica en la cuenca del Segura, basada en nuevos sondeos y ensayos de bombeo, se paró y así sigue hasta el momento actual.

[2] Enlace a la noticia publicada en el Diario de Ibiza.

[3] Enlace a la Instrucción de Planificación (ORDEN ARM/2656/2008, de 10 de septiembre, por la que se aprueba la instrucción de planificación hidrológica. BOE de 22-09-2008).

[4] Enlace al Libro Blanco del Agua, MIMAN, 2000.

[5] USGS: Servicio Geológico de los Estados Unidos. Enlace al mapa del ciclo hídrico donde se aprecian las trasferencias profundas de agua subterránea al mar y el concepto “agua almacenada”.

[6] Enlace al mismo mapa anterior en versión para niños.

[7] Enlace a la publicación del IGME “Acuíferos Kársticos Costeros. Introducción a su Conocimiento”.

[8] Ver el concepto de descensos residuales en: Pozos y Acuíferos. Técnicas de Evaluación Mediante Ensayos de Bombeo. Villanueva e Iglesias, 1984, IGME).