LAS VERDADES DEL BARQUERO

 BOMBAS RODANTES El Cojense

 

            Por nuestras carreteras circulan a diario centenares de miles de bombas rodantes, y de vez en cuando estalla alguna. Dicho así se me puede tildar de alarmista, especialmente por quien no ha estado cerca cuando ocurre, pero mi caso puede ser especial por las veces que me ha tocado de cerca. Las bombas a que me refiero son los neumáticos de los camiones cuando estallan inesperadamente y liberan de golpe un respetable volumen de aire con presiones de ocho a diez atmósferas, lanzando con fuerza metralla en forma trozos de caucho y de piedras si la vía es un camino sin asfaltar. No hace mucho, este mismo verano, falleció en Valencia el conductor de un turismo al que los efectos de la explosión de la rueda de un camión hicieron perder el control de su vehículo. Esto, naturalmente, es una gota de agua en el océano de las muertes en carretera por otras causas, pues lo normal es que todo quede en un susto por la sorpresa.imgres

En mi caso, como digo más arriba, sucedió lo siguiente: Siendo un niño de ocho o nueve años, la rueda de un autobús reventó en una calle sin asfaltar después de rebasar unos metros la posición que yo ocupaba en la acera. Aparte del natural susto, las piedrecillas del suelo se estrellaron contra la fachada y la puerta de una casa y marcaron de forma indeleble la madera, recibiendo yo de rebote alguna de ellas, aunque sin lesiones gracias a la ropa. La segunda vez fue hace unos diez años en la autovía Valencia – Albacete, cuando al adelantar a un camión estalló su rueda delantera izquierda y lanzó el caucho sobre el parabrisas de mi coche y la ventanilla del acompañante. Afortunadamente, no perdí el control y aceleré como pude por si acaso se me venía encima el camión, nada extraño si consideramos que a los camioneros les pilla también por sorpresa el evento y no se sabe con qué rapidez van a reaccionar y hacerse con el control del camión. La tercera (y espero que última) vez fue hace un par de meses en la autovía Alicante – Madrid, con tráfico lento por fortuna, pues a un camión que circulaba delante de mí y de siete u ocho turismos que me precedían le reventó una rueda, no sé cual, que produjo una enorme polvareda y la retención apresurada de los coches que le seguíamos, sin que por suerte se produjeran colisiones. Lo primero que pensé, dada la potencia de la explosión, es que un avión había traspasado la barrera del sonido sobre la vertical de la autovía.

            No voy a entrar en cuales sean las causas de tan frecuentes explosiones, aunque una de ellas pueda achacarse a la abundancia de estos vehículos de transporte, pero sí debo hacer notar alguna diferencia entre los neumáticos antiguos y los actuales, y son el mayor espesor de las bandas laterales de los antiguos sobre los modernos, muy adelgazadas en éstos para dar mayor flexibilidad y amortiguación gracias al alambrado radial interior, pues los antiguos llevaban solo refuerzos interiores de lonas y las bandas laterales eran más robustas y con menor plegamiento durante el rodaje.

            Dejo aquí la cuestión a los expertos para señalar otras diferencias, que las hay, pero no quiero acabar sin resaltar la mala costumbre de muchos conductores de coches cuando adelantan a los camiones y que al ponerse a su altura desaceleran como si tuvieran miedo de adelantar deprisa, aumentando así el tiempo de exposición a cualquier contingencia que puede ocurrir cuando a un lado se tiene en movimiento una mole de cincuenta toneladas que te puede asustar con una explosión, o aplastar si llega el caso de que el camionero se distraiga, se duerma o le de un síncope. En estos casos hay que aplicar el castizo refrán que dice: “Del amo y del mulo, cuanto más lejos, más seguro”.