Nueva sección de la Crónica: Nuestros poetas y escritores
DEMASIADO TARDE
José Mora Gómez (Rojales)
Callejuelas aldeanas esas con muros de abobes y barracas de triste linaje escalonadas junto a los acueductos miserables Otras, con empedrados sonoros donde los carros ruedan Callejuelas que van hacia el campo doblegando los senderos y trigales y las marañas, el tamarindo y las jaras Callejuelas esas que se recogen a pie de un camino costeando las riberas y veredas entorno a unas hierbas sin nombre y florecen humildes Esas que se crían entre rincones y piedras aquellas que no necesitan del agua y no le importa la multitud del viajero Las callejuelas aldeanas son un trozo de nuestras vidas son un poema y una armonía para aquel caminante limpio de corazón para los ojos predilectos que vean un cielo azul sin nubarrones
LAS CARETAS DE LA GUERRA Vicente Tomás Martínez Campillo (San Miguel de Salinas)
Tiene la guerra un conocido arsenal de caretas preparadas en el armario público de la mentira. Cubre, ahora, su faz iracunda de muerte y llanto la máscara sobria, inescrutable, de la seguridad; ocultará mañana su destrucción y su locura tras la carátula expresiva de la amable democracia; escondió ayer su apocalipsis tras un embozo de libertad; Otro día cualquiera cubrirá su cara ensangrentada la máscara venerada de los derechos humanos; incluso tiene la guerra, dispuesta para la ocasión, una careta blanca con forma de paloma de la paz. Tiene la guerra un grave error en su engañoso disfraz: da igual la careta que escoja, según la situación, para esconder tras la apariencia adusta y respetable —seguridad, democracia, derechos humanos, libertad, paz— su propósito mortal, inmoral; siempre se trasparenta a través de las caretas, impecables en su hechura, el amargo rostro del terror. Tiene la guerra el plácet de bestias de rostro amable, civilizadas, educadas, luciendo, incluso, en la pechera la medalla prostituida del premio Nobel de la Paz. Esperan resultados con una copa en la mano, repanchigados, temerosos de Dios, la máscara puesta para realizar declaraciones sinceras, sentidas, con dolor ante los medios que crean la información que convenga, protegidos, estos, tras la careta incuestionable del rigor, la independencia, la profesionalidad, la verdad. Tiene la guerra la cruel misión de someter pueblos, arrancarles las facciones hasta dejarlos irreconocibles. Y aun sin piel, sin músculos, sin cartílagos, sin huesos, no consigue la guerra enturbiar con sus máscaras trucadas las caras hermosas, descubiertas y limpias de los pueblos. «Malditas sean la guerras y los canallas que las hacen». Julio Anguita.