LAS VERDADES DEL BARQUERO

EL BÁCULO DEL PEREGRINO, O UN MILAGRO A CADA PASO

11-02-2014

Es tradicional la imagen del peregrino caminando vestido a la usanza y apoyándose en un báculo en cuya parte superior lleva atada una calabaza para el agua con la que aplacar la sed producida por el ejercicio y el polvo de los caminos. La imaginería española está llena de estos ejemplos, y hasta el propio apóstol Santiago está representado tanto en estatuas sedentes como de pie asiendo el báculo con una calabaza en su extremo superior.

Nuestra propia televisión española nos deleitó hace tiempo con un reportaje sobre el camino de Santiago incluyendo un peregrino que, lógicamente, portaba en la parte superior de un bastón de unos dos metros la consabida calabaza. También, en las procesiones de muchas ciudades españolas patrocinadas por santos peregrinos participan algunos fieles devotos ataviados de la forma descrita. Resumiendo: Esta es una estampa muy nuestra, familiar, costumbrista y, en cierto modo, bucólica.

Hasta aquí, supongo al lector a punto de interrumpir la lectura cansado de una descripción que él conoce de sobra, y un poco harto de peregrinos, báculos y calabazas por muy costumbristas que sean, pero le ruego tenga un poco de paciencia, pues todo este preámbulo reiterativo solo tiene por objeto fijar una imagen que en la realidad no existe tal como nos la representan, y es precisamente por la posición de la calabaza en el extremo superior del báculo. Veamos el porqué: Para poder caminar normalmente de esta manera es indispensable que el camino sea corto, que la calabaza esté vacía y además bien seca para que pese lo menos posible. De lo contrario, antes de dar cuatro pasos el peregrino suelta la calabaza del bastón y se la ata a la cintura o se la cuelga en bandolera, pues esta es la única manera práctica de transportar agua para beber, lo cual demuestra que ni los imagineros ni los pintores, ni los técnicos del reportaje televisivo, se han molestado en practicar esta forma de caminar. Naturalmente, tanto al peregrino de la televisión como a los que desfilan en procesiones se les nota la liviandad de las calabazas. Al fin y al cabo, son actores, se limitan a seguir una tradición y no tienen por qué representar la realidad misma con toda su crudeza.

Asombra comprobar, sin embargo, que por que alguien tuvo en un momento dado la, a propósito, peregrina idea de representar una forma imposible de caminar, los demás hayamos seguido el ejemplo como borregos sin denunciar el error, especialmente los físicos, por que se trata precisamente de eso, de leyes físicas conculcadas en pura teoría, por que en la práctica no es posible hacerlo. Las leyes físicas se caracterizan por que no hay mas remedio que cumplirlas a rajatabla y por no necesitar de jueces ni policías que vigilen su cumplimiento, pues se bastan por sí mismas, y vamos a echar mano de ellas para aclarar este caso de la forma más sencilla posible y sin recurrir a farragosas ecuaciones, advirtiendo que, aun así, los fundamentos teóricos son bastante aburridos por sí mismos.

El caso que nos ocupa cae de lleno en el equilibrio de los cuerpos en el campo gravitatorio terrestre, y la ley que se trata de vulnerar es la del equilibrio de los cuerpos suspendidos, que dice lo siguiente: “Para que un cuerpo suspendido se halle en equilibrio es preciso que el punto de suspensión y el centro de gravedad se encuentren en la misma vertical”. Esto significa que mientras el báculo y la calabaza estén en posición vertical no pasa nada, pero como es sabido, hay tres tipos de equilibrio: estable, inestable e indiferente. Según la misma ley, “el equilibrio inestable se produce cuando el centro de gravedad está situado más alto que el punto de suspensión”. Volviendo al ejemplo, el báculo en reposo representa la vertical, la calabaza el centro de gravedad, y la mano del peregrino el punto de suspensión. Cuando se intenta caminar, el báculo es apartado de la vertical movido por la mano o punto de suspensión, y entonces se generan un par de fuerzas entre el punto de suspensión y el centro de gravedad que no obligan a éste, la calabaza, a volver a la vertical sino que la apartan cada vez más de su posición primitiva.

El autor pide perdón por este aparente galimatías que acaba de exponer, pero no había mejor remedio que explicar de alguna forma científica lo que se dijo al principio con palabras llanas, y añadir que no hay forma de andar con semejante artilugio, y que cuanto más pese la calabaza, más peligro hay de dislocarse un brazo o de que nos haga un chichón si nos pega en la cabeza en uno de sus vaivenes. También pide perdón si ha herido la susceptibilidad o los sentimientos religiosos de alguien, pues nada más lejos de su intención. Todo ha sido en aras de la verdad, que debe estar por encima de convencionalismos. En todo caso, se le puede echar la culpa a Sir Isaac Newton, que fue el que formuló las leyes fundamentales de la mecánica y dedujo la ley de la gravitación universal, aunque unos tres siglos y pico más tarde Albert Einstein corrigiera bastante sus teorías, pues el que esto firma solo es un mandado.

Resumiendo, y puestos a aconsejar, se recomienda al aspirante a peregrino que lleve la cantimplora en bandolera o firmemente sujeta al cinturón, se agencie un báculo de poco peso, por ejemplo una caña o una rama de chopo, nada de olivo ni otras maderas duras, para guardar el equilibrio en los pasos angostos o en las peligrosas anfractuosidades del terreno, y sin ponerle colgajos para que el brazo vaya descansado. Con esto se apartará de la norma establecida, pero a cambio la jornada de camino será gratificante, cómoda y segura. Solo a los santos capaces de hacer un milagro a cada paso les está permitido caminar transgrediendo las leyes físicas.

El Cojense