“Manejo del riego localizado” por Rafael Moñino
Como en toda nueva técnica, en el riego localizado es conveniente instruirse asistiendo, al menos, a un cursillo aunque sea elemental. Un aspecto muy importante de este sistema es el manejo de la instalación, sea grande o pequeña, y sobre esto vamos a dar algunos consejos oportunos y aclarar algunas cuestiones.
Lo primero que hay que decir, por raro que parezca, es que la experiencia y conocimientos del agricultor en el riego a manta (y quien esto dice es agricultor), no sirven de mucho para el riego localizado. Es necesario cambiar la mentalidad, el chip, como se dice ahora, aunque no tengamos claro qué sea eso, y hacerse a la idea de que hemos de obrar, a veces, al revés. Por ejemplo: Algunas verdades como que hay que regar el huerto en Febrero o en tal o cual fecha según la variedad; que hay que evitar regar en las horas centrales del día por el calor en cualquier cultivo, ya que la diferencia de temperatura entre la tierra y el agua es alta y sufren las raíces, y otras muchas cuestiones que tenemos por ciertas, están fuera de lugar. Lo conveniente en este sistema es el riego diario, o cada dos días como mucho con la dosis de agua equivalente, es decir, que si los cálculos, por ejemplo, para un determinado árbol en el mes de Julio son de 70 litros diarios, si regamos cada dos días habremos de darle el doble, o sea, 140 litros, y precisamente en horario solar, cuando mayor es la demanda. Las plantas son seres vivos, y, salvando las distancias, nosotros también necesitamos más agua cuanto mayores son el trabajo y el calor, y el agua la procuramos beber mientras trabajamos sin esperar a que se ponga el sol: En esto, humanos y plantas nos parecemos.
El riego localizado no es acumulativo. Es frecuente cometer el error, sobre todo en agricultores a tiempo parcial que no suelen vivir de la agricultura, de regar muchas horas seguidas con intervalos largos sin riego –de domingo a domingo-, pues como los emisores solo gotean en un punto, aunque la zona húmeda se extienda al máximo que permita la textura del suelo, el agua sobrante va a parar a profundidades del subsuelo donde no es recuperable. Sin embargo, en caso de arbolado hay que hacerse a la idea de que el bulbo de riego o punto de goteo siempre tiene que estar húmedo. Lo contrario, sobre todo en verano, es peligroso, pues se somete al arbolado aun vaivén continuo sequía-humedad que no hace sino entorpecer el normal desarrollo del crecimiento y la cosecha. En invierno es distinto: podemos relajarnos porque, por un lado, las necesidades son escasas debido al clima, y la humedad es más persistente en el suelo.
También conviene aclarar que, contra lo que se piensa o se oye decir que el riego localizado necesita menos agua que el de hila, es una verdad a medias. Las necesidades de las plantas son las mismas independientemente del modo en que se la demos. En el riego a manta, parte del agua se va al subsuelo y por los escurridores a los azarbes, y en el localizado se hacen los cálculos de necesidades de agua y se suministra puntualmente.
Desde que se empezó con este sistema (en sus variantes de goteo, infiltración, microaspersión, etc.) se vio que sin variar el resto de parámetros del cultivo aumentaban las producciones por unidad de superficie. La explicación es clara: Si las plantas disponen permanentemente de agua y abonos, la energía que habrían de gastar para extraer el agua del suelo cuando la humedad escasea la dedican a crecer y producir. Cuando las plantas manifiestan síntomas de marchitez, las raíces pueden estar haciendo una succión equivalente a varias atmósferas de vacío para extraer el agua del suelo, ya que si las hojas rebasan la temperatura crítica de funcionamiento por falta de transpiración se producen necrosis por muerte celular y endurecimiento de los tejidos, y su rendimiento será menor aunque reguemos luego, pues los daños son irreversibles.
Rafael Moñino Pérez
Agente de Extensión Agraria jubilado