LUZ QUE AMORTECE
por Rafael Moñino
No perdona la vejez, que no perdona.
Mi amigo envejece. La luz de su mente
a golpe de ictus camina renuente,
olvida recuerdos y tardo razona.
A quien antes fuera brillante persona,
mi buen consejero, mi fiel confidente,
los años y achaques humillan su frente
y sombras de olvido tejen su corona.
De mi propia vida, si posible fuera,
vigor de intelecto en su senil estado
y savia vital gustoso le diera,
haciendo en su mente renacer la palma
del numen que asiste al bienaventurado,
que el hombre no existe si se nubla el alma.