“OTRA VEZ EL SARAMPIÓN”

Rafael Moñino Pérez

ARTEMISIA ARBORESCENS

 VIERNES 24-08-2018

El sarampión, esa enfermedad virótica que cursa con molestos picores por todo el cuerpo, y cuyo nombre había quedado ya residualmente como palabra chistosa en el habla popular, vuelve de nuevo. Los de mi edad y algunos más jóvenes no fuimos vacunados contra ella por la sencilla razón de que no había vacunas, pero era una enfermedad muy conocida, y tan frecuente y popular que había que pasarla, y cuanto antes, mejor. Yo recuerdo apenas sus molestias, era muy pequeño, pero sí me acuerdo de qué manera me las aliviaron, que luego contaré.

            Nuestras madres, cuando en la vecindad había algún crío enfermo, lejos de evitar su cercanía nos llevaban a veces a jugar con él a su casa para que nos contagiáramos, porque pasar esta enfermedad de mayor era, además de muy molesto y peligroso por las secuelas que pudiera dejar -algo de tontuna, se decía, o incluso la muerte-, daba hasta un poco de vergüenza el no poder salir de casa durante unos días por su causa, pues demostraba a las claras que no la habías pasado de pequeño. Hoy, desgraciadamente, quizá por un falso sentido de modernidad, pero sin duda de manifiesta ignorancia y temeridad, muchos padres modernos que creen saberlo todo -y así lo difunden en las redes sociales- son los principales causantes del regreso de esta vieja enfermedad por no vacunar a sus hijos, alcanzando la infección en Europa la cifra de 41.000 casos (197 en España, al parecer la menos afectada) y 37 muertes en lo que va de año. Los países más afectados son Francia, Georgia, Grecia, Italia, Rusia y Serbia. Los médicos dicen que para que la enfermedad no cause problemas, la vacunación ha de alcanzar el 95% de la población infantil, así que la cosa está meridianamente clara, y gracias a la vacunación, los hijos y nietos de los que antaño tuvimos que inmunizarnos contra ella sufriendo los molestos picores que conlleva, no la han padecido ni la padecen.

            En cuanto al alivio de los picores, a diferencia de hoy en que la farmacopea moderna cuenta con tantos remedios para comezones de todas clases, o te ponían compresas de agua fría, o te cubrían de talco, o de lo que mejor se les ocurriera a los mayores en los años cuarenta del pasado siglo.

            Pero había también un remedio bastante eficaz, inocuo, y facilísimo de aplicar hasta por el mismo enfermo si tenía la suficiente edad o conocimiento para hacerlo, y era simplemente acariciar la piel con una ramita de la planta conocida localmente como doncel (Artemisia arborescens), cuyas suaves y perfumadas hojas eliminaban mucho el picor, seguramente por liberarse a su contacto alguna substancia que desconozco, pero muy eficaz para el caso. Cuento esto con detalle porque mi padre, visto el resultado que en mí produjo, plantó un tallo de esta planta en el patio de casa, y que arraigó tan bien que alcanzó más de un metro de altura con su forma redondeada. Aquel ejemplar, durante algunos años sirvió de remedio a multitud de gente del pueblo que iba a mi casa a pedir ramitas de doncel para sus niños, a veces con tanta frecuencia que su tamaño se reducía considerablemente por la excesiva poda.

            Hace años, quizá como recuerdo, o como gratitud a sus buenos efectos, adornó mi balcón una maceta con una de estas plantas que compré en una floristería.