“DESOBEDECER LA NORMA”

Rafael Moñino Pérez

Agente de Extensión Agraria 

Fotos.-Rafael-Moñino-Pérez

MIÉRCOLES 14-09-2016

Como cualquier conductor civilizado y responsable, procuro cumplir las normas de circulación y obedecer las recomendaciones de la Dirección General de Tráfico (DGT). Modernamente, gracias a los paneles luminosos colocados en las vías principales se nos informa a los conductores sobre las contingencias que pueden afectar al tráfico, como obras, accidentes, atascos, niebla, etc., aumentando así la seguridad del viaje. Pero a veces, como en el presente caso, lo aconsejable, y conveniente, es no obedecer la recomendación, pues, de cumplirse, lejos de mejorar el tráfico lo haría altamente peligroso. Afortunadamente, los conductores que me precedían hicieron caso omiso del consejo de la DGT, y por mi parte, ni lo obedecí ni pienso hacerlo, así me multen y me quiten todos los puntos del carnet, y hasta el coche, que de poco me iba a servir después de, probablemente, morir atropellado. Vean el porqué: El pasado 30 de Agosto, con el tráfico vacacional propio de esa fecha, en el tramo de la autovía de Elche a Monforte –antiguo Camino de Castilla-, en dirección a Madrid, y a la altura de la salida hacia Alicante, leí en un indicador luminoso lo siguiente: “SEÑALICE LOS CAMBIOS DE CARRIL”. Esta indicación de la DGT significa que, para advertir de mis intenciones a los conductores que llevara detrás en el mismo sentido, debía detener mi coche y colocar una señal en alguna parte del asfalto, porque señalizar significa, según el diccionario, poner o colocar señales. Otra cosa bien distinta sería si el cartel de marras empezara diciendo SEÑALE, o ADVIERTA DE, en vez de SEÑALICE.

            La irrisión propia del caso es comprensible por tamaño dislate, y deja en muy mal lugar a la DGT, o a quien esté detrás. Tal memez parece propia de algún asiduo seguidor (o quizá protagonista) de retransmisiones deportivas, para cuya mayoría de comentaristas agarrados al micrófono da igual so que arre, pues nos endilgan expresiones similares a como que tal jugador, además de cometer una falta la hace “sobre” tal otro (es decir: que tal vez se pone encima para hacérsela), mientras el árbitro, diligentemente, “señaliza” la falta, no sé si colocando la señal directamente sobre el cuerpo del infractor o en el punto exacto del terreno donde se produjo. Claro está que, aunque así lo cuenten, supongo que sucede más o menos de esta manera: Un jugador hace una falta a otro, y el árbitro la señala pitando; detiene el juego para que se ejecute el castigo, y hasta le puede enseñar una tarjeta de aviso o de expulsión al infractor. También supongo que la DGT quería decirme que señalara o avisara de los cambios de carril que pensara hacer, pero me decía literalmente, como el memoparlante del micro, que los “señalizara”; y, claro, de eso, nada. La habitual manía de alargar las palabras, sin pararse a pensar qué significan, para enfatizar así estúpidamente el lenguaje –que es, no se olvide, la herramienta de trabajo profesional del comunicador-, produce estos desatinos.

            No es nueva esta ridiculez. Ya hace bastantes años que, de vez en cuando, caía en mis manos alguna circular de uso interno plagada de optimizaciones (por optimar), concretizaciones (por concretar) y centralizaciones (por centrar o reunir). También me causaban risa. Y luego, pena por los mostrencos que, pisoteando el idioma, redactaban tan infumables documentos.