NO SE HA CONTADO TODA LA HISTORIA. ¡Detened la ejecución!, ¡detenedla! Los milicianos, incrédulos, y el jefe del pelotón que procede a deshacer el nudo de muerte. Este cura, finalizada la guerra, viajó desde Argentina a España para comprobar si aún existía aquel lugar que llevaba en su memoria y que nunca olvidó durante los años que estaba viviendo en la pampa. Durante la segunda república española, entre 1932 y 1933, estaba ya finalizado el que se conoce como “Campo de Concentración de Albatera” que hoy es territorio de San Isidro Labrador, pueblo creado en 1956 por el IRYDA. Lo rodeaba un muro de piedra de cerca de dos metros de altura que convertido con el tiempo en ruinas, fue formando parte de las fincas cercanas y de las cunetas del saladar arrumbadas las piedras como testigos mudos de un horror.
Según cuentan y se cree, y parece cierto, la república construyó un campo de concentración de unos cuarenta mil metros cuadrados, para refugio de vagabundos, enseñándoles a leer y escribir y hacer un oficio…Pero nunca nada más lejos de la realidad -dice Saturnino. Lo que me han contado los abuelos es que durante el 36 ó 37, que la zona permanecía aún en zona republicana, había allí un cura detenido que lo iban a ajusticiar. Se fue huyendo a Argentina cuando lo dejaron libre, porque estuvo a punto de ser ejecutado en la piscina que estaba unos quinientos metros del campo. En aquel instante se oyó la voz de alguien pidiendo se suspendiese la ejecución: -¡detened la ejecución! Venía del puesto de mando que estaba en el lugar donde se levanta hoy la iglesia del pueblo.
Ya en democracia, entre 1980 y 1990, este cura llegó a San Isidro y se encontró con el tío Nino, padre de quien nos cuenta la historia. -¡Oiga, señor, ¿usted sabe si todavía existe por aquí lo que era un campo de concentración? -La verdad que sí, y no está lejos… El tío Nino, con la amabilidad que le caracterizaba atendió al cura y le acompañó en su coche hasta el descampado del que sólo quedaba y queda todavía un viejo horno de pan -y no puesto de mando como se ha escrito- para los presos. Y después de recordar los momentos que había vivido, se dirigieron hasta la piscina cercana al antiguo campo, donde le mostró a Nino el lugar exacto donde le dijo lo iban a asesinar por el único motivo de llevar sotanas. Extrañado, Nino le objetó: -¿Y cómo después de tanto tiempo y estando el país en calma, no volvió antes? -Pues no me fiaba, tenía temor a volver a revivir momentos tan difíciles en mi vida. Cuando me dejaron libre me marché a Argentina y desde allí le escribí al papa y le conté lo me había sucedido en la guerra y le pedí licencia para seguir allí y tratar de olvidar aquel trance, pero nunca lo olvidé y por eso he vuelto. Regresó a Sudamérica y desde allí le escribió una carta al tío Saturnino Lidón diciéndole que había llegado bien y dándole las gracias por sus atenciones en España y que por el momento seguiría allí. Aquella carta desapareció con el trasiego del tiempo y creemos que el cura, ya entrado en canas, nunca volvió a España y murió en tierras argentinas.
Este testimonio dice que la República fue quien construyó primero el campo y tuvo tantas bondades como el campo que gestionó después el régimen franquista, y que a veces se oculta por desconocimiento u otros motivos que pervierten la realidad histórica. Tales informaciones, muy novedosas e inéditas, pueden contribuír a la recuperación de la memoria y a la difusión de lo que supuso el Campo de Albatera durante el régimen republicano. El Campo se encuentra situado muy cerca de la estación de San Isidro, a escasos metros de las vías del ferrocarril, donde se encuentra el monumento en recuerdo a las personas que allí murieron. El monumento son dos vigas de hierro con cadenas enrolladas, colocadas por la CNT y AIT en el año 1.995, junto al siguiente texto: “EN RECUERDO DE TODOS LOS SERES HUMANOS QUE SUFRIERON Y MURIERON POR UN MUNDO MÁS JUSTO Y MÁS LIBRE. CAMPO DE ALBATERA. MAYO 1939 – 1.995″
Otro testigo de aquel tiempo oscuro de nuestra historia es de la que llamaban “la María la Pelá” que vivía en Albatera y tenía tierra aquí en la bajura de San Isidro, cerca de lo que fue en su día el campo de concentración. Ella le contó a mi padre que un día (yo era un niño y lo escuché) cuando trabajaba la tierra, en alguna ocasión oía disparos cuando el campo era custodiado por los republicanos, y vio pasar un carro que salía del campo con cadáveres, se dio cuenta porque por el varar del carro caía la pierna que se supone era de un muerto y lo llevaban a Albatera a enterrarlos. No había terminado la guerra. Esta es otra historia del campo de concentración de la República, que yo no viví -afirma Saturnino hijo- pero escuché y que a mí me sugiere que tan sanguinario fue el campo cuando estuvo en manos republicanas como con Franco.