Hace más de dos años publiqué en esta revista un escrito bajo el título La vueltaa la tribu con ocasión de una declaraciones de Ana Gabriel a LA GACETA (La Gaceta.es, 11 de Mayo de 2016), diario que, con el titular Lo último de la CUP: que loshijos se eduquen en tribus, no en familias, recogía unas declaraciones en donde la opinión de la diputada de la CUP era que el modelo de sociedad más adecuado sería aquel en el que la tribu fuera la que educara a los hijos, y no los padres, de tal forma que se eliminara “el sentimiento de pertenencia del hijo o hija que has tenido a nivel biológico”. Y también: “Si yo pudiera formar parte de un grupo de personas que deciden tener hijos e hijas en común, me satisfaría la idea”.
Pues, ánimo, chica, que la cosa sigue y hasta va a más, por lo que puede que cumplas a satisfacción tus deseos, que el asunto tribal también progresa por otros derroteros, pues la semana pasada, la TV3 catalana, con la ayuda de la alcaldesa Colau como traductora, dio una muestra más del tribalismo que se lleva en TV3 en la entrevista que se hizo al exalcalde de Medellín, Sergio Fajardo, quien, naturalmente, no se enteraba de lo que le decía, en catalán, la presentadora Laura Rosel; cosas de la tribu que no captaba el colombiano, y que seguramente no esperaba, porque tribal se puede llamar, por el número de hablantes, la comparación del catalán con el castellano, y no pretendo ofender con esto a los españoles que por haber nacido en Cataluña tienen el catalán como lengua madre, ni siquiera tampoco a los que, habiendo emigrado a esta tierra desde otros lugares de España, lo usan habitualmente, pero la ridícula falta de educación y respeto de los dirigentes de TV3 hacia el visitante extranjero son claros e inequívocos exponentes de que el asunto tribal sigue en progresión. Aunque también podría ocurrir –pienso para mí- que si el grado de desvergüenza visto en este caso sigue aumentando, la situación tribal podría involucionar hacia el escalón social anterior: la horda.
Es inconcebible, en cualquier país civilizado, lo que pasa en el nuestro, y sobre todo en Cataluña, con las muestras de odio hacia el idioma oficial de España, hablado actualmente, según datos del Instituto Cervantes en el pasado mes de Julio, por 577.246.327 personas, siendo la segunda lengua más hablada del mundo después del chino, y que va a más. No estoy en contra de las lenguas vernáculas españolas, y estimo que son un tesoro cultural a conservar. Y en cuanto al catalán, lo entiendo tanto en su forma hablada como escrita de modo aceptable para seguir un discurso e interpretar un texto, pero cuando por cualquier motivo he viajado por diversos países de Europa, no me ha servido de nada, y bien que lo siento. Y también lamento que, fruto de la instrucción recibida en las escuelas catalanas, en más de un escrito de gente menor de cuarenta años en lengua castellana se notan defectos que ni el sistema corrector de textos del ordenador desde el que esto escribo es capaz de arreglar; cosas, también, de la tribu.
Pero las tontunas de TV3, aunque causen risa, me duelen un poco menos que las de nuestro parlamento nacional cuando veo que, en el Congreo y el Senado, se tira el dinero, más tontamente si cabe, pagando por traducir el castellano a lenguas tribales, y viceversa, solo para satisfacer el mezquino ego de políticos que lo entienden perfectamente, y que también lo usan cuando conviene a sus no menos mezquinos intereses partidistas.