“Un año más, nuestros concejales festejan  el 9 de octubre en la plaza, pero no participan de un protocolo excluyente, intolerante y elitista”

REDACCIÓN

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Los concejales de Cambiemos Orihuela ya habían decidido no participar del fasto institucional organizado por el gobierno local. Al igual que el año anterior, nuestros ediles han estado en la plaza, con la gente, celebrando la fiesta de todas y todos los valencianos. Una fiesta que debe simbolizar la alegría y reivindicación de progreso compartido, un día para unirnos en nuestra diversidad, cuidar la pluralidad y reclamar el avance hacia unos derechos sociales, económicos y lingüísticos largo tiempo negados.

 
Por contra, el alcalde de Orihuela, lejos de adoptar un talante de diálogo y entendimiento hacia el gobierno autonómico o, incluso, hacia otros territorios y comarcas, ha mostrado un discurso tremendamente ofensivo e insultante.


En primer lugar, ha tachado de “radical y extremista” a la gente que defiende la normalización del valenciano. No contento con ello, ha adoptado un tono chulesco y burlón hacia el gobierno autonómico. El primer gobierno, cabe recordarle, que no ha saqueado ni robado en nuestra territorio, todo lo contrario a lo que hizo sistemáticamente su partido. 

Un alcalde que apenas ha mencionado, una vez y de pasada, los barracones y la infrafinanciación. Un discurso que más bien parecía un mitin del Partido Popular donde se ha dedicado más tiempo a fomentar el odio y la división por la lengua, que a buscar puentes de unión por los derechos sociales. Un discurso institucional excluyente y absolutamente vomitivo.

Creemos que la actitud del alcalde de Orihuela puede tener varias consecuencias negativas para nuestra ciudad. En primer lugar, transmite una imagen de intolerancia y prepotencia que no se corresponde, en nuestra opinión, con la de la mayoría de oriolanos, más proclives al diálogo y al entendimiento, pese a sus discrepancias políticas. Por otra parte, esa actitud nos separa más de nuestros hermanos y hermanas valencianas, de manera que se construye un relato de enemistad hacia un gobierno autonómico con el que,pese a nuestras diferencias, podemos crear espacios de diálogo y progreso.

Y, por último, esa actitud sólo sirve para que la histórica discriminación de la Vega Baja no sólo no se solucione, sino que aumente. Ningún alcalde puede ayudar a su ciudad quemando todos los puentes con un gobierno que, con mejor o peor acierto, está intentando abrir una ventana de cambio para nuestro territorio.                                                                                            

Exigimos al alcalde de Orihuela que deponga su actitud chulesca, que normalice y dialogue sin prepotencia con el gobierno autonómico y que, de una vez por todas, abandone ese talante de intolerancia y comience a respetar a toda  el pueblo valenciano.