Rojales pide la declaración de BIC para el conjunto hidráulico y la alquería-palacio de Lo Marabú
TEXTO REDACCIÓN/E.DE.GEA
FOTOS AYTO/E.D.G
ROJALES 16-09-2016
La Corporación Municipal del Ayuntamiento de Rojales aprobó por unanimidad en un pleno celebrado ayer jueves la modificación del catalogo de espacios y edificios de interés histórico del PGOU y solicitar a la Conselleria de Cultura la declaración de Bienes de Relevancia Local (BRL) y Bienes de Interés Cultural (BIC) del Conjunto histórico hidráulico del río Segura formando Puente, noria, azud y boqueras de acequia, y del Conjunto histórico Alquería-Casa Palacio de Lo Marabú.
El equipo de Gobierno (PSOE) y los dos grupos de la oposición (PP y Pader) votaron a favor de la propuesta dirigida por la Teniente de Alcalde y concejala de Cultura, Inmaculada Chazarra.
“Se trata de reconocer el valor de estos elementos etnográficos e históricos, que en el caso del conjunto hidráulico es único en toda la Comunidad Valenciana” explica Chazarra. Destacó al igual que con la declaración de BIC se podrá acceder a grandes subvenciones para rehabilitar nuestro patrimonio y potenciar el turismo cultural.
El conjunto hidráulico está considerado como una de las obras hidráulicas y arquitectónicas más singulares llevadas a cabo en territorio alicantino entre los siglos XVI-XVIII. Se trata de un conjunto de monumentos de carácter histórico-artístico que constituyen un hito urbano y paisajístico de gran relevancia local, comarcal y autonómica. Y dentro de este contexto cultural, se puede afirmar que es uno de los máximos representantes de una cultura agronómica segureña y valenciana milenaria. Es decir, una cultura tradicional, transmitida de generación en generación, que tiene múltiples dimensiones etnobotánicas, hidráulicas, agroecológicas… y que está basada en un sabio y sofisticado aprovechamiento de los recursos hídricos.
Respecto a Lo Marabú se trata de un conjunto de bienes patrimoniales situados en el campo de Rojales y data del siglo XVIII. Sobre la histórica Hacienda y Casa de los Marbeuf (del que procede el topónimo actual de Lo Marabú) se conoce su existencia, en función de los títulos de propiedad y testamentos, desde el año 1730. Está considerado como un extraordinario ejemplo de las mayores Haciendas de campo comarcales de los siglos XVIII y XIX. Además, es uno de los grandes Conjuntos Arquitectónicos-Artísticos Señoriales que mejor se conservan tanto en la localidad de Rojales como en la comarca del Bajo Segura.
El complejo arquitectónico y paisajístico que conforma el “Conjunto Histórico Alquería de Lo Marabú”, esta formado por el imponente edificio de la casa señorial principal, que cuenta a su alrededor con el conjunto de magníficas arquitecturas conservadas de los siglos XVIII y XIX; desde las grandes estancias destinadas a labores productivas de la hacienda: almazaras, graneros, caballerizas, establos y almacenes, hasta el edificio exento de la Ermita de San Bruno. Y, finalmente, el laberinto de viales que ordenaban la espectacularidad geométrica de sus espléndidos jardines.
HISTORIA
TEXTO MANUEL DE GEA,DIRECTOR DEL PATRIMONIO MUNICIPAL DE ROJALES
Concretamente, el subsistema hidráulico tradicional de Rojales se desarrolla a partir de su Azud. Este es una presa de grandes proporciones que desarrolla una corona circular con una longitud de 40 m. y 10 m. de anchura. Y cuya función esencial es hacer elevar el nivel de la corriente del río para desviar agua por el canal de captura de varias acequias mayores y la noria de Rojales.
Más específicamente, toda la fábrica de este gran azud o presa e de mampostería y argamasa rematada con grandes sillones, de planta en arco cóncavo hacia la corriente. El perímetro exterior, el de la cara de aguas abajo, está desarrollando con una línea quebrada. Mide 40 metros de longitud, 10 de anchura y 4 de alto en el paramento seco. En coronación los sillares están atados con llaves de la misma piedra con forma de cola de milano. El plano superior está inclinado hacia aguas abajo para suavizar el vertido. El azud elevaba el agua para abastecer a un molino de tres muelas, hoy desaparecido, que estaba ubicado en su estribo izquierdo, y una noria situada en el derecho, que dotaba la acequia de la Bernada o Alquibla. Desde el lado izquierdo parten las acequias de Daya Vieja, Palacios y Comuna.
Dicho azud, a pesar de su antigüedad tiene una buena conservación y puede considerarse como una de las presas de sillería, del siglo XVI, más monumentales que se conservan en el cauce del río Segura. Ya que, en su caso, hay que ponerlo en relación con la singularísima serie de obras hidráulicas llevadas a cabo en territorio alicantino en el siglo XVI, entre las que también destaca la presa del Pantano de Tibi en el cauce del río Montnegre.
Por tanto, el azud, conservado hoy a los pies del Puente de Carlos III, es sucesor de los azudes que se generalizan en el curso del Segura y en Rojales en la Baja Edad Media, los cuales se construían encajando rellenos de piedra sobre armazón de madera recto, a modo de diques: “era de piedra embutida y adosada con maderas enclavadas en forma de cajones”.
LA NORIA FORTIFICADA
Las norias (del árabe naura -gemidora-) se instalaban en el río extrayendo el agua directamente aprovechando los azudes y, en el caso de Rojales, se fortifica o resguarda con obra de sillería para no ser dañada por la crecida del río. La implantación de la Noria de Rojales está constatada, por la documentación relativa al regadío, al menos desde el siglo XVI.
Desde su origen, lo mismo para las norias que para las ruedas de molino con canalización del agua capturada del río, la planificación es la misma: la presa o azud que hace elevar el nivel de la corriente para desviar agua por el canal de captura que iba a parar al artificio de la rueda; y la rueda de gran tamaño que actúa como verdadero puente de nivelación entre el río y las tierras altas a irrigar.
Las norias son ruedas elevadoras de agua situadas en el río o, en algunos casos, en las acequias mayores. Se caracterizan por ser movidas por la corriente, a partir de palas trabadas entre los radios (conocidos en el lenguaje popular de la zona como “vírgenes”) y sus refuerzos transversales (popularmente llamados “mártires”), y por poseer cangilones para la recogida del agua.
La Noria de Rojales, más popularmente conocida como Noria de “La Berná”, está situada dentro del casco urbano de la población de Rojales, en la margen derecha del río Segura, junto al puente del siglo XVIII.
La actual obra de sillería de la Noria estaba fechada en su remate a modo de espadaña con la cifra 1789. Lo que prueba que la fortificación de sillería que la protege y la boquera y el gran conducto subterráneo por el que recibe el agua del río se construyen durante los mismos años en que se fue construyendo el Puente de sillería o de Carlos III. Aunque, como ya se ha dicho, el origen del emplazamiento de esta noria o rueda elevadora es anterior.
Las características técnicas de la Noria de Rojales son similares a las norias de hierro de Orihuela y Benijófar. Se diferencia de ellas por su mayor diámetro, en torno a los nueve metros, y por su mayor número de radios y refuerzos: diez radios por cara y refuerzos que forman decágonos.
La Noria de La Bernada regaba unas 756 tahúllas en el siglo XIX, de las cuales 321 correspondían a Rojales y 435 a Guardamar. Y dota para ello a la Acequia de Alquibla o de La Noria.
Las vegas del Segura serán de las zonas en que mayor desarrollo van a tener estos aparatos a partir sobre todo de época andalusí. En este momento se expande la explotación intensiva de la huerta, como así lo prueban las abundantes citas de geógrafos, tratadistas y poetas musulmanes e hispanomusulmanes. Y en tal sentido, se evidencia que fueron los que desarrollaron esta importante técnica de riego en la región; resolviendo los problemas que tenían estos ingenios movidos por la fuerza del agua, tales como el de su peso excesivo (resuelto dando a la rueda un diámetro aproximado a la elevación que se deseaba y una ligereza proporcionada a la fuerza de la corriente) y el de la limitación de la altura a la que se puede subir el agua, que tiene que ser algo menor que el diámetro de la rueda.
EL PUENTE DE CARLOS III
Otro de los hitos históricos e hidráulicos principales de Rojales y su comarca es el “Puente de sillería o de Carlos III”, el único de este tipo y de esta época que se conserva en la actualidad en el cauce del río Segura. Este Puente sigue situado, hoy día, en el centro del núcleo urbano, aguas arriba del Azud. Construido entre los años 1787 y 1790, tenía como misión reforzar la comunicación del pueblo con el arrabal del mediodía y permitir el acceso a las huertas de ambas márgenes del río, para lo cual, no había hasta entonces más que un frágil puente de madera.
Se trata de un sólido puente de piedra, (edificado gracias a todas las intervenciones que señalaremos a continuación), que está formado, arquitectónicamente, por una calzada con dos planos inclinados que cruza el río Segura a través de tres amplias arcadas. En cuanto a sus dimensiones, tiene un largo de 24,5 m. y una altura máxima de 7 m. La arcada central tiene 7,5 m. de vano y las laterales 5,5 m.; todas son de arcos rebajados o carpanel que se proyectan sobre magníficos pilares rematados por sombreretes piramidales. Toda la fábrica de este monumento dieciochesco es de perfecta sillería. Y destacan como elementos ornamentales, el pedestal, la lápida de jaspe negro con la inscripción conmemorativa de la construcción, y la bancada de piedra adosada a cada lado.
Respecto a la construcción del Puente de sillería de Rojales pesó mucho, como se ha sugerido, su extrema necesidad (más que fundamentada) a las diversas instituciones superiores del siglo XVIII. Un ejemplo de esto es la petición que hizo la localidad de Rojales, a mediados de la década de 1760, mediante un expediente a través del corregidor de Orihuela al Consejo de Castilla (la Corte de Madrid).
Sin embargo, sólo a partir de la constitución del nuevo ayuntamiento de Rojales en 1773 Se empezaron a dar los primeros pasos efectivos para la definitiva construcción del “puente de piedra”, cuya terminación culminará en el año 1790.
Como se ha dicho, las obras se iniciaron el 26 de julio del año 1787 y finalizaron el 23 de octubre de 1790. Una parte importante del gasto se dedicó al pago del conjunto de canteros que diariamente se dedicaban a labrar los sillares a golpe de pico. Se desconoce la autoría del proyecto del maestro cantero que diseñó el puente, así como las condiciones de ejecución (capítulo de la obra). Y, sin lugar a dudas, la finalización de las obras supuso uno de los acontecimientos más esperados por los vecinos ya que en numerosas ocasiones se reconocía que el “… antiguo puente de madera provocaba numerosas desgracias ya que, en ocasiones, se desplomaba un tramo y caía alguna persona al río, ahogándose al poco tiempo por la corriente que lo arrastraba…”.
Finalmente, cabe hacer alusión a todo este gran proceso conjunto de construcción de esta magna y monumental obra hidráulica y vial del siglo XVIII, que integra en la misma tanto el Puente de sillería como el largo conducto subterráneo de donde toma el agua la Noria, incluyendo, además, toda la obra de fortificación de la misma, como ya describimos anteriormente realizada entre los años de 1787 y 1790. Del que sabemos también, como citan los documentos de época, que el coste particular de las obras del Puente de sillería fue de 11.000 pesos.
BOQUERAS, ACUEDUCTOS Y PROCEDIMIENTO DE DISTRIBUCIÓN DEL AGUA
Los procedimientos de distribución del agua de riego en el subsistema hidráulico de Rojales, básicamente, tratan de dividir proporcionalmente el volumen total del agua disponible que extraen del río el azud.
Así, dicho azud permite elevar el agua en el sector del río en Rojales para su derivación por las boqueras que dan acceso a la red de riego-drenaje, que forma la estructura técnica del sistema de regadío.
Por tanto, a este complejo y sofisticado equipamiento de ingeniería hidráulica de Rojales, hay que añadir también, en primer lugar, la gran Boquera de Sillería que da acceso a la Acequia de La Comuna: principal acueducto que alimenta a la red de acequias y brazales de la margen izquierda de la Huerta de Rojales y Guardamar. Mientras que, en el sector opuesto del Conjunto Hidráulico, se abre la Boquera y el largo conducto subterráneo, con sus pasadizos y compuertas interiores, desde el cual toma el agua la Noria para su impulso. Dicha construcción de perfecta sillería sirve también para regular el flujo de agua que va a bonificar la amplia superficie cultivable de las Huertas de Rojales y Guardamar, por su margen
Se trata, pues, de una magna obra arquitectónica, hidráulica y urbana, cargada de singularidad histórica, y en donde se constata su gran valor como Conjunto Histórico-Artístico, Etnológico y Paisajístico. Un conjunto patrimonial, asimismo, que no tiene parangón en la Comarca del Bajo Segura, la provincia de Alicante y la Comunidad Valenciana.
CONJUNTO HISTÓRICO ALQUERÍA DE LO MARABÚ
El término de Rojales, a grandes rasgos, puede dividirse en dos áreas geográficas y paisajísticas desiguales: la huerta y el secano Donde, desde el inicio del siglo XVIII, se van a ir implantando progresivamente una serie de grandes haciendas, las cuales se van a ir beneficiando de toda una serie de técnicas hidráulicas de “secano mejorado”: sistemas de boqueras, grandes aljibes y pozos artesianos que irán bonificando sus espacios agrarios, y, al mismo tiempo, dotando de toda una nueva fisonomía el Secano del Campo de Rojales. Este es el entorno geográfico en el que se localiza el Conjunto Histórico de Lo Marabú.
ORÍGENES Y DEVENIR HISTÓRICO DE LA HACIENDA Y LA ALQUERÍA DE LO MARABÚ. DE LOS MARBEUF A LOS DARÍO -ALBA
En Rojales y el Bajo Segura siempre se ha entendido por Campo las tierras sin regadío. Y este capítulo de la colonización agraria del Campo podría comenzar con la llegada del linaje francés de los Marbeuf; tras merecer la confianza del rey Felipe V, y ser motivo de engrandecimientos, honras y donaciones territoriales por parte del rey. A ello se debió, como veremos más adelante, su asiento en varias haciendas alicantinas y la construcción de varias casas-palacio con torre: siendo una de sus principales propiedades la Hacienda del Torrejón de San Bruno (Lo Marabú, Rojales). De este modo, dicho linaje pasará a constituirse, fundido con otras familias, en parte de la nobleza española del siglo XVIII.
En efecto, así comienza a fraguarse la nueva colonización del Campo de Rojales en el transcurso del siglo XVIII. En tanto que tras constituirse esta Hacienda con solar, torre, casa de fuertes muros de piedra y aire señorial, jardines de estilo francés, ermita y demás cobertizos arquitectónicos… Vendrán después otras tantas haciendas con casonas de piedra y demás cobertizos rústicos, aprovechando y apropiándose de estas nuevas tierras de cultivo. Y todas ellas, puestas en producción a través de sus colonos tributarios, y los labradores y braceros agrícolas contratados.
DESCRIPCIÓN DE LOS VALORES PATRIMONIALES DEL CONJUNTO HISTÓRICO DE LO MARABÚ
Destacar, en primer lugar, que se trata de un conjunto arquitectónico de gran relevancia que contiene la colección de mobiliario y bienes artísticos, de los siglos XVIII y XIX, más significativa del término municipal de Rojales. Y, asimismo, que dicho patrimonio municipal, está situado fuera del casco urbano de Rojales, en la Partida de Lo Marabú, junto al Parque Natural de las Lagunas de La Mata y Torrevieja.
Además, conviene destacar que esta antigua villa familiar del “Torrejón de San Bruno” es un extraordinario ejemplo de las casas-palacio comarcales de los siglos XVIII y XIX. Y, como hemos apuntado antes, se trata de uno de los conjuntos arquitectónicos-artísticos, característicos de la nobleza dieciochesca y de la burguesía decimonónica, que mejor se conservan en la localidad de Rojales y en la comarca del Bajo Segura.
Es, por tanto, un conjunto de edificaciones cargadas de valores y bienes patrimoniales, de gran singularidad histórica, que cobran plena espectacularidad geométrica a partir de sus jardines y el camino que comunica la ermita con el caserío principal. Organizándose de la siguiente manera:
Vivienda principal o señorial de la Alquería
Del conjunto de edificaciones de la villa sobresale la vivienda principal. De la cual, merece sin duda ser destacada la espléndida y abundante muestra de mobiliario de los siglos XVIII al XX que albergan la gran profusión de estancias interiores de la vivienda, en donde se dan cita una variada muestra de ejemplares de los estilos Neoclásico, Rococó, Alfonsino-Isabelino y Modernista. Y de importación francesa, estilos Luis Felipe y Neoclásico .
El interior de esta vivienda principal permite mostrar también una lujosa sección de cerámicas y vidrio artístico de los siglos XVIII y XIX. Dentro de esta sección de cerámica merecen una mención especial las lozas de lujo, estampadas y de gusto inglés de la Cartuja de Sevilla, con el sello Pickman. A destacar las piezas del servicio de mesa, con vistas de jardín, y los grandes filtros de agua, los platos decorativos, etc. con motivos naturalistas y relieves. Otra buena muestra del interés de esta colección es la serie de objetos de forma y decorativos de loza fina de Alcora, con una excelente representación de jarrones y floreros con motivos de chinerías y florales. En esta sección también cabe destacar las cerámicas de reflejo metálico de factura manisera, la vajilla de loza segoviana y la de la fábrica de Cartagena. Además de las bellas cerámicas policromas populares procedentes de los alfares de Talavera de la Reina, Lorca y Biar, normalmente decoradas con motivos naturalistas (florales o animalísticos). Y, mención aparte, por ser las piezas de importación más lejanas y de factura artística, merece el lote de soberbios platos de cerámica holandesa, con decoración en azul cobalto sobre blancos estanníferos de fondo y con temas inspirados en bellos paisajes de los Países Bajos. Y junto a ellos algunas piezas de loza fina inglesa con el sello “Ironstone Staffordshire (England)”.
Por su parte, las diferentes estancias de la Alquería incorporan también una colección de vidrios moldeados y soplados, pertenecientes por lo general al servicio de mesa: compuesto por jarras, botellas, copas, vasos, platos,… para agua, vino y licor. Este catálogo de vidrios está representado por series de fábricas nacionales y europeas (Bohemia, Italia, etc.), y, entre sus ejemplares encontramos desde vidrios de paredes finas y de excelente transparencia (lisos y pintados) hasta vidrios de gruesas formas moldeadas incoloras o de color (lisos y tallados).
La Ermita de San Bruno
De la antigua Ermita de Lo Marabú, y debido también a su carácter artístico excepcional, resaltaremos la singular colección de arte religioso (esculturas, pinturas, mobiliario religioso, lámparas, crucifijos, indumentaria, rosarios, cálices, candelabros, etc.) que alberga en su interior. Dicha Ermita, compuesta por una nave cuadrada y una pequeña sacristía, fue fundada en el año 1729 y está dedicada a San Bruno. Otros bienes a destacar es que su altar principal está presidido por un monumental lienzo de San Bruno salido de la paleta de uno de los principales pintores de cámara de Felipe V. Y, además, de entre todas las esculturas que tiene sobresale también la escultura tallada en madera y vestida con telas de seda bordada de la Virgen de la Inmaculada, siglo XIX, relacionable con la escuela murciana de Salzillo.
Conjunto de Inmuebles anexos a la vivienda principal
Del caserío formado por las casas de los labradores y demás inmuebles anexos a la casa principal, cabe destacar el gran patio interior que conforman entre ellas. Imbricándose estas, a su vez, con el resto de las grandes estancias relacionadas con las diversas labores productivas de la hacienda; entre las que sobresalen las estancias destinadas a caballerizas, establo, almacén, graneros, palomar, gallineros y almazara.
Sobre la edificación de la almazara podemos decir que conserva en perfecto estado el tipo de molino tradicional de aceite del siglo XIX. Si bien, también se conservan en buen estado la muela circular y las prensas del siglo XVIII, de los cuales proponemos su reconstrucción en las imágenes del reportaje fotográfico que viene a continuación.
Conjunto de Jardines y Huertos
Finalmente, otros de los espacios más sobresalientes de la Alquería de Lo Marabú, como ya se indicó anteriormente, es el conjunto de jardines y viales encuadrados alrededor de la Ermita de San Bruno y el aljibe de captación de agua. Y en cuanto a dicho aljibe, hay que señalar que, junto a la alberca de regulación del agua de riego, y la acequia principal, formaba también el eje hidráulico principal de toda la Hacienda de Lo Marabú .
Por lo tanto, este atractivo conjunto multicolor de jardines, estructurado en forma de retícula (al modo de los jardines franceses) es el que nos traslada o vehicula al otro gran recinto de la Hacienda-Alquería: el antiguo Huerto Agrícola.
Un Huerto Agrícola que nos remite a la condición productiva de la Alquería que se sustancia en la existencia de construcciones propias de la explotación agrícola. Y que, en efecto, se suma a la condición de finca de retiro o recreo, por otro lado que tanto se singularizan a principios del siglo XVIII en España, donde la burguesía comercial se transforma en terrateniente y pone su atención en la capacidad de desarrollo económico que prometía la incipiente revolución agrícola que acompaña al siglo. La casa de recreo se complementa desde el primer momento con una ermita y un jardín, lo cual parece apoyar la idea de que la vocación de residencia estaba, desde el principio, decidida y, dado la dotación de la misma, parece estar concebida con un carácter de residencia permanente.
Por otro lado, resulta que este Huerto Agrícola, sus edificaciones hidráulicas y su entorno inmediato es todo lo que queda de una finca cuyos lindes transcendían, con mucho, los límites del actual término municipal y que en su momento álgido llegó a tener una extensión de más de cuatro millones de metros cuadrados.
Existen también otros elementos y bienes culturales, singulares y sin parangón en el patrimonio valenciano, que inmediatamente llaman la atención de todos, tanto por su calidad como por su belleza y buena conservación. Este elemento no es otro que la fabulosa colección de mobiliario de los estilos más representativos del XVIII y el XIX, junto a la muestra de bienes suntuarios y objetos de la vida cotidiana que atesora la casa principal, destacando muebles, pinturas, esculturas, loza fina y objetos de vidrio por su gran belleza artística y estética.
De hecho, como se puede apreciar en los reportajes descriptivos y fotográficos de esta memoria valorativa, la colección de bienes muebles de la Alquería de Lo Marabú constituyen, en la mayor parte de las casos y más allá de la mera vertiente artística y disfrute estético que nos producen, un elemento y documento histórico que aporta información de muy diverso orden que nos ayuda a desentrañar las relaciones comerciales, la espiritualidad, las formas de vida, las modas y las corrientes artísticas que se daban en la España y la Comunidad Valenciana de los siglos XVIII y XIX.
Unas singulares colecciones, por lo demás, que conforman uno de los conjuntos individuales mejores conservados del patrimonio más característico de estas villas de trabajo y recreo de la nobleza y la burguesía de este periodo. Mobiliario, arte, vestimentas, elementos de la vida cotidiana que solo podemos conocer a través del legado histórico que representa, con todo detalle, el Conjunto Histórico de Lo Marabú.