Recorrer el macizo central de las montañas del Atlas produce una fuerte impresión al viajero. Sus gentes, los poblados escalonados construidos sobre abruptas pendientes o su ancestral forma de vida contribuyen a crear una atmósfera mágica y secular. Pero también, pasear por el interior de una mezquita, más bien modesta, la de Tinmal contribuye a ello. Este lugar presenta una gran significación histórica enraizada históricamente con la provincia de Alicante y la Península Ibérica cuando se denominaba Al Andalus. En Tinmal se formó el imperio Almohade cuyo arte y arquitectura pervive en gran parte de España y constituye hoy en día un valor patrimonial y turístico único.
TEXTO Y FOTOS E. DE GEA
MARTES 13-10-2016
Las torres medievales de Granja de Rocamora, La Aludaina de Planes o la de Torremanzanas en la provincia de Alicante; La torre del Oro, el alminar de la Giralda o el patio de los naranjos de la catedral de Sevilla; Los castillos del Vinalopó, la torre de la Calahorra de Elche, las murallas y castillo de Orihuela, la alcazaba de Badajoz, la mezquita de la Kutubia de Marrakech, o la torre de Hassan en Rabat entre otros, son algunos ejemplos de la arquitectura y el arte almohade en ambos lados del estrecho de Gibraltar. Este pueblo bereber dominó el norte de África y gran parte de España entre 1147 a 1269 tras conquistar el imperio Almoravide .
Pero sobre todo habría que resaltar la mezquita de Tinmal situada en lo más recóndito de macizo central del Atlas en Marruecos, símbolo de un poder nuevo, el de los Almohades, Al-Muwahhidun “los unitarios” encabezado por Ibn Tumart.
La de Tinmel es un mezquita pequeña y austera, pero crucial para entender la historia de los Almohades y de España. Desde este lugar perdido se lanzarían a la construcción de un imperio que en poco menos de un siglo se extendería por el norte de África y la Península Ibérica- Andalus, al Norte, y al África subsahariana en el Sur.
Fue construida entre 1153-1154. Piedras, ladrillos y decoración de estuco dan forma a este monumento impresionante en sí y más aún, por su importancia histórica. El enclave donde se sitúa le confiere todavía más si cabe una grandiosidad celestial: El macizo central del Atlas.
DESCENDIENTES
En esta cordillera viven los Bereberes, descendientes de aquellas tribus medievales que conquistaron la Península Ibérica. Se dedican a la agricultura, ganadería, comercio o artesanía. Últimamente combinan peligrosamente estos trabajos con el turismo que cada vez más invade cualquier rincón. Hasta hace pocas décadas vivían como sus antepasados. El turismo ya afecta seriamente a sus formas tradicionales de vida. El problema no es que existan poblados a los que solo se puede llegar a pie o en mulas, sin agua corriente ni calefacción. El problema es que cada vez más quieren emular la vida occidental dejan do atrás su existencia sencilla y sin lujos.
Aldeas mimetizadas con el paisaje. Colgadas en abruptas pendientes similar a las Alpujarras granadina y almeriense. Viviendas sencillas y prácticas construidas a base de piedras y barro donde la vida transcurre en comunidad y se veneran las prácticas ancestrales. Agricultura en terrazas con unos sistemas de riego que alimentan sus cultivos: trigo, cebada, hortalizas y frutales como nogales, cerezos o manzanos. Una economía de subsistencia donde cada familia cría animales que les proporcionan lo suficiente para disponer todo el año de productos básicos, carne, leche, mantequilla, huevos.
El encanto arquitectónico de las aldeas bereberes del Alto Atlas se pierde como consecuencia de un turismo sin planificar. Su cultura y formas de vida también .