Con la llegada de la Orden de San Francisco de Paula a Almoradí, en 1609, y la consiguiente erección de su convento, dio comienzo una devoción que a lo largo de varios siglos fue ganando fieles y que acabó convirtiéndose en una de las más importantes de nuestra localidad.
La imagen de su titular se encontraba en la parte central del Retablo del Altar Mayor, en la Iglesia del propio convento, y según José Montesinos* “Privilegiado por la Santidad de Benedicto XIV, con dos lámparas, una de plata y otra de metal dorado, al que el pueblo fiel le otorga pingües limosnas, dada la gran devoción que todos profesan al Glorioso San Francisco de Paula, el nuevo Taumaturgo de los milagros y a su ejemplarísimo instituto”.
Dicha comunidad celebraba con gran esplendor la fiesta de su Glorioso Patriarca, el 2 de abril, “cuya venerable Orden Tercera está muy extendida en la Universidad, campos y huerta, informados de las innumerables indulgencias así Plenarias como Parciales, de que se ve enriquecida y adornada por los Sumos Pontífices Romanos”. Y lo hacía, según se desprende de los libros corrientes del convento*, con una solemne y devota procesión por las principales calles de la Universidad, a la que acudía todo el pueblo y forasteros, con la contratación de música, normalmente dulzainas, y con el reparto de “chocolate y peladillas”. Gastos que, por otra parte, pagaba la familia Viudes, Marqueses de Ríoflorido, que ostentaba el patronato de la capilla mayor.
Buena prueba de la importante devoción que se le profesaba a San Francisco de Paula la encontramos en los libros de Juntas Parroquiales de Fábrica de la Iglesia* de San Andrés, donde resulta muy habitual, en las cláusulas de Obras Pías y como últimas voluntades de fieles, pedir “ser sepultados en la Iglesia del Convento, cubiertos con hábito de su misma Orden” y asignar, para la salvación de su alma, un determinado número de “misas rezadas con limosna en el propio convento”.
José Montesinos, autor de la “Crónica Ilustre de la Universidad Regia de Almoradí”*, citado anteriormente, nos habla de dos pequeñas capillas situadas en el puente de piedra que cruza el Río Segura, algo que certifican además varios recibos de gastos municipales* del siglo XIX, “que contienen las imágenes de nuestros gloriosos PATRONOS San Andrés Apóstol y San Francisco de Paula”, es decir, le otorga también a esta última, la categoría de CO-PATRÓN.
La imagen de San Francisco de Paula, y su consiguiente devoción no acabó, como se había creído, destruida entre las ruinas del convento tras el terremoto del 21 de marzo de 1829. Muy al contrario, igual que sucedió con la imagen del Cristo de las Campanas, fue recuperada de los escombros, y años mas tarde, tras la marcha de los frailes y posterior abandono del cenobio, trasladada a la Iglesia de San Andrés.
La certeza de este importante dato lo encontramos en “España Mariana”*, obra de 1884, que literalmente dice: “Existe en la Iglesia de San Andrés de Almoradí un Altar dedicado a San Francisco de Paula, el mismo que había en el convento. Es alto, de buena escultura y el señor Marqués de RíoFlorido y familia, que son sus patronos, lo han restaurado.”
De hecho, la calle que lleva su nombre y donde existieron las ruinas del convento hasta las primeras décadas del pasado siglo, la de San Francisco, no dejó en ningún momento de celebrar su festividad, manteniendo así su recuerdo y devoción.
En un artículo publicado en 1927 por el diario “El Liberal” se podía leer: “Muy lucida ha resultado la fiesta que desde tiempo inmemorial se viene celebrando en la calle San Francisco. Sus vecinos han organizado un magnífico programa a base de conciertos a cargo de la Unión Musical, disparo de una alborada y castillo; carrera de cintas en bicicleta, una suntuosa procesión, solemne misa religiosa y el adorno de la calle que ha superado en todo al de años anteriores.”
La imagen de San Francisco de Paula desapareció de nuestra Iglesia al inicio de la guerra civil, aunque este es un dato del que solo tengo testimonios orales, y escondida por la familia Tafalla que, según cuentan, evitaron que fuera destruida en la guerra civil porque la “aserraron por la mitad y la metieron en una tinaja”. Las mismas fuentes aseguran que “era bastante milagrosa, por lo que un gran número de enfermos la reclamaban para que les visitase con la esperanza de sanarlos”.
Raúl Conesa Gómez la adquirió recientemente de su última propietaria, María Tafalla Grech, fallecida en Alicante, y ha sido restaurada por el artista de Calasparra Juan José Paez Alvarez, quien certifica que se trata de una talla de singular belleza, atribuida a Salzillo o a su escuela, y desde luego, muy anterior al terremoto.
De una u otra forma, estaríamos ante una pieza fundamental de nuestra historia que hoy 2 DE ABRIL DE 2016 -Día de su FESTIVIDAD- se ha puesto de nuevo al culto en nuestra Iglesia, recuperando así una devoción perdida durante un siglo..