“HORNOS RURALES DE CAL Y YESO”. Por Rafael Moñino Pérez
TEXTO Y FOTOS Rafael Moñino Pérez Agente de Extensión Agraria
SÁBADO 23-01-2016
HORNOS RURALES DE CAL Y YESO
En numerosos piedemontes de nuestra comarca (sierras de Orihuela, Callosa, Abanilla,Rojales…) y en otras del interior (Villena, Yecla…) existen restos de numerosas construcciones circulares, algunas de ellas en buen estado de conservación, de piedra y argamasa cuyo diámetro y profundidad ronda los tres metros, todas ellas ubicadas sobre vaciado de taludes u orillas de regueros y medianas barranqueras de escaso caudal en caso de lluvias, situación elegida sin duda para preservarlas de daños por aluviones. Tienen un vano de acceso de poca anchura, lo justo para el paso de una persona, siempre orientado hacia el fondo del reguero para facilitar la entrada a nivel de la solera.
En primer lugar, he de confesar que, en principio, dada la diseminación de estas construcciones, numerosas como se ha dicho, pues a veces nos encontramos, según zonas, hasta diez o doce en el corto radio de un kilómetro en lugares con abundancia de leña, y también por referencias de hornos de formas similares para obtención de carbón, pensé que eran eso, carboneras, dada la facilidad que ofrecen para la colocación de la madera de carboneo en recintos circulares en el supuesto caso de esa fuera su finalidad, pero no era esa su función, sino la de producir cal o yeso.
Otra de las razones de mi error interpretativo es la ausencia de canteras próximas a los hornos, y más todavía cuando estos se hallan, sin razón aparente, a cierta distancia del monte –algunos a casi cincuenta metros y en terreno llano o de suave pendiente-, dificultando así aparentemente el aprovisionamiento de materia prima, las piedras. Ítem más, el elevado número y diseminación de estos hornos, por otra parte de bajo rendimiento calórico por la gran disipación de energía a cielo abierto, que los asemeja más a hogares de cocina que a hornos normales, no tenían, aparentemente, posibilidad de competir económicamente con las caleras y yeseras de las ciudades provistas de hornos cubiertos y canteras de fácil acceso y suministro de piedra.
Pero la verdad es que, pese a lo dicho, las cosas eran de otra manera, y para entenderlas hay que retroceder en el tiempo. La distancia media de muchos de estos hornos en las comarcas de Villena y Yecla respecto de estas poblaciones ronda los 15 kilómetros (en nuestra comarca segureña serían algunos menos, pero tendrían su importancia), espacio que con los medios de transporte y caminos de hace un siglo supone unas cuatro horas de viaje entre ida y vuelta, así que la supuesta falta de competividad de los pequeños hornos, algunos situados a pie de finca o centro consumidor, se desvanece. Por otra parte, a principios del siglo XX el consumo de cal y yeso en el medio rural era importante dado el elevado número de construcciones de viviendas y dependencias ganaderas que han llegado hasta nosotros, algunas casi derruidas por abandono, pero todas ellas con su aljibe doméstico incluido, y algunas con formidables depósitos cubiertos de almacenamiento de agua para uso ganadero que se llenaban con la escorrentía de montes y caminos, aljibes y dependencias cuyos muros se levantaban con piedra y argamasa de hormigón de cal y se impermeabilizaban con mortero del mismo aglomerante, usando el yeso preferentemente en el tabicado y enlucido de viviendas. Otra parte de la cal, aparte de la usada para blanqueo de muros y fachadas, tenía como destino neutralizar el sulfato de cobre que se usaba en prevención del mildio de las viñas con pulverizaciones de caldo bordelés. La cal, pues, era un producto de cotidiano y diverso consumo en el medio rural, y la opción entre comprarlo y acarrearlo a distancia o fabricarlo in situ aunque con medios precarios parece que inclinaba la balanza por esto último. Otro tanto, aunque más restringido en sus aplicaciones, y de fabricación obligada a lugares concretos por la distinta composición de las rocas que lo contienen, podía ocurrir con el yeso.
Otro razonable motivo que puede contribuir a explicar el elevado número y dispersión de estos hornos es el cumplimiento de las normas que regulaban el uso y aprovechamiento común de muchos montes, las cuales autorizaban que los vecinos del lugar pudieran tomar piedra o canto rodado para su uso particular siempre que no arrancaran piedra viva del monte formando canteras. Quizá por esta causa, cuando se acabara con la piedra superficial disponible (o con la leña) a pie de monte no quedara otro remedio que cesar en la actividad y construir un nuevo horno en otre parte. Tal vez la leña fuera el factor limitante en algunos casos, pues así como para obtener yeso solo es necesario deshidratar la piedra de sulfato cálcico con medianas temperaturas en el escaso tiempo de dos o tres días, para obtener cal viva en este tipo de hornos sería preciso invertir diez días o más para quemar literalmente la piedra de carbonato cálcico a mayores temperaturas y con mayor gasto de leña hasta reducirla a óxido de cal.