A la parte derecha de este país, la que salía en el NO-Do de Franco y la que hizo el reciclaje acelerado en los cursos de la Transición, la pobreza siempre le ha rentado. Era una inversión segura que había que cultivar con esmero. Tener pobres en los pueblos y en la puerta de las iglesias era parte del paisaje. Una manera de ser. Pobres, sí, pero dignos.
En tiempos de la dictadura se promocionaba la pobreza de los más menesterosos y ésta ciertamente tenía una clara función social. Hacía de lavadero de conciencias, donde los ricos acudían en procesión tras misa de 12. Eran tiempos de cuestaciones, una palabra hoy en desuso, pero que sirvió para que muchas señoras (y algunos señores) dieran sentido a las mañanas de domingo y sacaran a pasear los abrigos de piel en los fines de semana. Ahora, los pobres, ya no son igual. Posiblemente, porque tampoco hay conciencia que limpiar.
Por eso debe ser que Esperanza Aguirre quiere limpiar Madrid de los Sin Techo, que son como pobres pero venidos a menos. Dice la baronesa que esa gente, ahí tirada en la calle, asusta a los turistas. No le preocupa a Aguirre que haya pobreza (casi un tercio de la población española está ya en rieso de exclusión, el sexto país con mayores índices de pobreza de Europa, según Cáritas), no, sino que se vea. Los tiempos cambian y lo que antes servía ahora molesta. El negocio, ya se ve, está en otro sitio.
Más o menos como Rita Barberá, alcaldesa perpetúa de Valencia. Rita, digo, acaba de ordenar que aquellos pobres que no paguen sus deudas municipales se quedarán sin ayudas de comedor escolar para sus hijos. Que esto se haya sabido al poco de conocerse elRitaleaks, sus dispendios revelados por Compromis en hoteles cinco estrellas de a casi mil euros la noche, ha sido su particular venganza. Ya lo dijo ella: el cutrerío se lo deja a otros.
Pena y mala pata que todo esto de Aguirre y Barberá haya sucedido justo al tiempo que los obispos que mandan en la Conferencia Episcopal se hayan puesto a releer las páginas del Evangelio y sus propios informes de Cáritas y, cosa milagrosa, por dar voz a los más necesitados. Se ve que en los breviarios (libros que contienen los rezos religiosos) de juventud de Esperanza y de Rita alguien había arrancado justo esas mismas páginas. Al fin y al cabo lo de entonces era pobreza auténtica, necesaria. No como ahora, que solo se trata de votos. Los votos de la pobreza. En twitter @plopez58