Alguien, de profesión economista, y de cuyo nombre no quiero acordarme, ha tenido recientemente la feliz idea de mentar la subida del IVA en el precio del pan si su partido gana las elecciones. Yo no soy economista, ni puñetera falta que me hace en este caso, pero me sé la cuenta de la vieja desde niño, y ahora más por viejo, y voy a responder al señor economista en pocas palabras a base de gramática parda, exenta y limpia de índices macro y microeconómicos a fuer de viejo agricultor de los que segaron trigo a mano y lo ataron con la misma mies. Y lo voy a hacer en euros, por que si lo hago en pesetas, tal vez por la juventud que le supongo no le llegue bien la onda.
Por la cuenta de la vieja le digo que de un kilo de trigo sale kilo y medio de pan, pues la harina se amasa con agua y el horno no se la bebe toda. Aparte quedan las tercerillas y el salvado, que por su valor pagan bien la molienda. De este pan suelo consumir una barra diaria de 200 gramos que me cuesta 55 céntimos, y un simple cálculo me dice que el kilo de pan sale por 2,75 euros. Pero, como se dijo, el kilo de trigo se transforma en kilo y medio de pan, y siendo así, el valor total de mercado del producto acabado es de 4,125 euros. Ahora, le sube usted el IVA, o lo que le parezca, y con él se lo coma. Pero como dije antes, he sido agricultor y sé valorar el grano de trigo mejor que los economistas, y también sé, como usted sabe bien por la cotización cerealista en los mercados, que el precio del trigo está, céntimo arriba o abajo, a 22 céntimos el kilo, y que con este simple dato, el valor inicial del trigo convertido en pan se multiplica por 18,75 (4,125/0,22=18,75). No está mal como negocio si la materia prima, en términos porcentuales, se eleva al 1.931,81% del costo inicial (4,25×100/0,22=1.931,81).
De lo que resulta, que al agricultor que siembra, abona, riega, cultiva y cosecha el trigo si no se lo machaca antes un pedrisco, afrontando de paso toda clase de gastos, ivas, contribuciones y pagamentos añadidos, como es tradicional, solo le llegan las migajas del precio final que paga el consumidor. ¡Toma economía!