Alicante vive nuevos tiempos, cierto; con un alcalde nuevo, Miguel Valor, cierto; que habla con los periodistas y responde a algunas preguntas, cierto también y es de agradecer que la normalidad sea noticia… pero si las formas han cambiado el fondo parece seguir siendo el mismo. O peor. La mentira y el amparo de los intereses de unos pocos (Ortiz y cía) frente a la mayoría de la ciudadanía parecen seguir siendo santo, seña y guía de las decisiones en este nuevo periodo preelectoral. En eso no hemos cambiado casi nada. Ikea es la prueba del algodón de la operación cosmética a la que el Partido Popular quiere convertir su tránsito hasta finales de Mayo.
Dice la edil Marta García-Romeu, actual concejal de Urbanismo, que el ayuntamiento no sabe cuál es el macroproyecto urbanístico concreto -la Actuación Territorial Integrada (ATE) sobre más de dos millones de metros cuadrados del municipio- que abre las puertas a la multinacional Ikea en Rabasa. Y dice más. Señala esta edil que no lo sabe “porque es un proyecto de la iniciativa privada”. Y lo dice sin sonrojarse lo más mínimo ante los periodistas. De sobra sabe Marta García-Romeu que todo esto empezó cuando su compañera de Corporación y de partido Sonia Alegria viajó. según las grabaciones de la Policía Judicial a Ortiz y cía, a una isla griega gratis total con el exalcalde Luis Díaz Alperi, en avión privado del clan de los Cotino y pagado por Ortiz. De sobra sabe Garcia-Romeu qué esconde el macroproyecto de Ikea que impulsa Enrique Ortiz y un par de bancos. Y si no que hable con su compañera, con Sonia Alegria, que le cuente ella, que le cuente el exalcalde Díaz Alperi o la exalcaldesa Sonia Castedo.
De sobra sabe también García Romeu que quien entonces era el alcalde que viajó a Creta y la que hasta hace dos días era alcaldesa casi perpetua de Alicante, Sonia Castedo, viajaron también -parece que en jet privado y gratis total- a Portugal para reunirse con directivos de la multinacional sueca y tratar de desbloquear lo de Ikea. Eso, al menos, es lo que se deduce de las sustanciosas conversaciones intervenidas al constructor de cabecera que impulsa ahora Ikea y entonces el Plan Rabassa. De modo que si no lo supiera Romeu tiene fácil conocerlo con solo preguntar. Pero no. Es mejor mentir y decir que lo que Ikea es cosa de un constructor y del Consell. Entonces, ¿los viajes?, ¿eran públicos o privados? Por eso sus palabras de ahora solo pueden ser interpretadas como lo que son: otra mentira más en un mar de falsedades, sospechas y extraños intereses al servicio del mismo de siempre.
Un alcalde sin valor
De Miguel Valor en este punto casi mejor no hablar. El nuevo alcalde sabe de sobra que, anulado el Plan General de Ordenación Urbana, lo de Ikea en Rabasa tal y como está planteado es un despropósito, que no tiene sentido alguno, ni urbanístico, ni político, ni defiende interés general alguno. Salvo, claro, que los intereses privados de alguien quiera hacerlos coincidir con los intereses generales. Lo sabe de sobra Miguel Valor pero no tiene el coraje de hacer valer su apellido y reconocerlo en público como sería su obligación. Por eso prefiere ponerse de perfil y pasar la pelota a su edil Marta García-Romeu. Si uno quiere ser alcalde tiene que ejercer. También aquí.
Que un proyecto de esa entidad, que afecta a más dos millones de metros cuadrados del término municipal, que cotempla más de tresicentos mil metros destinados a grandes superficies comerciales, que multiplican por dos la actualmente existente en toda la ciudad, es una aberración y un despropósito, lo han puesto de manifiesto la mayoría de cuantos expertos han sido consultados, lo ha expresado meridianamente claro la Asociación de Comerciantes de la ciudad cuando les han preguntado. No hablamos aquí de la tienda de Ikea, bien sabe el alcalde y su edil que ese no es el problema, ni el debate, ni el obstáculo, hablamos de todo lo demás, del gran pelotazo urbanístico que se quiere perpetrar con el señuelo de Ikea. Hablamos de la nebulosa de corrupción que investigan los juzgados, de los viajes, de las comilonas que sirvieron para ablandar conciencias y meter con calzador lo que beneficia a unos pocos y no ayuda a los más. ¿Cuatro mil puestos de trabajo en el aire? ¿Qué se lo llevan a Elche, Sant Joan, San Vicente? Dicen Valor y García-Romeu. Otra vez los viejos fantasmas. Las mentiras. Las medias verdades. ¿Alguien ha hecho cuentas de cuántos de esos puestos son de quita y pon? ¿Alguien se ha preocupado de conocer si Alicante, su trama social, urbanística, comercial, puede soportar sin que revienten sus crujías tal despropósito?
Porque si fuera cierto que ni él, ni su concejala de Urbanismo, nada saben del contenido de la ATE y de lo que el Consell lleva entre manos para calzar Ikea en Rabasa, entonces la pregunta sería una y solo una: ¿Qué hace y a qué se dedican un alcalde y su edil de Urbanismo si un empresario cualesquiera (es un decir) proyecta levantar en el municipio que ellos dirigen y administran un macrocomplejo comercial de estas dimensiones y que, a buen seguro, va a condicionar el desarrollo presente y futuro de la ciudad que ellos dicen desconocer? Si no lo supieran, entonces, sería incluso más grave. Habríamos cambiado a unos muñidores de intereses espurios y maneras mafiosas por unos inútiles. Y, en este caso, la verdad, se hace difícil decantarse por cuál de ambas salidas ha sido la peor. En twitter @plopez58