Días 1 y 2 de noviembre, Día de Todos los Santos y Fieles Difuntos. Fechas de origen pagano, del culto a los muertos y adaptado por la tradición católica. Tiempos donde el invierno está asociado a la estación más lúgubre y fría. Temor a lo que no se comprende La “muerte” de la Naturaleza, y la vuelta de las almas. Recuerdo de qué existe una conexión entre el mundo de los vivos y los muertos. Desde que las primeras comunidades humanas en el Paleolítico se desarrollaron capacidades simbólicas, prácticas rituales relacionadas con la muerte que han ido evolucionando a lo largo del tiempo. Las ofrendas y ajuares depositados en el lugar de las sepulturas hablan, ya en las culturas más antiguas, de un verdadero culto a los muertos y de una espiritualidad humana basada en la creencia en otra vida más allá de la muerte. La práctica religiosa de honrar a los difuntos es tan antigua como la humanidad y la costumbre de celebrar un dia de culto a los espíritus de los antepasados es compartida en muchas culturas y lugares del mundo, coincidiendo desde épocas remotas con el inicio de Noviembre.
Las formas celebración de esta fecha tan marcada en el calendario ha cambiado en nuestro territorio con el paso de los años. Otras perduran. Hasta hace unas décadas en nuestra sociedad agraria, muchos antes de la utilización generalizada de la televisión y de las grandes campañas publicitarias, era normal que los niños y niñas colocaran en cañares y árboles que bordeaban caminos, calabazas huecas con velas en su interior para asustar a los transeúntes. Pero por poco tiempo porque había que estar en casa muy pronto por respeto a los muertos. La visita a los cementerios era obligada como ahora. Días antes del día 1 se arreglan y limpian los cementerios para dejarlo todo preparado. Mientras tanto en los hornos morunos alimentados por leña se cocinaba poco a poco calabazadas y boniatos, un verdadero manjar en aquellos tiempos al igual que buñuelos y tortas. Con ansiedad se esperaba la llegada de los vendedores de arrope y calabazate. Este producto se combinaba con gachas caseras de harina .
Tres misas seguidas se celebraba el día 2. Las camas y camastros se arreglaban rápidamente en esa jornada. No se ponía ningún objeto decorativo encima. Y ello porque se pensaba que las almas salían de sus lugares para descansar en lo que había sido su casa. Se intentaba no hacer muchos ruidos ni jaleo para que las almas descansaran. En otros casos se pensaba que en la noche de Todos los Santos, los espíritus de los difuntos salían de las tumbas y vagaban en procesión por los pueblos, entrando en las casas de los que morirían el próximo año. Por ello al caer la noche se encerraban en sus casas, entabicando bien puertas y ventanas.
Los curas iban casilla por casilla haciendo responsos en los cementerios ocupados por los vivos para rezar por sus familiares y recordar a sus seres queridos; por lo demás, siguiendo unas costumbres cuyo incierto origen mezcla creencias religiosas, tradición y superstición. Era una fecha fría donde se estrenaban abrigos, (el que podía), y otras ropas.
A los fallecidos se le ofrecían sobre todo crisantemos cultivados en pequeñas huertas caseras para un día tan determinado. En los mercados se vendían flores también pero pocas. Velas y mariposas alumbraban casas y barracas.
La intención original de llevar flores a los cementerios era la de proporcionar algo vivo para compañía y felicidad, entendiendo la muerte como una parte más de la vida,
El Luto simbolizaba a su vez respeto y pena por la persona que se va, pero no siempre el negro fue el color elegido. En la antigua Roma se vestían por el contrario de blanco. Y, como testimonio final , podemos señalar que algunos estudiosos de las religiones señalan el origen más primitivo de todas estas tradiciones el miedo ancestral del ser humano a ser poseído por el espíritu de los muertos.