ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LOS PINOS Y EL TOMICUS
Rafael Moñino Pérez
Agente de Extensión Agraria
JUEVES 30-10-2014
En las últimas semanas, los medios de comunicación comarcales nos están informando sobre la plaga de barrenillos que afecta a las masas de pinar de las sierras de Orihuela y Callosa, ésta última en la vertiente Sur-Sureste, la más soleada y calurosa, con especial incidencia en el término de Redován. Basta darse una vuelta por estos lugares para comprobar a distancia el color tostado de los pinos secos.
Obviamente, la causa última de la muerte de los pinos es la plaga del barrenillo Tomicus destruens, nominado así por los entomólogos. Pero si nos fijamos mejor aunque sea a distancia –y preferiblemente de cerca pisando monte-, podemos llegar a la conclusión de que el barrenillo es a la vez causa y resultado. De la causa se ha hablado y publicado bastante, pero pienso que la presencia masiva de este insecto es el resultado o consecuencia de actuaciones inadecuadas de forestación. Volveremos sobre esta cuestión, pero para entender mejor lo que pasa hablemos primero brevemente de algunas características de este pequeño escarabajo, cuya presencia no es nueva en los pinares, y por qué se ha convertido en la plaga destructora que sugiere el vocablo latino que da nombre a su especie.
La gran familia de los escolítidos a la que pertenecen este y otros barrenillos que atacan a plantas leñosas, muchas de ellas cultivadas como olivos y frutales de hueso y pepita, tienen en común el hecho de reproducirse sobre pies con mala salud, debilitados principalmente por causas como sequía, heladas, pedrisco, asfixia radicular, enfermedades de cuello y raíces, etc., y malas prácticas agrícolas como abandono de montones de leña a orillas o cerca de las parcelas de cultivo. Por el contrario, en los árboles sanos, pueden alimentarse, principalmente en las bifurcaciones de sus ramillas, pero no pueden criar porque la abundante savia que liberan los troncos y ramas cuando las hembras pretenden abrir las galerías de puesta se lo impide. Buscan entonces la leña de poda pobre en savia, o los ejemplares débiles de la plantación, creando así un reservorio de individuos que asegura la continuidad de la especie en espera de tiempos mejores.
Dicho esto, volvamos al tema de las forestaciones, pero me van a disculpar la cita de algunos refranes y sentencias que forman parte en buen grado de la filosofía y lenguaje de los agricultores por que, aunque en excedencia, todavía me considero parte del gremio. Solemos decir que con agua y abono, todo acampa, pero si falta algo, que sea el abono, por que “el agua, en tiempo seco es estiércol”, y “muchas manos en un plato, pronto tocan a rebato”. Añadamos también, para completar el cuadro, que este año es uno de los más secos que se recuerdan en la comarca, y el primero en varios lustros que los aficionados a las aromáticas no hemos podido recolectar tomillo y rabogato, por que el color de las citadas sierras de Orihuela y Callosa, calvas moles calizo-dolomíticas del Triásico erosionadas hasta la extenuación, ha sido este año de cualquier tono menos verde, así que las forestaciones que hace cincuenta o sesenta años se hicieron alegremente a raíz desnuda y espesas como cebollino, la realidad de un año tan seco como este ha demostrado que eran inviables a largo plazo. También, la pronunciada pendiente del terreno, junto a la tormentosa forma de llover en la comarca, arrastra la arcilla, base de la fertilidad y retención de agua junto a la materia orgánica del escaso suelo forestal, convirtiéndolo en una gravera incapaz de mantener tan gran número árboles por unidad de superficie. La retención de agua puede mejorarse aterrazando o asurcando a nivel el terreno antes de la plantación, pero el sistema es costoso de mantener una vez plantado, así que no cabe otra solución que adecuar la densidad de plantación a las posibilidades del terreno. La plaga, pues, como se decía más arriba, además de causa, también es resultado.
¿Y qué se puede hacer? “Doctores tiene la iglesia” –ya salió otro refrán-, o sea, los técnicos en la materia lo dirán. Pero si miramos la sierra otra vez, aunque sea de lejos, podremos ver que donde más suelo hay, y más separados están los pinos, son más verdes, y que dentro de las zonas más afectadas también hay pies que han resistido mejor, lo que encierra el mensaje de que, una vez eliminados los pies muertos, los vivos se desarrollarán mejor, y cuando vengan mejores tiempos producirán semilla que germinará y crecerá sin perder la raíz pivotante, asegurando la reforestación de modo natural con ejemplares resistentes, por su vigor, al escarabajo de marras. La lógica nos dice que plantando claro se puede tardar más tiempo en ver de lejos el color verde de nuestra obra, pero será duradera. Si plantamos espeso, quizá nos muramos tranquilamente antes de ver como se seca todo, pero no faltará quien se acuerde y diga que metimos la pata.
Termino, fuera de lo dicho, con una observación estrictamente personal, sin entrar a quién corresponde la responsabilidad de actuación. Lo de pedir dinero a las administraciones públicas para solucionar con prontitud problemas como este y enmendar errores, está bien, pero pienso que antes de gastar el dinero de todos en salvar pinos se debería meditar seriamente qué prioridad merece la acción ante tantas situaciones donde lo que hay por salvar son personas, o al menos mejorar sus condiciones de vida en estos tiempos de crisis.