Maestro jubilado y miembro de la ejecutiva del PSOE de Rojales.
La proclamación de La Segunda República llevó al Gobierno republicanos y socialistas dispuestos a aplicar el ideal de la neutralidad en la enseñaza. El ministerio de Instrucción pública decía así:
“ La Escuela no entiende de clases sociales, ni de nacionalismos, no de confesiones Religiosas. La Escuela es para todos igualmente acogedora y respetuosa, y como no hay nada más digno de respeto que la ciencia, y nada más atentatorio contra ella que la coacción por el dogma, la Escuela nacional es laica”.
Antes de junio de 1.933, cuando el proyecto de Ley (Ley de Confesiones y Congregaciones religiosas del 2 de junio de 1.933) – que en realidad es la aplicación del artículo 26 de la Constitución de 1.931 – comenzó con la Ley el problema de la sustitución de la enseñanza religiosa, es decir , el intento de implantar el laicismo en la Escuela privada tras haberlo conseguido-legalmente-en la pública.
Antes de junio de 1.933, el Obispo de Orihuela, IRASTORZA, publicó en el Boletín de la Diócesis (16-11-1.932) el documento más importante contra la Escuela pública y, que entre otras lindezas, decía así:
“ Ante las actuales imposiciones laicistas, con grave riesgo de los más sagrados intereses de la familia, la Religión y la Patria, ante esta sistemática campaña de ateísmo que invade al mundo entero y, que, como proclama el Papa, se infiltra en las Escuelas, se impone un deber imperioso de acción religiosa y de apostolado cristiano. El problema transcendental, sin cuya solución son ineficaces todas las vitorias y todas las conquitas, no lo olvidemos, está la formación de la juventud “.
Los católicos españoles estaban obligados a las normas siguientes – publicadas por la prensa católica alicantina-:
a) Enviar a sus hijos únicamente a las escuelas católicas.
b) Cuando esto no fuera posible, inspeccionar los libros y las doctrinas que recibiesen.
c) Procurar que fuesen instruidos en la doctrina cristiana y apartarles de compañeros que pudieran poner en peligro su fe y sus costumbres cristianas.
Rodolfo Llopis comentó al respecto: “ Esa es la doctrina de estos católicos: dividir, mucho más humana. Nosotros queremos una escuela para todos. Todos los niños caben en ella. No les preguntamos por sus creencias. Todos los niños, para nosotros, son iguales. Piensen lo que piensen, sientan lo que sientan, todos son hermanos “.
Desde el boletín de la Diócesis de Orihuela (1 de Noviembre y 1 de Enero de 1.932) el obispado previno a los buenos católicos contra la Escuela única, tachándola de “ absurda, tiránica, irrealizable, desastrosa, ruinosa y socialmente desastrosa “.