LOS FETOS AUTÓNOMOS por Rafael Moñino Pérez, Agente de Extensión Agraria jubilado
por Rafael Moñino Pérez
(Agente de Extensión Agraria jubilado)
Basta asomarse un poco a ellas para constatar que la diversidad de formas de vida en la Naturaleza contradice la expresión que a veces se oye de que hemos perdido nuestra capacidad de asombro. Los logros científicos en la carrera espacial, los descubrimientos en los campos de la astrofísica, la cibernética y la medicina, por citar unas cuantas ciencias punteras, no nos dejan ver el bosque de cosas habituales, aparentemente sencillas, pero tan maravillosamente complicadas que nos ofrecen, por ejemplo, los insectos, y entre ellos los holometábolos o de metamorfosis completa, entre los que se hallan, entre otros órdenes, las populares mariposas y escarabajos. En ellos, la fase larvaria conocida vulgarmente como oruga o, impropiamente, gusano, constituye sencilla o grandiosamente, según apreciaciones, un feto a medio desarrollar lanzado a vivir por su cuenta la aventura de completar su desarrollo y de fabricarse él mismo un útero para transformarse en adulto, algo que en la cúspide evolutiva se nos da hecho a los mamíferos.
Los insectos adultos pertenecientes al grupo citado se limitan, dentro de la inmensa variedad que suponen, a depositar sus huevos en los lugares donde existe el alimento apropiado para la supervivencia de la prole. De cada uno de estos huevos, tras un corto, o a veces largo, periodo embrionario sale un feto sin parecido alguno con sus padres cuya única preocupación es comer, crecer a base de mudar varias veces una especie de corsé o esqueleto externo, y acumular las reservas alimenticias que constituirán el equivalente al cordón umbilical dentro del útero o matriz donde se transformará en adulto capaz de reproducirse. Este periodo de vida fetal autónoma es tan variable que puede durar desde un par de semanas en algunas moscas, dos o tres años en los escarabajos Melolontha o en los Vesperus, de siete a nueve años en la cigarra común española, y hasta diecisiete en alguna especie americana, todo un récord para vivir solo un mes o dos como adulto, aunque sea “cantando”, facultad reservada solo a los machos en el caso de las cigarras. Algún caso, como el de la hembra de luciérnaga común, el popular “gusanito de luz”, es de verdadera contumacia, pues no llega a alcanzar el estado adulto y permanece en estado fetal de por vida. El macho, que sí lo alcanza, vuela desde el crepúsculo a la búsqueda del reclamo luminoso de la hembra que brilla entre la hierba para fecundarla, ya que ésta es capaz de reproducirse en sus estado fetal; he aquí, pues, un verdadero prodigio: un feto fecundado pariendo huevecillos que darán lugar a orugas hembras fetales y a orugas machos que se transformarán en adultos capaces de volar.
La última fase del periodo fetal comienza con la construcción de la envoltura uterina. La mayoría de especies se deja llevar por la acción hormonal que actúa sobre sus cuerpos para formar crisálidas, ninfas o pupas, pero los hay más sofisticados como algunos lepidópteros, que fabrican previamente una envoltura de seda para proteger la crisálida de miradas curiosas y depredadores hambrientos, como luego veremos. A algunas especies, y especialmente a la Bombix mori o “gusano de seda”, esta costumbre y la calidad de su producto le ha costado desde antiguo, con agua hirviendo, la interrupción violenta del embarazo, que es como ahora se llama eufemísticamente al asesinato fetal en la especie humana.
La economía de medios lleva a algunas especies de himenópteros como Apanteles glomeratus y Pteromalus puparum a un efecto multiplicador parasitando respectivamente larvas y crisálidas de la mariposa de la col con un solo huevo, el cual, por un curioso fenómeno de poliembrionía se multiplica por bipartición hasta producir un centenar o más de fetos que se alimentarán del huésped respetando hasta el final sus órganos vitales a fin de evitar su muerte y putrefacción prematura, para después fabricar cada uno su envoltura uterina junto a los restos del cadáver, feto a su vez, o dentro de él, utilizado como vivienda y comida: dos casos típicos de parasitismo entre fetos de distintas especies.
Y como colofón, todas estas vicisitudes para vivir en estado adulto un solo día en el caso de las efémeras, una o dos semanas como algunas mariposas, un mes o dos como moscas o cigarras en el mejor de los casos, o unos meses más si hay que pasar el invierno como excepcionalmente ocurre con algunas especies de moscas, mariposas o escarabajos en hibernación. El caso de las efémeras es un prodigio de rapidez: En un solo día nacen como ninfas pendientes de realizar una muda; la hacen, se aparean, ponen los huevos en el agua de donde han salido y mueren, aunque a cambio, la vida larvaria les ha permitido vivir unos siete años en estado fetal. Considerando todo esto, y desde su punto de vista, hay que darle la razón a la cigarra del cuento, de ponerse a cantar y despreocuparse del ahorro para una vejez que nunca llegará.